Londres.- Por haber sido la tierra que vio nacer a Adam Smith, quien muchos califican como el padre de la economía moderna, el Reino Unido es considerado el origen del capitalismo tal y como lo conocemos. Sin embargo, la pandemia del Covid-19, que en las últimas semanas azota al mundo, está dando unas lecciones de socialismo no vistas por estos predios. ¿La razón? El coronavirus está atacando a ricos y pobres, poderosos y débiles, sin distinción.
A medida que el número de infectados y fallecidos aumenta, ya hay más de 50 mil contagiados y 5 mil muertos, también lo hace el miedo y zozobra entre los habitantes del país, en especial cuando son informados de que personajes como el propio primer ministro, Boris Johnson, no solo ha contraído la enfermedad sino que ha debido ser hospitalizado, por continuar presentado fiebre y tos tras diez días de confinamiento.
Con el jefe del Gobierno cayeron en cama su principal asesor, tres ministros, entre ellos el de Salud, Matt Hancock, y el propio jefe del equipo médico que asesora al Ejecutivo en esta crisis. Pero días antes se había informado que el príncipe de Gales, Carlos de Inglaterra, el heredero al trono, también había dado positivo en un examen que le fue practicado. A esto hay que sumarle los 20 diputados que desde mediados de enero comenzaron a reportarse enfermos y a estrellas como el actor Idris Elba, famoso por interpretar a Nelson Mandela en 2013.
Y aunque en el Reino Unido se mantiene la tendencia mundial, según la cual las personas ancianas y con condiciones médicas preexistentes corren mayor riesgo de perecer, esto no implica que el resto de la población esté fuera de peligro. Así quedó en claro el pasado 4 de abril cuando se conoció que un niño de apenas 5 años de edad falleció debido a la enfermedad. Estos datos comprueban que el coronavirus no se detiene ante condición social, económica o racial.
Bajo sospecha
La decisión de Londres de romper el consenso asiático y europeo frente a la pandemia y no establecer una cuarentena oficial ha comenzado a ser cuestionada dentro del país, a medida que la cifra de víctimas fatales aumenta. Desde el 31 de marzo hasta el 5 de abril el número de fallecidos subió 175%, al pasar de 1.789 a 4.934 y en cinco días consecutivos la cifra de decesos registrada superó a la del día anterior. Una encuesta de la empresa Ipsos MORI, publicada el 2 de abril, reveló que el 56% de los británicos consideraba que la respuesta del Gobierno había sido lenta.
Apenas el 12 de marzo el Ejecutivo comenzó a pedirle a los ciudadanos que presentaban los síntomas de la enfermedad que se quedaran en sus casas por siete días, y seis días después fue que cerró los colegios; mientras que esperó hasta el día 20 para ordenar el cierre de los bares, restaurantes, discotecas y teatros.
“La respuesta del Gobierno ha sido lenta. Viendo lo que ocurría en Italia y en España ha debido tomar las medidas de distanciamiento social antes, aun cuando estas golpearan duramente a la economía”, se quejó Héctor Da Silva, un emigrante venezolano que tiene dos años en Londres.
En lo que no se ha demorado Johnson es en pedir poderes especiales al Parlamento para actuar. Así ahora en el país está vigente una ley que permite a la policía imponer multas a cualquier ciudadano que viole las normas de distanciamiento social, o que sea sospechoso de estar esparciendo el virus.
Un giro de 180 grados
Como en la mayoría de los países afectados, la pandemia ha trastocado profundamente la rutina de los casi 70 millones de habitantes que tiene el Reino Unido, los cuales desde hace tres semanas permanecen la mayoría de su tiempo en casa, aunque todavía pueden salir una vez al día a comprar alimentos y medicinas e incluso a hacer ejercicios al aire libre, siempre y cuando mantengan una distancia de dos metros con cualquier otra persona.
La capital británica luce desolada. Las cientos de personas que a diario luchan por fotografiarse ante íconos como la Casa del Parlamento o el Ojo de Londres, a las orillas del río Támesis; así como la plaza de Trafalgar o el Palacio de Buckingham han desaparecido. Lo mismo ha ocurrido con los compradores que recorren las comerciales calles Regent y Oxford ávidos de ofertas. Lejano se antoja ese 2019 en el que 19 millones de personas visitaron la urbe, considerada como una de las más cosmopolitas del mundo.
Degustar una “pinta” de cerveza en alguno de los famosos “pubs” es algo impensable hoy, pero no solo eso sino incluso acudir a misa. Desde hace dos semanas las iglesias permanecen cerradas y así continuarán los próximos meses, informaron las iglesias anglicana y católica, las cuales indicaron que celebraciones como las bodas se limitaran a cinco personas, incluidos los novios y el sacerdote. Las mezquitas y sinagogas también han sido cerradas en un tiempo por frenar la propagación del virus.
Pero las restricciones podrían ser endurecidas si la enfermedad continúa extendiéndose, reconocieron las autoridades, las cuales estiman que lo peor podría producirse en cuestión de días y que el balance de fallecidos podría llegar a los mil diarios. “Los modelos nos sugieren que el pico podría alcanzarnos antes de lo previsto”, alertó el ministro de Salud, Matt Hancock.
¿Cuándo podría volver la normalidad? Desde el Gobierno evitan fijar una fecha y aseguran que tomará tiempo.
“Dentro de unas semanas podremos pasar a un régimen que no será una vida normal. Quiero enfatizar eso, pero será algo más relajado en términos de distanciamiento social y economía, pero dependerá de las pruebas. No tenemos todas las respuestas, pero claramente queremos pasar a una situación en la que, al menos a fines de mayo, podamos sustituir algunas de las medidas actuales por otras menos intensivas, más basadas en tecnología y pruebas”, declaró el infectólogo Neil Ferguson, miembro del Grupo Científico de Emergencias que aconseja al Ejecutivo.
La gravedad de la situación obligó a la reina Isabel II a dirigirse a sus súbditos en un mensaje extraordinario, en el cual trató de levantar la moral vaticinando: “Venceremos y esta victoria será de todos. Volveremos a estar con nuestros amigos, familia y nos veremos otra vez”.