La pandemia llega a Venezuela en medio de una larga y dura crisis que ha empobrecido y expulsado a millones de venezolanos. La antecedieron 7 años de depresión económica, otros largos meses de hiperinflación y, enmarcada también, en una profunda precariedad en la mayor parte de los servicios públicos.
El Gobierno optó por imponer un confinamiento temprano. No quedan claras las motivaciones de tan rápida medida, pero lo que sí es cierto es que coincidió con una escasez casi absoluta de gasolina a lo largo del país. Buena parte de las empresas tuvieron que cerrar sus puertas, otras pudieron seguir operando con una actividad mucho menor a la que tenían. Esto es lo que técnicamente se denomina un colapso en la oferta de bienes y servicios, que también terminó en un colapso en la demanda.
Desde los comienzos de la pandemia muchos países entendieron la dinámica que enfrentaríamos y decidieron llevar adelante una política fiscal agresiva que se puede resumir como el pago a empresas para que se paralizaran y a ciudadanos para que se quedaran en sus casas. Con ello buscaban aliviar esa caída de demanda mencionada. Venezuela no contó con algo similar, tampoco el financiamiento vía crédito que era una opción debido a la férrea política restrictiva del crédito como medida antiinflacionaria. Todo ello representó (y representa) una dura carga para las empresas, lo que complicó aún más su situación financiera, hecho que muchas no lograron sobrevivir.
Pero esta es solo la arista económica. Hoy, con este segundo brote, muchos de nosotros vemos a la enfermedad con una aterradora cercanía. Un desborde de casos, clínicas y hospitales colapsados, gente desesperada para conseguir oxígeno para familiares y amigos, un mar de campañas de recolección de dinero para costear tratamientos y hospitalizaciones. Necesitamos una solución y la necesitamos ya.
Desde acá nos toca ver con envidia e indignación como otros países, inclusive unos tantos latinoamericanos, ya llevan avanzada una pertinente campaña de vacunación. Israel y el Reino Unido destacan en este aspecto, y ambos países han visto un descenso pronunciado en sus cifras de nuevos casos, hospitalizaciones y muertes.
El gobierno venezolano ha sido una mezcla de mensajes confusos y posiciones cuestionables. A finales del año pasado aseguraron que tenían garantizada la compra de 10 millones de dosis de la vacuna rusa. Por otro lado, también mencionó escuetamente información sobre la vacuna cubana. Sí fueron diáfanos en no permitir la entrada de la vacuna de AstraZeneca, que es la misma que iba a llegar bajo el mecanismo Covax. Otro mensaje repudiable y claro ha sido el que está detrás de los criterios elegidos para repartir las pocas dosis que han llegado. No cabe sino recordar la expresión popular: El que parte y reparte…
Fedecámaras, por su parte, elaboró un plan alternativo y complementario para traer vacunas hacia Venezuela. El Gobierno no ha dado declaración alguna al respecto. En el mundo de las suposiciones contamos con una mesa técnica dedicada al tema de la pandemia. Desde lejos, la veo como una instancia sin el reconocimiento debido y que debería jugar un rol protagónico en la coyuntura actual, no se lo permiten.
Como acostumbro terminar, les dejo algunas inquietudes. ¿Qué debemos hacer ante la inacción del Gobierno?, ¿organizarnos para que se multipliquen las iniciativas privadas?, ¿protestar? Lo mínimo que podemos y debemos hacer es alzar nuestra voz. Suena como algo extremo, pero sin duda nuestras vidas, las de nuestros familiares, las de nuestros amigos, las de todos depende de ello.
@HenkelGarcia