En la aldea
26 abril 2024

José Brito, el corrupto que se convierte en juez

Armado de un nuevo look, el “diputado” José Brito parece el modelo de un anuncio del tipo “Antes y Después”, para vender un adelgazante; porque desde que se cambió de bando se ha dedicado a embellecer y ahora luce una barba tipo George Michael, el talentoso cantante homosexual, condición que Brito compara a la de ser delincuente.

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Elizabeth Fuentes | 11 enero 2021

Como un judío tocando piano ante los nazis para salvar el pellejo, el “diputado” José Brito será ahora el encargado de destruir -porque esa es la idea- a quienes lo llevaron a donde está.

Como si semejante desvergüenza fuese poca, al “Presidente de la comisión especial que investigará a la Asamblea Nacional 2016-2021” también le regalaron la Vicepresidencia de la Comisión de Contraloría, chiste que se cuenta solo dada su amplia experiencia no solo en viajar a Europa derrochando el dinero que les facilitó la joya de Alex Saab para que lo ayudaran a lavarse la cara (como han demostrado hasta el cansancio decenas de investigaciones periodísticas), sino que promovió la “Operación Alacrán” destinada a comprar diputados en la Asamblea Nacional que luego  asaltó  para imponer como Presidente a su amigo de lujos y derroches, Luis Parra, para finalmente recibir las siglas del partido que le regaló el Tribunal Supremo de Maduro.

Ahora, José Brito tiene que pagarle al Gobierno los favores recibidos, incluyendo este último de regalarle la diputación de una Asamblea donde a nadie le consta que sacó lo suficiente para estar allí. Un parapeto que tomaron por asalto sus amigos del PSUV, como las hordas de Donald Trump, y al que ningún gobierno decente reconoce porque fue el resultado de una trampa monumental. A cambio, ahora el Gobierno le exige que delate a los suyos, que los “investigue” hasta descubrir que los diputados salientes son peores que el propio Brito, Parra y su banda de indecentes contando dólares escondidos en un baño o rodeados de bolsas de Prada en alguna acera de Madrid. Ahora le toca utilizar el viejo truco de “allá va el ladrón” que grita el ladrón cuando lo persiguen.

Armado de un nuevo look, la transformación de Brito, tanto en política como físicamente, ha sido asombrosa. Parece el modelo de un anuncio del tipo “Antes y Después”, para vender un adelgazante. Porque desde que se cambió de bando, Brito se ha dedicado a embellecer: De aquel hombre con sobrepeso, doble papada y ningún glamour queda poco. Tanto, que podría protagonizar cualquier capítulo de “Queer Eye”, ese show donde cinco homosexuales expertos en buen gusto, moda y comportamiento social, se dedican a transformar la apariencia y los modales de alguien interesado en lucir  mucho mejor.

Y es así como lo vemos ahora luciendo un reloj enorme y carísimo -la última moda entre los chavistas recién vestidos-, muchísimo más delgado después de una liposucción o alguna operación gástrica, con una barba super cuidada que le ensombrece hasta el cuello (el mismo look del talentoso cantante George Michael, homosexual por la calle del medio) más un arreglo en el cabello rarísimo. Basta ver el reciente video de su entrevista en Globovisión, donde asegura que llamó homosexual a un periodista “para estremecerlo sociológicamente (???)”, y percatarnos de que el corte de pelo del “nuevo” Brito busca esconder no solo eso que mi abuela racista llamaba “pelo malo” – chicharrones en venezolano-, sino que a una calva más que incipiente pareciera que su asesor de moda la trata de esconder con tinte negro, de ese que venden en spray para simular las canas.

Y con esa pinta de recién salido del closet, Brito tiene los santos riñones de defender su homofobia, esa que exhibió cuando un periodista le preguntó sobre una presunta propiedad millonaria suya y Brito le respondió acusándolo de homosexual; como si ser gay y ser corrupto fuesen la misma cosa. Como si disfrutar el sexo con quien a uno le dé la gana fuese igual que aceptar dinero de un corrupto para que lo defendiera en Europa, igual a comprar diputados con dinero del Gobierno para destruir a la Asamblea Nacional electa por la mayoría, o robarse las siglas de un partido para seguir disfrutando de la buena vida recién descubierta.

Quizás José Brito crea que eso de ser “un gordito con real” no se ajusta a sus nuevos parámetros estéticos. Que, como a todo chavista recién vestido, no les basta con tapizar la nueva mansión con mármol y montar una tasca en el patio, sino que la remodelación debe incluir el look de quien la habita. Y para eso nada como un tremendo reloj en la muñeca, una corbata Bulgari y una barba a lo George Michael.

La lengua es el castigo del cuerpo, también decía mi abuela racista.

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La opinión emitida en este espacio refleja únicamente la de su autor y no compromete la línea editorial de La Gran Aldea.
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