En la aldea
08 febrero 2025

¿Quién mató a Pata ‘e Clavito?

José Elías Acosta era un destacado miembro de la Policía Municipal de Caracas, por los convulsos años ’60; su responsabilidad era velar por el orden en los alrededores del Ministerio del Trabajo. El presidente Raúl Leoni estaba al frente del país en plena construcción democrática, de sólida economía y moderna infraestructura. Mientras, las guerrillas urbanas habían impuesto como meta el asesinato de un policía al día. José Elías, alias “Pata ‘e Clavito”, en las escaleras que lo conducían a su casa, fue acribillado a manos de esos falsos redentores de los oprimidos. José Elías ni arma tenía. En contraste, los violentos posicionaron su relato histórico. El peor de los delitos es el olvido.

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Zair Mundaray | 30 marzo 2021

En cada familia hay un relato recurrente sobre algún hecho que guarda vinculación con la historia del país. Hoy quiero referirme a un suceso que he escuchado contar a mi padre innumerables veces, y que me lleva a preguntarme: ¿Quién mató a Pata ‘e Clavito?

José Elías Acosta era un destacado miembro de la Policía Municipal de Caracas, por los convulsos años ‘60 del siglo XX, su trabajo era velar por el orden en los alrededores del Ministerio del Trabajo, para ese entonces ubicado en las Torres de El Silencio. Con gran celo, impedía que cualquier osado conductor se estacionara en los puestos destinados para el uso exclusivo del ministro y el resto del tren directivo. Apreciado por todos quienes le conocían, de personalidad humilde y jovial, los más allegados le conocían con el mote de “Pata ‘e Clavito”.

Por aquellos años, la lucha armada impulsada por movimientos de izquierda seducidos por la revolución cubana (así en minúscula), había irrumpido con fuerza en ciudades y poblaciones venezolanas. Miles de jóvenes en edad productiva, se unieron a esa aventura que marcó para siempre a generaciones de venezolanos. Fidel Castro ya había visitado Caracas en 1959, y entre varios discursos gritó airadamente en el Aula Magna de la Universidad Central de Venezuela (UCV), “que solo de la libertad no viven los pueblos”, lo que sin duda fue un aviso de lo que iba imponer al pueblo cubano, y quería replicar también a la fuerza en Venezuela.

El Partido Comunista Venezolano, junto a otros aliados, había conformado desde 1962 las “Fuerzas Armadas de Liberación Nacional” y con ellas las temibles guerrillas urbanas que habían impuesto como meta el asesinato de un policía al día, o cada día un policía, como pregonaban algunos.

José Elías, como tantos policías de la época, al culminar sus labores por precaución se despojaba del uniforme y lo guardaba cuidadosamente. Todos los agentes se cuidaban de no ser blanco de estos grupos armados que los consideraban trofeos de caza, escudados en una supuesta doctrina revolucionaria. Sin embargo, el 21 de septiembre de 1965 no cumplió con su habitual rutina de quitarse el uniforme. Ese día, llegó a Venezuela Giuseppe Saragat, un socialdemócrata electo presidente de Italia, quien fue recibido por el presidente Raúl Leoni con los honores del caso. Nuestro país en plena construcción democrática, de sólida economía y moderna infraestructura, era un destino habitual de líderes mundiales que veían en Venezuela oportunidades de toda índole, y nos identificaban como el foco de libertad que debía expandirse por toda América Latina.

“Una sociedad que se conformó con el relato heroico pero fraudulento de la guerrilla, justificó sus acciones y le compró su falsa épica”

Con motivo de la visita del ilustre personaje europeo, en el Ministerio del Trabajo otorgaron medio día libre a los empleados. José Elías entonces se apuró en ir hacia su casa ubicada en un barrio paradójicamente llamado “La Libertad”, cercano a la parroquia 23 de Enero en el oeste de Caracas. Como siempre, hizo su obligada parada en la panadería que quedaba en la zona de La Silsa, a fin de aprovisionarse de panes para llevar a sus hijos y esposa que le esperaban, y emprendió su caminata por las escaleras que conducían a su vivienda aún en construcción. Fue en esa escalera donde fue interceptado por miembros de las guerrillas urbanas, esos discípulos de la violencia, falsos redentores de los oprimidos, quienes lo ametrallaron. Su cuerpo rodó inerte a pocos escalones de su casa, según la narración familiar, su sangre cubrió la bolsa con los panes que llevaba consigo, así lo reflejó una foto del Últimas Noticias, para entonces ejemplo de periodismo libre. Dejó al menos 5 hijos menores. “Pata ‘e Clavito”, conocido así popularmente, era un humilde hombre del pueblo con las mismas carencias que los supuestos revolucionarios decían combatir en la sociedad venezolana; la causa de su asesinato fue ser servidor público uniformado, ni armas usaba evoca en el relato mi padre.

Definir quién mató a José Elías es una tarea compleja, pero tengo algunos sospechosos. Sin duda participó Fidel Castro y el resto de sus barbudos quienes, con la complicidad de una izquierda violenta, creían que todo es válido para tomar el poder, como por ejemplo matar guardias en el Tren de El Encanto, oscuro capítulo de la violencia política auspiciada por estos grupos. Pero también pudieron ser guerrilleros, que con el tiempo también justificaron el uso de la violencia por el teniente Chávez, como Alí Rodríguez Araque o Fernando Soto Rojas.

Sin embargo, el peor de los delitos es el olvido. El olvido de una sociedad que se conformó con el relato heroico pero fraudulento de la guerrilla, justificó sus acciones y le compró su falsa épica. De allí que el mismo García Ponce, partícipe de esa historia violenta, dijera luego que la lucha armada “son venezolanos contra venezolanos, humildes contra humildes, soldados de tierra contra infantes de mar. Es el fatídico espejismo de izquierda versus derecha. Tiene lugar la escena emblemática, como de un vía crucis, del soldado agonizante aferrado a la sotana del sacerdote bienhechor”.

Muchos horrores se cometieron de parte y parte en esa guerra fratricida, sólo que, a diferencia de los defensores del sistema democrático, la izquierda si supo posicionar sus muertos como héroes, sin serlo. Hoy todos recuerdan quien fue Fabricio Ojeda o Jorge Rodríguez, pero nadie recuerda ni un solo nombre de los cientos o tal vez miles de policías, militares y civiles que cayeron asesinados por la falsa doctrina de la lucha de clases, que ahora se redujo a la invasión de uno de los países más prometedores del planeta, por parte de una casta proveniente de una pequeña isla improductiva.

Muchos fueron asesinados cobardemente, no en un combate, otros si, defendiendo la institucionalidad democrática siempre frágil y malquerida, incluso por los que tantas oportunidades y provecho le sacaron. Por ahora, parece que los violentos ganaron, al menos en el posicionamiento del relato histórico, los defensores de la democracia muertos, pareciera que no tienen dolientes. Por eso es importante recordar quienes asesinaron a “Pata ‘e Clavito”.

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La opinión emitida en este espacio refleja únicamente la de su autor y no compromete la línea editorial de La Gran Aldea.
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