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19 abril 2024

CITGO, el asedio de un ícono

Más allá del papel que CITGO debe jugar en la eventual recuperación de Venezuela, dejar perder un activo que simboliza las aspiraciones del país que queremos volver a tener sin dar la pelea, es impensable, diría que hasta irresponsable. Cuando recobremos como Nación nuestras instituciones, podremos decidir con inteligencia qué hacer de la Industria Petrolera Nacional en general y de CITGO en particular.

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Luis A. Pacheco | 03 diciembre 2019

Luis Ernesto Aparicio, el insigne pelotero venezolano, jugó con los Medias Rojas de Boston en las temporadas 71 al 73, ya en las postrimerías de una eximia carrera que lo llevaría al Salón de la Fama del Béisbol de Grandes Ligas.

Los que crecimos admirando a Aparicio en la Maracaibo petrolera de esos tiempos, pocas oportunidades tuvimos de ver transmisiones de televisión donde pudiéramos deleitarnos con sus hazañas en el Fenway Park. Little Louie, como se le conocía, patrullaba el amplio terreno entre segunda y tercera base, con el llamado “Monstruo Verde” -la altísima pared que hace casi infranqueable al jardín izquierdo del Fenway Park- de telón de fondo. Allende del Monstruo Verde, sobre el techo del edificio en el 660 de Beacon Street, se alzaba ya entonces uno de los íconos de la ciudad de Boston y de Fenway Park: El gigantesco logo de CITGO; que ocupa ese lugar desde 1940 y en su presente forma triangular desde 1965.

Ni Aparicio, y menos aún los venezolanos de a pie, se imaginaban entonces que ese logo iba a convertirse en un símbolo, primero de la pujante industria petrolera venezolana, luego objeto de ataques políticos, y hoy en un estandarte de la Venezuela que lucha por recuperar la senda de la libertad y el bienestar.

En 1986, la petrolera estatal venezolana, PDVSA, en el desarrollo de su llamada estrategia de internacionalización, adquirió el 50% de CITGO, subsidiaria de Southland Corporation. PDVSA obtenía así la propiedad del 50% del complejo de refinación de Lake Charles en el estado de Louisiana, la sexta refinería más grande de los Estados Unidos, con una capacidad de procesamiento de 425 mil barriles diarios. En 1990, PDVSA adquiría el restante 50%.

Para 1990, PDVSA controlaba cinco refinerías en el territorio norteamericano con una capacidad de procesamiento de casi un millón de barriles por día, cinco millones de barriles de capacidad de almacenamiento y acceso 12.500 estaciones de servicio, la red más grande de los Estados Unidos (Auge y Caída de un Petroestado, Ernesto Fronjosa).

Esta estrategia de aseguramiento de mercado, muy criticada en Venezuela, fue también implementada por otros países productores como México, Arabia Saudita y Kuwait, quienes buscaron asegurar mercado comprando intereses en refinerías en los Estados Unidos y Europa.

“La recuperación de la reputación de una empresa no es fácil de lograr, sobre todo después de años de mala administración, pero sin duda hoy CITGO va por buen camino”

La llegada de Hugo Chávez a la presidencia de Venezuela, en 1999, le dio voz y poder a los actores que de manera secular habían criticado a PDVSA en general, ya las estrategias de internacionalización y apertura en particular, y que ahora veían la oportunidad de desmontarlas desde adentro. Es así como, partir de 2003, la nueva administración de PDVSA inicia un proceso de desinversión, tanto en los Estados Unidos como en Europa, por razones empresariales que nunca han estado claras, ni pretendemos analizar aquí. Es fácil deducir, sin embargo, que los fondos obtenidos de la venta de esos activos terminaron siendo dilapidados en la bacanal de desperdicio que fue la administración de Hugo Chávez y su sucesor Nicolás Maduro.

Ya para el 2016, el sistema CITGO se había reducido a sólo tres refinerías – Lake Charles, Corpus Christi y Lemont– con una capacidad de procesamiento de 750.000 barriles por día, sustancialmente reducida desde su apogeo a principios de siglo, pero aún el 7% de la capacidad de refinación norteamericana.

