En la aldea
05 octubre 2024

Hugo Chávez en el programa Aló Presidente No.101, en el momento en que toca el pito tras despedir a un grupo de trabajadores de PDVSA.

Chacumbele

Hugo Chávez despidió a ejecutivos, gerentes, técnicos y obreros especializados que gracias a sus esfuerzos, tesón y arduo trabajo durante años habían hecho posible convertir a PDVSA en una de las más pujantes y eficientes empresas petroleras a nivel mundial. La cifra de despedidos llegó a ser de unos 20.000 empleados, la mitad de la nómina de PDVSA, con el agravante que eran los más competentes y capacitados con los que contábamos. ¿Cómo pretendían manejar una industria tan compleja y variada sin el personal calificado?, ¿qué llevó a Chávez a semejante estropicio?

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Los venezolanos tenemos vívidamente en nuestras memorias aquel 7 de abril de 2002 cuando Hugo Chávez, en su show semanal, “Aló Presidente”, con un pito en su boca despedía a un grupo de ejecutivos y gerentes de PDVSA. Fue una escena grotesca, ver al Presidente de la República tocando el pito y vociferando: “¡Fuera, fuera!”, fue algo jamás visto en la historia, ni aun en los momentos más aciagos de Venezuela. Era ver a alguien que en función de su investidura se creía dueño y señor del país, capaz de destituir, sin fundamento alguno, a leales servidores públicos cuyo único delito fue oponerse a la politización de Petróleos de Venezuela y a un manejo arbitrario de la empresa.

Jamás pensó Chávez, en su gigantesca ignorancia, los terribles efectos que ello tendría para el país y aun para su propio gobierno. Allí comenzó un goteo, cada vez mayor, de despidos de ejecutivos, gerentes, técnicos y obreros especializados que gracias a sus esfuerzos, tesón y arduo trabajo durante años habían hecho posible convertir a PDVSA en una de las más pujantes y eficientes empresas petroleras a nivel mundial. La cifra de despedidos llegó a ser de unos 20.000 empleados, la mitad de la nómina de PDVSA, con el agravante que eran los más competentes y capacitados con los que contábamos.

“Fidel Castro siempre quiso tener acceso al petróleo de Venezuela (…) tener la posibilidad de manejar una empresa con una gran capacidad de accionar político en las relaciones internacionales”

Esta desquiciada acción fue la que me dio pie para titular esta nota como “Chacumbele”, el nombre de esa vieja y popular canción que decía “el mismito se mató”. Eso fue lo que hizo Hugo Chávez. Jamás pensó, por ignorante, que esa decisión se le revertiría a él y a su sucesor, ¿cómo pretendían manejar una industria tan compleja y variada sin el personal calificado? La salida que se le ocurrió fue llevar el personal que quedaba en 20.000 personas a más de 120.000; la gran mayoría de ellos sin conocimiento, sin formación, sin experiencia. Los resultados están a la vista.

La gran pregunta que uno se hace es ¿qué llevó a Chávez a semejante estropicio? Él mismo lo dijo algunos años más tarde. Que había sido una estrategia para obligar al personal de PDVSA a pisar un peine y así tener el pretexto para proceder como lo hizo. Cuesta creerlo. No creo que su cabeza le diera para eso, creo que el asunto vino por otro lado y los cubanos han debido tener la mano metida en el tema.

Fidel Castro siempre quiso tener acceso al petróleo de Venezuela. Su interés era no solo disponer de importantes suministros petroleros, a cero costo para su país, sino tener la posibilidad de manejar una empresa con una gran capacidad de accionar político en las relaciones internacionales. Ambas cosas las logró. Durante mucho tiempo Cuba dispuso de un volumen de petróleo sin ningún tipo de costo para ellos; pero, por otra parte, a través de Chávez, y de los recursos petroleros, desarrollaron entre ambos una dinámica política internacional utilizando el petróleo como herramienta de penetración política. Eso ocurrió de manera palpable en los países del Caribe y de América Latina. El Acuerdo de Cooperación Energética con Cuba, Petrocaribe y los múltiples acuerdos firmados con países de la región fueron parte de esa estrategia. Así lograron alinear a los países caribeños y latinoamericanos. Ni el Acuerdo de Cooperación Energética, ni Petrocaribe, ni el Alba hubiesen funcionado si al frente a Petróleos de Venezuela hubiera existido una gerencia profesional. No lo hubieran permitido y Fidel Castro lo sabía.

