En la aldea
03 diciembre 2024

El Béisbol en Venezuela: Los héroes del ‘41 (y II Parte)

El día del juego el país se paralizó, aquel 22 de septiembre de 1941 la selección venezolana venció a la cubana 3 carreras por 1 y se tituló campeona mundial. Un país donde una clase formada fuera de las fuerzas castrenses buscaba abrirse paso en la historia y que, de manera decidida, elevaba el reclamo por una mayor participación política marcando así los primeros pasos de un largo camino hacia la democracia. Los nuevos campeones mundiales, sin proponérselo, regalaron a la sociedad venezolana unos símbolos de los que ningún libro tenía que contarles, unos héroes de carne y hueso que además eran sus vecinos, que habían surgido de sus propias calles: Los héroes del ‘41.

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El out 27 que anunciaba el final del juego cayó en el estadio La Tropical de La Habana, Cuba. Las gradas quedaron enmudecidas. No se trataba de un out cualquiera. Venezuela, afianzada en el brazo del “Chino” Canónico y en los bates de Héctor “Redondo” Benítez (4-3) y José Pérez Colmenares (4-2), acababa de vencer a los de casa en el último juego del calendario del todos contra todos de la IV Serie Mundial Amateur de Béisbol de 1941. El resultado decretaba el empate entre ambas selecciones, siete victorias contra una derrota. Horas antes del encuentro nadie dudaba que Cuba ganaría de manera contundente. Sin embargo, la afición de la Isla tuvo que soportar el duro golpe y todos los arreglos para la celebración del tercer título mundial amateur consecutivo de los antillanos tuvieron que ser cancelados. Era el 17 de octubre de 1941.

La noticia estremeció Venezuela. La prensa y las emisoras de radio ocuparon sus espacios estelares con la nueva buena. Las expectativas con las que la selección criolla había partido para La Habana se consideraban más que excedidas, y ahora las notas periodísticas anunciaban la necesidad de un juego extra de desempate. En La Habana, la reunión para definir los términos del desafío se realizó de inmediato. El coronel Mariné quería que el “bonito” se realizara al día siguiente. Abelardo Raidi tenía otros planes.

El periodista y delegado de la selección venezolana propuso que el juego de desempate se pospusiera cuatro días adicionales, argumentando la necesidad que tenían ambas novenas de descansar, así como el impacto que ello podía tener en la taquilla y otros negocios relacionados con el torneo en la Isla. El coronel no compró por completo el planteamiento, y Abelardo amenazó con retirarse y regresar a Venezuela si la organización no accedía a sus demandas. De hecho, algunos jugadores criollos acariciaron la posibilidad que sugería la amenaza del delegado criollo: ¿Por qué no dejar las cosas de ese tamaño y regresar al país con una victoria que se interpretaba ya como admirable? Tanto Raidi como el manager Malpica alejaron tales vacilaciones de la mente de sus muchachos, y les convencieron de que luchar por el todo o nada era el camino correcto. ¿Acaso alguna vez la senda de un héroe ha estado libre de dudas?

En las oficinas de Mariné, Raidi atacó cual avispa decidida. Abelardo, de manera sagaz, dejó entrever en medio de la negociación que el coronel albergaba algún temor de enfrentar a los venezolanos. Como suele suceder, la soberbia probó ser más pesada que cualquier argumento. “¡Cuba no le teme a nadie!”, contó Raidi que Mariné gritó golpeando la mesa. El estruendo del puño del militar sobre la madera recorrió 1.115 millas náuticas hasta las costas de la tierra del Turpial y el Araguaney, y otra batalla fuera del terreno de juego había sido conquistada por el joven delegado de la selección venezolana. En esta ocasión, y apelando al orgullo del dirigente antillano, Abelardo Raidi había logrado para su causa el tiempo necesario para que el brazo del “Chino” Canónico descansara y pudiera estar a tono para abrir el encuentro decisivo.

héroes del 41
Recibimiento en La Guaira.

La movida era crucial para las aspiraciones venezolanas. Canónico no era el brazo más fuerte del cuerpo de lanzadores criollos, pero sí el más hábil y la mente más fría para navegar la presión que significaba aquel desafío. En el todos contra todos que acababa de culminar, había ganado cuatro de los siete triunfos de la selección, con una efectividad de 1,69 en 32 inning lanzados.

