Fue uno de los arquitectos de la esperada reforma del Estado venezolano a fines de la década de los ‘80, y por años ha sido un analista de la evolución política del país, con una postura crítica frente a la llamada revolución, pero también hacia otros actores clave del acontecer nacional. Profesor, consultor y articulista, Carlos Blanco cree que se están echando las bases de un marco jurídico para desarrollar una operación conjunta de paz y estabilización, entre la comunidad internacional y las fuerzas democráticas de Venezuela. A su juicio, hay que sacudir “el pensamiento de la derrota” que se apoderó del accionar de varios dirigentes políticos, y aprovechar los “cisnes negros”, que de vez en cuando aparecen.
-¿Es posible revertir la crisis y reconstruir la unidad dentro de la oposición?
-Las diferencias son el instrumento que tiene la sociedad para debatir y entendernos. No existe unidad de una vez y para siempre, sino en torno a objetivos y estrategias, en Venezuela la hemos tenido muchas veces; pero cuando estos propósitos se logran o cambian hay debate, enfrentamiento y polémica. La situación actual deriva de dos grandes problemas, uno es el diagnóstico y el otro los objetivos. La diferencia del régimen venezolano con el resto de las dictaduras que hubo en el Continente es que los nuestros no tienen a dónde ir, porque están vinculados a crímenes de lesa humanidad que no prescriben, entonces hay que comprender que con esta gente no se puede llegar a acuerdos que impliquen un eventual desplazamiento voluntario del poder. Sin embargo, desde el año pasado, cuando Juan Guaidó se convirtió en Presidente interino, se produjo una unificación alrededor de la trilogía del “cese a la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres”, pero eso fue enredándose en las patas del caballo y al final fue abandonado.
-¿Por qué usted dice que el mantra del “cese a la usurpación, gobierno de transición y elecciones libre” fue abandonado? Yo veo que lo siguen repitiendo con bastante frecuencia.
-No. Del “cese a la usurpación” ya no hablan, perdóname. Guaidó y su grupo cometieron muchos errores el año pasado, algunos muy significativos, como el de la ayuda humanitaria; el desastre del 30 de abril, que además fue conceptual, porque es la idea de que se puede producir un cambio incorporando a elementos de la represión de la dictadura; y luego, para rematar, vinieron los diálogos de Noruega y Barbados que debemos evaluar también, porque esas conversaciones no fueron para que el régimen cesara, sino para entenderse con él y obtener condiciones para unas elecciones o con Maduro en Miraflores, o sin Maduro en Miraflores, pero con su estructura intacta. Eso generó que el país se desencantara, que la popularidad de Guaidó se enfriara y el apoyo de la comunidad también, porque aun cuando no lo hayan retirado, hay un evidente desinfle en muchos de los aliados, que sienten y dicen que la causa venezolana no tiene salida.
-¿Qué opina del discurso del presidente interino Juan Guaidó en la Organización de las Naciones Unidas (ONU)?
-El discurso de Guaidó ante 36 Estados miembros de la Asamblea General de las Naciones Unidas contiene un elemento fundamental, que es el llamado a aprobar la responsabilidad de proteger a los venezolanos. Como se sabe, de acuerdo con las Naciones Unidas, este R2P está dirigido a proteger a las poblaciones frente a diversos eventos como el genocidio, abusos de guerra, la depuración étnica y los crímenes de lesa humanidad. Es evidente, y quedó reflejado en el Informe de la Misión Independiente de Determinación de Hechos de la ONU, que en Venezuela se han cometido y se cometen violaciones a Derechos Humanos como las que acabo de mencionar, entonces creo que es muy importante esa rectificación de Juan Guaidó, porque significa claramente el abandono de las negociaciones y acciones de carácter unilateral como las expresadas el 30 de abril, entre otras cosas. Me parece que, de seguir por esa línea, se retomaría el “cese de la usurpación” que, como te dije, en la práctica fue desechado y no se ha mencionado más nunca.
-¿Cree que esa solicitud de protección hecha por el presidente interino Guaidó ante la ONU es viable en el contexto internacional de hoy?
-El Artículo 187 numeral 11 de nuestra Constitución establece que la autorización del empleo de misiones militares extranjeras dentro del país puede tener lugar si existe pleno respaldo de la Asamblea Nacional. Lo solicitado por Guaidó es lo que han pedido María Corina Machado, Antonio Ledezma y muchos otros dirigentes desde hace tiempo, así que no es un descubrimiento, pero es un hecho importantísimo que quien es reconocido como Presidente interino lo haya adoptado. Me parece que no hemos visto todavía el apoyo necesario a esta posición entre los partidos que concurren al Parlamento. Hay una especie de extraño silencio entre las organizaciones que conforman el G4. En todo caso, es una posición que me parece apropiada y debemos trabajar por ella. Ahora, pueden venir a decir que es una resolución que tiene que ser adoptada por el Consejo de Seguridad y seguramente será vetada por Rusia y China; eso es verdad, pero yo creo que el problema de la responsabilidad para proteger, va más allá de las Naciones Unidas y se establece como principio universal, por eso yo creo que con la petición hecha y la aprobación por parte del Poder Legislativo, se crea el marco jurídico para desarrollar una operación conjunta de paz y estabilización, entre la comunidad internacional y las fuerzas democráticas del país.
-¿No ha quedado claro que ni Estados Unidos ni el resto de la región están dispuestos a asumir una estrategia de fuerza en Venezuela?
