
La PDVSA “negra-negrita”
Luego de 2007, cuando Hugo Chávez arremetió con su toma de control de la Faja Petrolífera del Orinoco para poner a Petróleos de Venezuela por entero al servicio de su modelo socialista, se impuso la frase de que PDVSA era “roja-rojita”. Así lo vendía el entonces zar de la industria, Rafael Ramírez, quien cumplió al detalle la orden de hacer de PDVSA una pieza clave para articular el populismo y la diplomacia petrolera que debían atornillar al chavismo políticamente. El modelo, que acabó con la industria petrolera desmantelada por la desinversión, la mala gerencia y la corrupción, al punto de que la producción diaria no alcanza al millón de barriles diarios, ahora debe ser revertido. Tareck El Aissami parece ser el hombre que liderará el desmontaje del ensayo fallido y quien tratará de privatizar lo estatizado a trocha y mocha, para reflotar la principal fuente de recursos de la nación. El logo ya no sería rojo. Ese capítulo mejor dejarlo atrás. La PDVSA del madurismo sería “negra-negrita”. Más claro imposible.
Reacomodo del poder
Desde hace dos años el poder de Tareck El Aissami en el área económica es innegable. Así como alguna vez Rafael Ramírez fue el hombre fuerte de las finanzas, asumiendo incluso la Vicepresidencia Económica, ahora lo es El Aissami. La salida del general Manuel Quevedo de PDVSA es su última cuota alcanzada al desplazar las fuerzas de Diosdado Cabello en la industria petrolera. Pero a diferencia de Ramírez, a El Aissami le toca administrar las cenizas, los despojos. Aun así, sigue quedando mucho dinero que mover a través de sus distintas fichas colocadas estratégicamente en las estructuras del poder, sin perder de vista que tendrá la muy tentadora responsabilidad de abrir los espacios al capital privado en la industria petrolera. El hecho de que esté sancionado por la OFAC de EE.UU. e incluido en la lista de los más buscados por el Servicio de Inmigración y Control de Aduana de ese país, ya perfila lo que será ese proceso.
¿Quién lidera Sunagro?
La Superintendencia Nacional de Gestión Agroalimentaria (Sunagro) ha estado sonando con fuerza en los últimos días tras la intervención de Coposa y la toma de control de las ventas de Polar, Plumrose y Matadero Turmero, las más recientes acciones efectistas del régimen de Nicolás Maduro sobre el sector privado. Al frente de Sunagro se encuentra desde hace seis años el general Menry Fernández. Lo llamativo del general es su trayectoria como oficial de planta de la Academia Militar para la formación de cadetes con ideas socialistas y su compromiso ideológico con el chavismo, por el que no duda en “hacer lo que haya que hacer”. Su huella se siente en los Círculos Bolivarianos, los mismos que ayudó a modelar Miguel Rodríguez Torres. A lo largo de su período como superintendente ha librado una ardua pelea con Empresas Polar solo apaciguada por los reacomodos tácticos del régimen para su sobrevivencia y ahora viene con todo.
Garrote y zanahoria
El régimen de Nicolás Maduro se afana por sobrevivir. No tiene ingresos, ni ahorros, ni margen de gestión. Solo le quedan algunas alianzas estratégicas poco escrupulosas, que ven en la crisis una oportunidad para hacer negocios. De estas alianzas se está valiendo para pactar las pocas operaciones petroleras que se registran y traer al país algunos barriles de gasolina. Pero no es suficiente y el chavismo lo sabe. Por eso, en medio de una oleada de protestas sociales a nivel nacional sin importar la cuarentena, se arrojó por el peligroso camino de las intervenciones de empresas y la reedición de los controles de precios. Así puede acallar momentáneamente los reclamos mientras gestiona soluciones. Lanzó el garrote, pero prepara la zanahoria, porque necesita de los privados para no desfallecer. El régimen está por liberar algunos pocos recursos en el mercado cambiario para oxigenar a sectores estratégicos, con la esperanza de que puedan seguir costeando materias primas y garantizar producción. También vienen las exenciones arancelarias y los incentivos, esos que no mostrará en cámara mientras exacerba el verbo revolucionario a conveniencia, pero con los que espera contener el colapso general.