Los hechos suscitados en torno a la definición de la fecha del juego extra eran de tal significancia que, según relató Eleazar Díaz Rangel, el mismo presidente Isaías Medina Angarita, que hacía cinco meses había sustituido a López Contreras en el poder, fue consultado sobre la posibilidad de realizar el juego de desempate o retirarse del torneo. Medina fue abordado mientras jugaba golf junto al secretario de la presidencia, Arturo Uslar Pietri, en los campos del Country Club. “Que desempaten, pero que sea en un solo juego, porque Canónico es el único que le puede ganar a los cubanos”, dijo el mandatario. El juego se fijó para el 22 de octubre de 1941.

Los días que transcurrieron hasta la fecha del encuentro generaron gran expectativa en un pueblo venezolano que días antes ni siquiera se hubiese atrevido a soñar con tal situación. Si bien vencer a Cuba en dos juegos consecutivos sonaba como una idea descabellada, el país abrazó la oportunidad que los muchachos de las gorras y los guantes le ponía al frente. Durante días ningún otro tema pudo competir con la atención que el esperado encuentro acaparaba. Incluso las noticias sobre la guerra que se desarrollaba en Europa, donde Hitler avanzaba sobre suelo ruso luego de que en junio decidiera romper el acuerdo con Stalin y reactivar el frente oriental, tuvieron que conformarse con un rol secundario en los medios de comunicación venezolanos.

El día del juego el país se paralizó. El presidente suspendió el Consejo de Ministros. A las dos de la tarde solo quedaban abiertos en la capital botiquines y cafés con las radios de frecuencia corta encendidas. En La Habana, una hora antes de iniciar el desafío, La Tropical estaba colmada por -según los reportes oficiales- 32.185 fanáticos, entre los que se encontraba el dictador de la Isla, Fulgencio Batista. Los muchachos venezolanos jamás habían visto tal aglomeración. Desafortunadamente, aquella masa no estaba ahí para aplaudirles.

“Escuchar las entrevistas grabadas de los protagonistas donde describen el momento en el que el barco se acercaba a la costa venezolana, resulta en una hermosísima evocación del poema ‘Vuelta a la Patria’ de Pérez Bonalde”

Por Cuba abriría, de nuevo, el pícher estrella y jugador más valioso del torneo de 1940, el “Premier” o “Guajiro de Laberinto” Conrado Marrero, quien nueve años después, a la edad de 38 años, debutaría en las Grandes Ligas con los Senadores de Washington, con quienes permaneció hasta los 42 años. La selección criolla sabía que el punto débil de Marrero eran los primeros innings, ya que luego de una o dos entradas su brazo se volvía tan efectivo como el mejor. Anotar rápido era esencial, y para ello se prepararon.

Las cosas empezaron bien para los criollos, que lograron el cometido de aprovechar temprano a Marrero. En el primer inning los de Venezuela se ajustaron al plan y dejaron pichar al “Premier”. José Pérez Colmenares (¿verdad que leen este nombre y en su cabeza terminan diciendo “de Maracay”?), y Héctor Benítez “Redondo” se embasaron por boleto. Con un out en la pizarra, Jesús “Chucho” Ramosconectó doblete seguido de un error de los cubanos ante un batazo de José Antonio Casanova, y un sencillo de Julio Bracho que terminó de consolidar el rally de tres carreras para los venezolanos, que a la postre resultó suficiente para obtener la victoria.

Canónico sometió a la selección antillana a una dieta de bolas de nudillos que durante nueve largos innings sacó de paso a una selección acostumbrada a castigar rectas. Los locales pusieron hombres en base en cada episodio, pero la sobriedad del “Chino” le permitió encontrar la fórmula para salir airoso en todas las entradas, con excepción de la novena, cuando Cuba montó una amenaza real a las aspiraciones de los venezolanos. El manager criollo no se inmutó. No llamo a calentar a nadie. Canónico recibía así toda la confianza para culminar el encuentro. Al final, los anfitriones anotaron solo una rayita antes de que Pedro Galeana, voz autorizada para transmitir el juego desde La Tropical, narrara el último out que cayó forzado en segunda de las manos de Casanova al guante de Finol. La selección venezolana venció a la cubana 3 carreras por 1 y se tituló campeona mundial.

