Es mucho lo que se ha escrito acerca del llamado voto castigo a lo largo de la evolución democrática del orbe, y ahora se anexa una nueva página en la historia gracias a la campaña electoral de Cilia Flores.
Con el voto castigo se le dice No a quien ha gobernado mal quitándole el respaldo electoral, es decir, otorgándole el voto a otro que represente una opción diferente de aquella que enarbola quien ha ejercicio el poder sin dar respuestas satisfactorias a las necesidades de la población.
Claro está para que esto funcione es necesario que exista un sistema democrático, es decir, uno donde se garanticen los derechos fundamentales de los ciudadanos, haya un Estado de derecho, así como independencia de los poderes públicos y de las instituciones para velar por el buen funcionamiento del Estado; además de pluralidad política y la posibilidad de participación a favor de tendencias distintas de las de quienes ejercen el poder sin represalias, más la posibilidad de celebrar elecciones limpias.
Venezuela no cumple con estas características. En los últimos veinte años la democracia ha ido desdibujándose hasta convertirse en un trapo con retazos, manoseado y mil veces ajustado a conveniencia, para darle algunos visos de legalidad a un régimen que se ha negado a ceder espacios por cualquier vía y, fundamentalmente, a través del voto.
De hecho, la pérdida de la mayoría en la Asamblea Nacional en diciembre de 2015 fue quizá el último paso en la carrera del chavismo para ajustar el sistema y evitar perder el poder. Nunca pudo ser tolerado por los altos jerarcas rojos que, a través del voto a favor de la oposición, el electorado les dijera no a sus propuestas, a sus amagos socialistas y al proceso general de destrucción nacional. Por eso acorralaron a la Asamblea Nacional, a sus miembros e intentaron crear un Poder Legislativo paralelo, lo que no funcionó plenamente debido a la necesidad de engranar con otras naciones en términos de contratos y otras formalidades. Es decir, debido a detalles que requieren un poco más de trabajo de sastrería para también desmontarlos con el tiempo.
Antes ya habían bloqueado decenas de otros “votos castigo”, basta solo con recordar procesos electorales en entredicho y los intentos de referendos y las recolecciones de firmas para decirle “no” al chavismo. Pero esas expresiones han sido desoídas, incluso silenciadas. Más de 5 millones de ciudadanos han tenido que dejar Venezuela debido a la crisis generada por los altos jerarcas rojos que se reparten el país a su antojo, así como por las persecuciones políticas desatadas con furia contra quienes disienten, sin mencionar a los centenares de venezolanos que han muerto a manos de cuerpos de seguridad del Estado por expresar su opinión y reclamar sus derechos.
Pero este no es el “voto castigo” que le interesa a quien lleva dos décadas a la cabeza del régimen; primero en la esfera de confianza de Hugo Chávez y ahora como mano poderosa de la gestión de Nicolás Maduro. No. Cilia Flores es capaz de pararse frente al país y decir que en las parlamentarias del 6 de diciembre “tenemos que hacer voto castigo contra Juan Guaidó y su combo por todo el daño que le han hecho al país” y lo hace porque sabe que en un proceso como el que intentan celebrar el 6 de diciembre para la elección de parlamentarios no existe la posibilidad real de un voto castigo.
¿Para qué hacer este juego de retórica?, ¿por qué la necesidad de este discurso hueco a estas alturas del proceso?, ¿qué piezas está cuadrando puertas adentro entre sus alianzas?
Ojalá fuera posible para los venezolanos darle un voto castigo a Guaidó si se considera que ha sido mala su gestión. Ojalá se pudiera dar un voto castigo a los partidos que han tenido un pésimo desempeño en medio de la peor crisis política e institucional de Venezuela, a quienes vendieron sus curules al mejor postor, a quienes usan la Asamblea Nacional solo para sus fines personales o como herramienta para destruir la democracia, es decir, a la propia Cilia Flores y a tantos otros.
En este proceso sin condiciones para una elección libre, justa y democrática lo único que hay son “votos entubados” en un reparto anticipado de cuotas para que el trapo de retazos dé una apariencia mínima de legalidad y ya, porque ella, junto a los altos mandos del chavismo, le teme al riesgo de medirse electoralmente y sufrir todo el rigor y la fuerza del verdadero “voto castigo” de Venezuela.