El pasado 14 de febrero se cumplieron 85 años de una fecha trascendente del siglo XX venezolano. Esta, sin embargo, ha sido olvidada de nuestra memoria colectiva. El año, 1936. Ese día la ciudadanía impuso la democracia en las calles o, al menos, la base para un sistema más abierto a la disidencia y a los acuerdos. Quizás por ello el historiador Manuel Caballero, «enemigo jurado de las fiestas nacionales», afirmó en los años noventa que el 14 de febrero de 1936 debería agregarse al calendario de las efemérides.
El dictador Juan Vicente Gómez había fallecido el 17 de diciembre de 1935 y si bien ocurrieron saqueos y escaramuzas los días posteriores, el régimen continuaba intacto. Pero con esta muerte, en el país se levantaban todo tipo de expectativas: Optimismo, confusión, miedo, vértigo. Eleazar López Contreras, tachirense, militar y ministro de Guerra y Marina, asumió la pesada herencia del poder y en poco tiempo tomó medidas para no perder el control.
El 5 de enero de 1936 López Contreras suspendió las garantías constitucionales, y el 29 había creado una junta de censura hacia una prensa que en poco tiempo se había sentido más libre. El jueves 13 de febrero los directores de periódicos decidieron realizar una huelga. Por su parte, la Federación de Estudiantes de Venezuela (FEV) emitió un comunicado en el que exigieron la derogación de estos dos decretos. El viernes 14 el centro de Caracas había amanecido en silencio. No circulaban automóviles, sí la policía montada. A pesar de esto, algo se gestaba en la capital.
La Asociación Nacional de Empleados también llamó a huelga y exigieron la democratización del Gobierno. En una de sus pancartas se leía: «Queremos garantías, queremos prensa libre. No somos comunistas». En los alrededores de la antigua Universidad Central se reunieron unas 3.000 personas, entre estudiantes y manifestantes, muchos de ellos convocados por una llamada «Junta Patriótica», que se encargaba de animar el encuentro con discursos. Pedían la renuncia del gobernador de Caracas, Félix Galavís. La respuesta desde la gobernación fue la violencia. Se dice que una confusión en la orden hizo que antes del mediodía, y en cuestión de pocos minutos, una ráfaga de tiros dejara 6 muertos y al menos unos 150 heridos en las inmediaciones de la Plaza Bolívar. La indignación fue general, por lo que se dieron pintas en edificios públicos como la Casa Amarilla y hubo saqueos.
Los caraqueños, lejos de llenarse de miedo, colmaron en la tarde los alrededores de la Universidad con una gran manifestación. Esto trajo consigo la destitución del gobernador Galavís, pero no era suficiente. Entre unas 30 y 50 mil personas rodearon las esquinas del centro de la ciudad y llegaron hasta las puertas del Palacio de Miraflores. Allí habló uno de los recordados líderes de la Semana del Estudiante de 1928, Jóvito Villalba. Desde el Palacio, López Contreras, en compañía de su esposa y su gabinete, en gesto audaz, decidió recibir a una comisión en representación de los manifestantes. Villalba y el rector de la Universidad Central, Francisco Antonio Rísquez, entre otros, plantearon ante el Presidente las exigencias de la calle. López Contreras se comprometió a revocar los decretos durante los siguientes días y a someter a tribunales a los responsables del ataque a la manifestación. Una semana después, con equipo ministerial renovado, presentó su plan de acción para los próximos años, el «Programa de Febrero», el cual marcó un hito como primer plan de gobierno para la Venezuela moderna.
En este 85 aniversario ¿qué nos dice este día a la Venezuela del presente? La verdad, mucho y poco. Mucho, si caemos en la consigna repetida de que nuestro ADN democrático sigue allí, y que la semilla de 1936 ha producido la resistencia ciudadana en estas últimas dos décadas. Poco, si pensamos en todas las protestas de estos últimos años y la incapacidad de generar algún cambio real. La democracia se construye no solo con gente en la calle, también con una dirigencia y gobernantes capaces de escuchar las exigencias del momento.
«Pero es tiempo de recordar a los venezolanos que se manifestaron contra décadas de terror e inmovilismo», concluye el politólogo Guillermo Tell Aveledo en un hilo de Twitter explicativo sobre el 14 de febrero. Es tiempo de no dejar en el olvido la voluntad de esos miles de venezolanos que se hicieron escuchar en aquella jornada y terminaron cambiando las cosas para millones. Sirva de ejemplo edificante para los venezolanos de 2021. Fue 1936 uno de esos años en los que todo ocurrió. El hecho de recuperar esta fecha cívica va más allá de conmemorar lo que fuimos, debe servir de inspiración para las luchas, retos y la democracia que necesitamos hoy.
*La fotografía fue facilitada por el autor, Guillermo Ramos Flamerich, al editor de La Gran Aldea.