De inmediato una fanaticada incrédula se lanzó al terreno y, cuál escena final de Rocky IV en Moscú, aclamó a los valientes vencedores que levantaban a Canónico en hombros. La leyenda estaba sellada. Venezuela estalló en algarabía y Caracas se desbordó hacia La Guaira para recibir, siete días después -el 29 de octubre- a la selección que llegó a bordo de un buque de guerra cubano. Escuchar las entrevistas grabadas de los protagonistas donde describen el momento en el que el barco se acercaba a la costa venezolana, resulta en una hermosísima evocación del poema “Vuelta a la Patria” de Pérez Bonalde.

El buque atracó en el puerto, rodeado de botes y aviones desde los que caían flores de alegría, ante la mirada de miles de personas que aguardaban en tierra firme. La bienvenida fue estremecedora. El camino hacia Caracas por la carretera vieja estaba rodeado de campesinos que saludaban y disparaban al aire pistolas y escopetas honrando a los campeones. En el estadio de El Paraíso se realizó un acto que se prolongó hasta la noche, cuando Andrés Eloy Blanco dedicó un poema a los homenajeados. Isaías Medina Angaritadecretó el 22 de octubre como el día nacional del deporte en Venezuela, y la selección recorrió el país causando algarabía a donde quiera que llegaban.

Y es que la victoria en La Habana era más que la simple conquista de un campeonato. Aquel hecho fue el primer éxito deportivo internacional -y de cualquier otra índole- como nación en nuestra historia republicana; una historia repleta de caudillos y figuras militares, en la que los únicos héroes del imaginario social lo conformaban hombres de armas, quienes, siguiendo la política que 70 años atrás había iniciado Antonio Guzmán Blanco, eran exaltados mientras se ignoraba a las figuras civiles. Un país donde una clase formada fuera de las fuerzas castrenses buscaba abrirse paso en la historia y que, de manera decidida, elevaba el reclamo por una mayor participación política marcando así los primeros pasos de un largo camino hacia la democracia. Por lo tanto, los nuevos campeones mundiales, sin proponérselo, regalaron a la sociedad venezolana unos símbolos de los que ningún libro tenía que contarles, unos héroes de carne y hueso que además eran sus vecinos, que habían surgido de sus propias calles: Los héroes del ‘41.

El éxito en la IV Serie Mundial Amateur de Béisbol marcó el hito que dio el impulso final al béisbol como el deporte favorito de los venezolanos. El furor por el juego creció de manera definitiva y pasó a ocupar un sitial en nuestra cultura que jamás ha abandonado. Grandes cosas estaban por venir. La lista de compatriotas en la mira de los cazatalentos de las Grandes Ligas empezaría a aumentar y la profesionalización del juego en el país se colocaba a la vuelta de la esquina. De esta etapa fascinante de nuestra pelota hablaremos en la próxima entrega. Sin embargo, no podemos cerrar estas líneas sin nombrar el roster completo de aquellos héroes, de los que hoy solo queda uno entre nosotros, el “Conejo” Fonseca, con la también heroica edad de 101 años, buscando superar una vez más al pícher contrincante de ese juego legendario, Conrado Marrero, quien falleció en 2014 con 102 años.

Roster de los “Héroes del ‘41”

Daniel “Chino” Canónico (P); Juan Francisco “Gatico” Hernández (P); Domingo “Taciturno” Barboza (P); Ramón “Dumbo” Fernández (P); Pedro “Buzo” Nelson (P); Benjamín Chirinos (P); Felipe Gómez (P); Enrique “Conejo” Fonseca (C); Guillermo Vento (C); José Pérez Colmenares (1B); Dalmiro “El Ovejo” Finol (2B); Luis Romero Petit (3B); José Antonio Casanova (SS); Jesús “Chucho” Ramos, Atilano Malpica (utility); Héctor Benítez “Redondo” (OF); Julio Bracho (OF); Francisco “Tarzán” Contreras (OF); Antonio “Pollo” Malpica (Manager); Carlos Maal (Coach); Jesús Corao (Coach); Jesús Rodil (Masajista) y, quizás el héroe principal, Abelardo Raidi (Delegado).

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