La salida de Leopoldo López de Venezuela representa para algunos un apagón de esperanza sobre un posible cambio en el rumbo político del país; o la confirmación de la tesis de que todos los políticos, tarde o temprano, se rinden y pactan con Nicolás Maduro.
Lo cierto es que la salida de López de la Embajada de España en Caracas y su discreta llegada a Madrid en un vuelo comercial, representa un movimiento telúrico en el corazón de las fuerzas democráticas venezolanas que luchan por desalojar a Maduro del Palacio de Miraflores. Se abre una nueva etapa.
La salida de López puede representar una oportunidad para reforzar el liderazgo de Henrique Capriles Radonski, que se mantiene en Venezuela acumulando fuerzas con una estrategia intensa de trabajo de campo enfocado en la organización social. La salida de López puede representar una entrada temporal de Juan Guaidó en los pits, para intentar protegerle del enorme desgaste que ha sufrido en los últimos meses, por la imposibilidad de concretar su promesa básica como Presidente interino: El “cese de la usurpación”.
Los más optimistas pueden pensar que López, con relativa libertad de movimiento por el mundo libre y sin la mordaza que lleva puesta desde que se entregó a la justicia chavista, hace seis años, puede liderar una operación que reunifique a esa masa heterogénea de movimientos políticos y sociales que se resisten a la dictadura venezolana, y que hoy se percibe más divida y más débil que nunca.
López ha decidido hacer un movimiento agresivo en el tablero. Le toca salir de su dimensión virtual de Twitter, su ventana de comunicación de los últimos 6 años, para encontrar su lugar en el tablero de la política venezolana desde el exilio, y no precisamente haciendo “diplomacia”.
A diferencia del resto de la dirigencia opositora que opera desde el exterior en los últimos años, López comienza con ventaja gracias a la posición de su padre, quien ocupa un escaño en Bruselas como diputado en el Parlamento Europeo; y el trabajo de su esposa, Lilian Tintori, que se ha consolidado como una reconocida activista alzando la voz en distintos países para denunciar los casos de violación de derechos humanos cometidos por el régimen de Maduro.
Un Leopoldo más visible, más maduro y contundente comienza ya a moverse en la opinión pública internacional, mientras Henrique Capriles retoma la acción de organización social desde el terreno, recorriendo por primera vez en años las calles de los estados más deprimidos Venezuela. Distintos tableros de juego, distintas hojas de ruta, y la conveniencia de realinear toda la estrategia en el objetivo común: Una Venezuela Libre.
Está claro que los movimientos de López y Capriles de los últimos dos meses abren una oportunidad para disipar la incertidumbre generada por las elecciones parlamentarias convocadas por Maduro para el próximo 6 de diciembre, que han puesto en jaque a las fuerzas democráticas venezolanas. Ahora toca responder la pregunta importante: ¿Serán capaces de anteponer el objetivo común sobre sus agendas particulares? Veremos.