El fondo del barril de esta des-internacionalización, para decirlo de alguna forma, sucede en el 2016, cuando PDVSA ofrece como colateral el 50.1% de las acciones de CITGO para lograr postergar hasta el 2020 el pago de unos bonos que vencían en el 2017, -la legalidad de esta operación fue cuestionada en su momento por la Asamblea Nacional-. Posteriormente, ese mismo año, PDVSA ofreció a la empresa rusa Rosneft el 49,1% restante de las acciones de CITGO a cambio de un préstamo.

De esa manera, CITGO, otrora el barco insignia de la industria petrolera venezolana, termina siendo asediada por los acreedores de PDVSA y de la República; víctima de la incompetencia gerencial y de las políticas equivocadas de las administraciones de los últimos 20 años.

Cuando amanece el 2019, y la situación política venezolana se vuelve fluida, la Asamblea Nacional (AN) se encuentra no sólo con un andamiaje del país en general en franco deterioro, sino que también entiende que los activos de PDVSA en el exterior, en particular el sistema CITGO, estaban en peligro de ser perdidos por falta de gestión del régimen de Maduro.

Así las cosas, el presidente de la Asamblea Nacional y presidente interino, Juan Guaidó, con el acuerdo de la Asamblea Nacional y el apoyo del gobierno norteamericano, asume la decisión, temprano en su gestión, de tomar control de la cadena de propiedad de CITGO y a esos fines nombra las juntas que se ocuparán del resguardo de esos importantes activos.

“El sistema de refinerías CITGO ha empezado a levantar cabeza operacional y financieramente”

Hoy, sólo meses más tarde, la gestión de esos grupos continúa, es una tarea compleja y de largo aliento. Sin embargo, uno puede y debe apuntar hacia los logros que esas decisiones de la Asamblea Nacional y el Presidente interino han materializado por medio de los profesionales nombrados para tales fines.

Por una parte, el sistema de refinerías CITGO, que había pasado a ser una especie de paria dentro del sistema petrolero y financiero donde opera, ha empezado a levantar cabeza operacional y financieramente. La recuperación de la reputación de una empresa no es fácil de lograr, sobre todo después de años de mala administración, pero sin duda hoy va por buen camino. Las acciones de la nueva dirección de CITGO, proba y profesional, han comenzado a tener efectos positivos en lo empresarial, en la recuperación de la moral organizacional y en la percepción de sus suplidores y clientes. Un trabajo de ladrillo a ladrillo, con mucho que hacer todavía, pero con hombres y mujeres, venezolanos y norteamericanos, comprometidos con esa nueva visión. Los resultados operacionales y financieros de CITGO a la fecha dan fe de esto.

Por otro lado, como ya apuntamos, CITGO es el locus de una serie de demandas de acreedores tanto de PDVSA como de la República, y esos temas son tan o más complejos de gestionar que el refinar petróleo y vender productos. En ese sentido, se ha venido desarrollando toda una estrategia legal y política que a la fecha nos permite el tiempo y el espacio para buscar soluciones estructurales mientras se resguardan los activos para la Nación venezolana. Esa también es una tarea larga, compleja y muy difícil, pero que es importante acometer.

Uno se pudiera preguntar ¿para qué todo esto?, ¿por qué no dejar perder CITGO? Después de todo sería sólo uno más de los múltiples desafueros del régimen.

Más allá del papel que CITGO debe jugar en la eventual recuperación de Venezuela, dejar perder un activo que simboliza las aspiraciones del país que queremos volver a tener sin dar la pelea, es impensable, diría que hasta irresponsable. Ya más adelante, cuando recobremos como Nación nuestras instituciones, podremos decidir con inteligencia qué hacer de la Industria Petrolera Nacional en general y de CITGO en particular.

En el 2006, Hugo Chávez, en su discurso ante las Naciones Unidas, calificó al entonces presidente norteamericano George W. Bush como el “diablo”. Jerry McDermott, concejal de la ciudad de Boston, propone que el logo de CITGO, en 660 Beacon Street, sea removido como retaliación a la ofensa; la sugerencia es desestimada por el Alcalde Thomas Menino, quién argumenta que el logo es un símbolo de la ciudad; el logo sobrevive.

Aparicio ya no juega en Fenway Park, los que conceptualizaron la internacionalización ya son historia, pero la excelencia que ellos simbolizan se resiste a desaparecer y vive detrás del Monstruo Verde: Un icono asediado que se resiste a morir.

*Presidente de la junta administradora ad hoc de PDVSA.

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