En la aldea
03 mayo 2024

Tres postales de mujeres fulminadas por la pólvora

El tema central que se ha escogido en La Gran Aldea para conmemorar el primer aniversario del portal, es el levantamiento de un compendio de las dos décadas de protestas que se han llevado a cabo en Venezuela. En este texto, le metemos el zoom a tres casos de mujeres que fueron asesinadas en el marco de esas manifestaciones. Una modelo y estudiante: Génesis Carmona. Una enfermera que trabajó cuarenta años en el Hospital Dr. Miguel Pérez Carreño: Xiomara Scott. Y una atleta que amaba el canotaje: Janet Angulo. El único criterio que privó para seleccionarlas es el azar de la memoria. O el logaritmo que todos llevamos dentro después de tantas balas.

Lee y comparte
Gloria M. Bastidas | 28 agosto 2020

1. El click de Mauricio Centeno

Los reporteros gráficos son buenos discípulos de Pávlov: Actúan por reflejo condicionado. Se escuchaban tiros. La multitud coreaba. Los niveles de cortisol se disparaban. Mauricio Centeno se encaramó en un jeep. Los fotógrafos tienen la particularidad de que se convierten en acróbatas cuando saben que es el momento de hacer click. Él mismo le dijo al periodista Eduardo Orozco que lo hizo por instinto. Los manifestantes que se habían congregado en la Avenida Cedeño de Valencia para protestar contra el Gobierno gritaban: “Viene muerta”. No pasó un ataúd frente a los ojos de Centeno. Pasó una moto con tres personas. El piloto, su acompañante y en el medio de ellos una moribunda de preciosa cabellera. Click. Click. Click. Centeno tomó varias fotos.

Tiros. Fuegos artificiales. Bombas molotov. Caos. Parecía que el mundo se estaba acabando. Muchachos corriendo de un lado a otro. Pum. Pum. Uno de los proyectiles aterrizó en el cráneo de Génesis Carmona. Martes fatídico. La joven de 22 años es una Miss. Pero no lleva tacones. No se llevan tacones para las protestas. Calzaba zapatos de goma. Tampoco iba de traje largo. Llevaba blue jean y franela blanca. La cartera le colgaba de un lado. Es una diosa herida en combate. Pero no lleva armas. Nunca las llevó. Era la primera vez que Génesis asistía a una manifestación. Había ido con su madre y sus dos hermanos. Click. Centeno desconoce toda esta historia en esas fracciones de segundos que transcurren mientras Génesis hace su último desfile. Esta vez no es en una pasarela. Salve, reina.

Es ese momento en que el zumbido de las balas rompe la barrera del sonido. Adelante va el hermano de Génesis. Después viene la madre, María Eugenia Tovar. Y de última, ella. La madre nota de pronto que le falta una de sus crías. “¿Dónde está Alejandra?”, pregunta. Génesis dice que no sabe. Le pide a la madre que siga corriendo. Se devuelve a buscarla. También es un acto reflejo. Instinto de protección: Es menor que la Miss. Los demás siguen. Génesis encuentra a Alejandra. Tiros. Al lado de Génesis está su amigo Eugenio. En medio del estupor, ella le toma la mano. Más tiros. La reina se desmaya. Eugenio no se ha dado cuenta de que su compañera está herida en la cabeza. Cualquiera se asusta en un tumulto. Un simple desmayo. Emergencia. Siempre hay un buen samaritano. O dos. La moto hace de ambulancia.

“En Venezuela, la anatomía de una modelo, de una enfermera o de una atleta puede convertirse en un polígono de tiro”

La trasladan al Centro Médico Dr. Rafael Guerra Méndez. Alguien graba el momento en que dos galenos empujan la camilla donde va la Miss para montarla en un ascensor. Lleva una bata azul de clínica como camisa. Todavía viste el mismo pantalón. Los pies desnudos. Ese mismo martes en la noche -fatídico martes 18 de febrero de 2014- la operan. Aquella bala incrustada en su cerebro. La clínica atestada de gente. Gente que rezaba. Gente que lloraba. La pasan a la Unidad de Cuidados Intensivos. El estado de Génesis es de pronóstico reservado. El país en vilo. La noticia en todos los periódicos. De aquí y de afuera. La foto de Centeno copa las primeras páginas. Click. Génesis muere el 19 de febrero. Estudiaba Mercadeo en la Universidad Tecnológica del Centro (UTC). Quería entrar al Miss Venezuela. No clasificó. Qué importa. En 2013 la escogieron como Miss Turismo Carabobo. Estaba llena de sueños. La vida por delante. La muerte por detrás. Salve, reina.