-La política de Estados Unidos es muy compleja, uno puede interpretar de la declaración de Elliott Abrams contra María Corina, que la ruta dura no está planteada; pero si uno oye a Mike Pompeo los últimos días, es diferente. Hace un año Colombia, Brasil y Estados Unidos estaban en una situación de fortaleza que no tienen hoy, por eso las posibilidades de que el tema Venezuela encabece la agenda de las naciones que nos apoyan no es tan probable a como era en 2019, donde había una oposición pujante, un proyecto para salir del régimen, masas en la calle y una comunidad internacional dispuesta. Eso ha variado por los errores y por las situaciones internas que atraviesan los aliados, entonces ahora hay que definir objetivos específicos y buscar nuevamente el apoyo externo para esa estrategia.
-¿Entonces usted cree que el año pasado sí había una disposición por parte de Estados Unidos y la región de ir a una ruta de fuerza?
-Sí, claro, estoy convencido de ello. Por eso en septiembre decidieron aprobar instrumentos como el TIAR; la comunidad internacional estaba en esa dirección, pero los partidos del Gobierno interino se pusieron a negociar elecciones con el régimen.
-Profesor, pero los diálogos con Noruega fueron en junio y el TIAR se aprobó en septiembre, ¿no pareciera ser la causa del enfriamiento que usted menciona?, ¿no será que nunca hubo la disposición?
-Los efectos políticos de esas conversaciones se vieron a inicios de este año, pero eso urge que Guaidó convoque al país a procurar que los aliados internacionales adopten las medidas necesarias. Por cierto, no creo que la salida de Venezuela hacía una democracia está exclusivamente en manos externas ni principalmente en manos externas; yo creo que el problema fundamental es doméstico y es allí donde hay que gestar los objetivos políticos, para luego convocar a las fuerzas internacionales a que nos apoyen. Reitero la necesidad de crear el marco jurídico para que las operaciones requeridas se desarrollen, porque el reto es lograr que a un vigoroso movimiento interno, encabezado por Guaidó, se le sume un apoyo internacional sin precedentes. Sin embargo, tenemos un problema y es que hay un sector, encabezado por Henrique Capriles, que ha asumido que la guerra se perdió. Ese grupo piensa que cómo el régimen se ha impuesto y las estrategias no han servido; hay que “meter la mano por la rendijita”, como dijo el ex gobernador en una declaración reciente. El pensamiento de la derrota se apoderó del accionar de varios dirigentes políticos, pero en una situación de caos como la de Venezuela de vez en cuando aparecen los “cisnes negros”; y eso es lo que ha ocurrido con la declaración de la ONU.
-¿Considera que la forma en que Henrique Capriles y María Corina Machado han expresado sus válidas discrepancias con el Gobierno interino recientemente, ha dejado una imagen positiva de cara a la gente?
-No sé qué tiene de escandaloso lo hecho por María Corina, la idea de la reunión era llegar a acuerdos y si estos se producían ella no le entregaba la carta a Guaidó, pero como no se produjeron se hizo la entrega del documento con la posición que ha mantenido siempre. Creo que tiene el legítimo derecho a decir lo que piensa, desde el punto de vista político. No fue correcto que el Presidente interino se reuniera con ella y Capriles solo para pedirles que apoyaran una consulta popular que es una burla al país. Y tampoco puede ocurrir que para evitar darle un mal mensaje a la población haya que aceptar lo que propone Guaidó; porque él está equivocado y abandonó la ruta que encarnó el año pasado. Yo pienso que en condiciones como éstas el liderazgo que tenga mayor claridad sobre lo que se debe hacer es el que tomará el timón, porque en este momento estamos navegando por instrumentos y todo está oscurecido y parece perdido.
-¿A qué atribuye el desgano o la decepción de la gente hacia la política?
-El desánimo de la gente hacía la política me parece que es perfectamente entendible, porque la mayoría de la población se une a proyectos o iniciativas cuando ve opciones en las que cree y que son de corto plazo. Todas las veces que la ciudadanía se ha volcado a las calles es porque ha respaldado una estrategia, que permite visualizar la posibilidad de instaurar un gobierno democrático y avanzar hacia la libertad en Venezuela. Cuando eso no ocurre las personas vuelven a sus casas y a su vida; y eso es lo que está sucediendo desde el año pasado: La población ha optado por asumir que en este momento no hay salida y está buscando sobrevivir. Pero, ¿cómo se transforma eso? Resolviendo el problema principal que es el de la dirección política, es decir una ruta y equipo que la represente. Urge definir el objetivo y construir esa unidad, en función de eso para avanzar.
-Usted ha visto y trabajado con líderes venezolanos de otras épocas, si tuviera que hacer una distinción entre esa dirigencia y la de ahora, ¿qué diría?
-La diferencia es que el liderazgo actual, salvo excepciones, se caracteriza por su ignorancia histórica, es decir, la mayoría de los dirigentes de este tiempo no tienen conciencia de la historia y los valores que representa la acción política. La dirigencia venezolana que vino después de Pérez Jiménez, tuvo la ventaja de formarse y leer mucho, por eso cuando les llegó el momento de estar en el poder eran ya unos intelectuales, el más importante de todos Rómulo Betancourt, pero también Rafael Caldera, Jóvito Villalba, Gustavo Machado y muchos más, todos con un nivel cultural de primera línea, porque los grandes líderes políticosson grandes intelectuales. Entonces yo creo que los de ahora, por aquello de que han tenido que improvisarse en muchos casos, no tienen la formación necesaria y parece que tampoco tienen los principios.