“Ni el acuerdo de cooperación energética, ni Petrocaribe, ni el Alba hubiesen funcionado si al frente a Petróleos de Venezuela hubiera existido una gerencia profesional. No lo hubieran permitido, y Fidel Castro lo sabía”

Suministrar petróleo sin pago alguno estaba reñido con las más elementales prácticas gerenciales, de manera que había que remover el obstáculo que significaba ese personal para el logro del objetivo político que se pretendía. Y lo lograron. Los países del Caribe y muchos de América Latina fueron puestos de rodillas, o al menos lograron que fueran cómplices en el proyecto expansionista ideológico que se fraguó. Por otra parte, el manejo discrecional de recursos procedentes de las exportaciones petroleras no hubiese sido posible si al frente de PDVSA hubiera existido una gerencia profesional orientada a la defensa de los intereses del país. Lo que vino después fue una absoluta complicidad para el manejo discrecional de los recursos que fueron utilizados para fines de expansión política y compra de solidaridades. Pero más aún, la expulsión de PDVSA de gerencia profesional abrió las puertas para la politización de la empresa y la desbordada corrupción que hemos visto todos estos años.

Todo no queda allí, Chávez tampoco se paseó por el efecto que tendría sobre la buena marcha operativa de la industria el desmantelamiento de la formidable capacidad de gestión que se había logrado. La improvisación, la falta de experiencia, la casi nula capacidad profesional y técnica fue mermando las habilidades para manejar una empresa, como hemos dicho, de gran complejidad. El régimen ha vivido de los recursos que se lograron acumular durante los años de la gestión exitosa en materia de exploración. Allí estaban las reservas cuando Chávez llegó al poder en 1999. Lo que no pudieron hacer fue sostener la capacidad de producción que a pulso y esfuerzo se había logrado llevar a 3.300.000 barriles por día. La perforación de los pozos requiere de profesionales competentes que dirijan la actividad. Al carecerse de estos últimos, es imposible mantener el potencial de producción, que cae inexorablemente. Los yacimientos son complejos y requieren de técnicas de ingeniería que permita su manejo óptimo, así es en todas las actividades de la industria, el recurso humano es fundamental, la producción fue disminuyendo en el tiempo y la misma sucumbió hasta los niveles actuales de 700.000 barriles por día.

“Tampoco hay suficiente gas para cubrir las necesidades del mercado interno, los venezolanos están regresando a la época pre-petrolera de hace más de 100 años, cuando se cocinaba con leña”

Otro tanto ocurrió con las refinerías, estas plantas industriales son muy complejas. Se trabaja a altas temperaturas y presiones con materiales inflamables y de muy peligroso manejo, como son los combustibles. Necesitan, además, de un mantenimiento preventivo adecuado. Las paradas de plantas, para someterlas a mantenimiento preventivo, es un requerimiento fundamental de las buenas prácticas operacionales. Si a eso se suma la incapacidad y la inexperiencia, los resultados los hemos presenciado en los últimos años. El sistema de refinación nacional es una ruina, las refinerías están en el suelo y no están en capacidad de refinar ni siquiera el petróleo que se requería para suministrar la demanda interna de combustibles. La escasez aguda que existe hoy de suministro de combustibles al mercado interno es resultado del mal manejo de las refinerías. Tampoco hay suficiente gas para cubrir las necesidades del mercado interno, los venezolanos están regresando a la época pre-petrolera de hace más de 100 años, cuando se cocinaba con leña.

En fin, como dice el título de este artículo, a Chávez le pasó lo de Chacumbele, el mismito se mató, lo malo fue que también mató a PDVSA y a la portentosa industria petrolera venezolana.

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La opinión emitida en este espacio refleja únicamente la de su autor y no compromete la línea editorial de La Gran Aldea.
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