María Eugenia Tovar no vio pasar la moto donde llevaban a su cría agonizante. Estaba en otro punto, ya distante del epicentro de la trifulca. Había corrido y corrido. Una persona que venía de la manifestación le comentó que a su hija le habían disparado. La madre cayó al piso de rodillas y le pidió a Dios que no fuese verdad. Pero sí, era Génesis. Esa bala fulminante. Todavía no se ha hecho justicia. Justicia con mayúsculas. El Ministerio Público acusó, en el informe que levantó sobre las protestas de 2014, a Juan José Maza Seija por presunta complicidad en el homicidio. Le impusieron un régimen de presentación ante un juez. Cada quince días debe acudir al tribunal. Es todo. La madre de Génesis, que ahora vive asilada en Estados Unidos, ha señalado que Maza Seija es dirigente juvenil del PSUV.

La Fiscalía, asimismo, libró una orden de captura internacional contra un ser anónimo, que se supone ha de ser el homicida. No da el nombre. Un caso tan emblemático y no da el nombre. La madre de Génesis menciona a otra persona involucrada en el crimen. Se trataría de Samuel Francisco Martínez García, coordinador del Ministerio de la Juventud. Un día antes de que asesinaran a Génesis, el por entonces gobernador de la Carabobo, Francisco Ameliach, había escrito un tuit. Un tuit de mal agüero. “UBCH, a prepararse para el contraataque fulminante”. Para unos, las movilizaciones son actoscívicos de protesta. Para otros, son tableros bélicos. Salve, reina.

2. La mujer que amaba a los perros

Xiomara Scott vistió de blanco durante cuatro décadas. Esos zapatos lustrados. Esas medias panty. Ese uniforme almidonado. Era licenciada en Enfermería y había sido una de las fundadoras de la Unidad de Cirugía Cardiovascular del Hospital Dr. Miguel Pérez Carreño, donde se realizó el primer trasplante de corazón exitoso en Venezuela. Una dura de las jeringas. Una guerrera light. Quienes la conocieron, dan cuenta de su tolerancia política. El 16 de julio de 2017 salió de su apartamento en el bloque 36 de la urbanización 23 de Enero hacia la Avenida Sucre de Catia. Apenas cargaba un koala con su cédula. Xiomara se disponía a votar en la Consulta Nacional convocada por la Mesa de la Unidad Democrática contra la Asamblea Constituyente propuesta por el gobierno de Nicolás Maduro. Su sobrino la acompañaba.

La enfermera jubilada -lo de jubilada es un decir: Siempre estaba presta a tomarle la tensión a un vecino o a ponerle una inyección a quien la solicitara- se apostó en el punto de votación que estaba ubicado cerca de la iglesia Nuestra Señora del Carmen. Los videos divulgados por las redes ese día daban cuenta del entusiasmo popular. Se oían aplausos y vítores en la populosa e icónica Catia. La Catia de Cabrujas. La Catia de Jacobo Borges. La Catia que todos los políticos quieren conquistar. En el lado contrario de donde estaban ubicados los votantes de la oposición, se hallaba un centro donde el Gobierno haría un simulacro de elección para la Asamblea Constituyente. La Policía Nacional Bolivariana estaba presente en los alrededores de ambos centros en los que se ejercería el sufragio. La situación se puso muy tensa y el sobrino de Xiomara le sugirió que se marcharan. La enfermera, curtida en esas guardias a las que llegaban muchos tiroteados, fogueada en el 23, le dijo que ella se quedaba. Que quería votar. El sobrino se marchó.

Xiomara estaba junto con otro grupo de votantes. Llegaron bandas de motorizados. Algunos portaban capuchas. Otros mostraban sus rostros. Se escuchó una ráfaga. Y otra. Un proyectil encalló en su cuerpo. Región intercostal. Hubo tres heridos más. Todos de bala. La llevaron al Periférico de Catia. Ingresó sin signos vitales. Xiomara: Del pulcro uniforme al cuerpo manchado de sangre. La sangre que también quedó esparcida en el sitio donde ella apenas hacía una cola para ejercer un derecho ciudadano. Los disparos aterrorizaron a la multitud, que se dirigió al interior de la iglesia Nuestra Señora del Carmen a refugiarse. Allí se encontraba el Cardenal Jorge Urosa Savino. El templo fue rodeado. Asediado.

Tenía 61 años. Amaba la democracia. Amaba a los perros. Amaba su profesión. Empezó como auxiliar, luego obtuvo el título de técnico superior y finalmente el de licenciada en Enfermería. Ese mes de julio de 2017, el Foro Penal contó 34 asesinatos producto de la represión de manifestaciones y actos cívicos. Xiomara ocupa una unidad de ese universo. El Ministerio Público, seis días después del asesinato de Xiomara, anunció que se había logrado la privativa de libertad para José Gregorio Rangel (43), Gregooriths Isrraelys Solórzano (33) y Yosbe Alexander Libera (22). Los tres fueron señalados de ser coautores del delito de homicidio intencional con alevosía en perjuicio de Xiomara Scott. El tribunal 43 del Área Metropolitana de Caracas ordenó su reclusión en el Internado Judicial Rodeo III, ubicado en Guatire.

Provea registró 142 asesinatos en el contexto de las manifestaciones de todo el año 2017. El número uno fue para el estudiante Jairo Ortiz. Recibió un balazo mientras participaba en una protesta en Carrizal, Miranda. A Xiomara le tocó el número 100. Hay loterías que nadie quiere ganarse.

3. Cuando la muerte toca tu puerta

El video muestra la escena del crimen. La fachada de una casa modesta. Unas rejas blancas. Dos charcos de sangre en el piso. Un carro que está enjaulado en el estacionamiento. La dueña no lo prenderá nunca más. El reportero Carlos Iván Suárez sostiene el micrófono mientras va narrando los hechos con sobriedad. Es la mañana del 12 de julio de 2017. Las aguas han vuelto a su cauce. El silencio reina en la urbanización Villa Colonial de El Tocuyo, Lara, después de una noche de terror. Ni siquiera cantan los pájaros. El periodista cuenta que en esa casa que se ve al fondo vivía la profesora de Educación Física (jubilada) Janet Angulo, que acaba de ser asesinada horas antes. Tiro en la cabeza. Tiro al blanco.

Nadie ha lavado todavía el piso. Janet Angulo vivía allí con una sobrina de quince años. Una niña especial cuya madre sufría un cáncer de mama y estaba bajo tratamiento en Barquisimeto. Por eso la tía se ocupaba de ella. La noche del 11 de julio se realizaba una protesta en las adyacencias de la urbanización Villa Colonial. Janet Angulo no participaba en la manifestación. Pasadas las diez de la noche, la situación se volvió muy tirante. El guion de siempre. La Guardia Nacional Bolivariana y la Policía de Lara desplegaban la caballería. La gente que protestaba trataba de regresar al complejo de viviendas. Se sentía el olor de las bombas lacrimógenas. Janet Angulo, que estaba dentro de su casa, se dispuso a cerrar la reja del estacionamiento. Tuvo un gesto benevolente: Permitió que una mujer embarazada entrara para que se resguardara. Estuvo a punto de esquivar la muerte. Faltaban segundos para que entrara al interior de la casa. Pero en ese preciso momento en que ya había cerrado la reja una bala le perforó el cerebro.

¿Cómo sacarla de allí para que le prestaran atención médica? Todo estaba oscuro. Seguía la refriega. Los vecinos dieron la voz de alerta a las fuerzas de seguridad. ‘¡Hay una mujer herida!’. Pasaron varios minutos. Quién sabe cuántos. Dicen que veinte. La sobrina especial lloraba. Gritaba. Todavía sufre las secuelas de este momento trágico. ¿Qué puede pensar un ángel en ese instante en que constata que las escenas de una película de terror también ocurren en la vida real? Seguro no pensaba: Gemía. Un vecino se acercó a la casa al escuchar los alaridos. Prendió una linterna. Y vio la herida. Región parietal izquierda. Salió con las manos en alto en señal de auxilio. A Janet Angulo la trasladaron al Hospital Dr. Egidio Montesinos de El Tocuyo. Ya alguien había llamado al centro de salud para avisar que prepararan todo. Que iban con una mujer en estado de suma gravedad. Llegó con signos vitales. La atendieron de inmediato. La intubaron. Pero falleció la madrugada del 12 de julio, al rato de ser ingresada. Nació en Barquisimeto el 12 de enero de 1962.

Janet Angulo destacó como una deportista de alto rendimiento. Fue miembro de la Liga Especial de Baloncesto del estado Lara, juez de la Federación Venezolana de Canotaje y de la Confederación Panamericana de Canotaje. ¿Qué es el canotaje? Acudo al RAE. No consigo la palabra. Navego por Internet. Ah, es un deporte acuático. Se practica con embarcaciones de poco peso: Canoa o kayak. Esa era la pasión de Janet Angulo. Uno de sus lugares favoritos era la represa Dos Cerritos, de El Tocuyo, donde suelen realizarse competencias de esta disciplina. Esa represa es preciosa. Se puede ver desde los páramos de Trujillo. La geografía es un bálsamo. Apenas veinte días antes de que la asesinaran, Janet Angulo había estado allí. No podía imaginarse que pronto vendrían a buscarla. Que tendría que montarse en la barca fúnebre de Caronte, esa figura de la mitología griega que se encargaba de transportar las almas de los muertos de una orilla a otra del río Estigio. La otra orilla: Ese lugar donde está la casa eterna.

¿Y quién fue el que accionando su arma montó a Janet Angulo en la nave de Caronte? La Fiscalía imputó a un funcionario de la Policía de Lara como presunto autor del asesinato: Eduardo José Monserrat García. Ese es el nombre. Todavía no hay sentencia firme. Apenas le dictaron medida de arresto domiciliario. Beneficio procesal para los verdugos. Balas para los que ejercen sus derechos ciudadanos. Balas para los que, sin ni siquiera haber participado en una manifestación, reciben la muerte en su propia casa.

En Venezuela, la anatomía de una modelo, de una enfermera o de una atleta puede convertirse en un polígono de tiro.

Lee y comparte
La opinión emitida en este espacio refleja únicamente la de su autor y no compromete la línea editorial de La Gran Aldea.
Más de Opinión