En la aldea
20 abril 2024

El abuso no es chiste

Es obvio que esto apenas comienza y saldrán más nombres, más situaciones, porque no debe seguir ocurriendo: “Ni una más”. También hay que tener cuidado y que los periodistas deben corroborar las denuncias, que puede desatarse una cacería de brujas, y puede haber quienes aprovechen esta situación para venganzas personales o políticas, hay que estar alertas, pero no restemos valor a la denuncia. Es terrible el final de Willy Mckey, pero no son las víctimas las culpables de esa decisión que tomó él, quien reconoció haber cometido “estupro”. Lo que se escribe o publica en redes sociales tiene consecuencias aunque se intente hacer del atropello un chiste; y así como no debe haber silencio, los abusos tienen que parar.

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Mari Montes | 30 abril 2021

Supongo que a algunos les cuesta entender que nunca estuvo bien emborrachar para “seducir”, manosear, mirar con lascivia, dar un piropo subido de tono, o cosas parecidas. Nunca estuvo bien, aunque haya sucedido desde siempre, en todos lados, en cualquier país del mundo y en las películas.

El próximo mes voy a cumplir 54 años, y a mi edad, compartiendo en un chat de un grupo de amigas, me di cuenta de que cosas por las que pasamos fueron abusos, o intentos de cometerlos, pero que como les dimos un parado, nos alejamos, huimos y luego callamos, porque “no pasó nada”, lo dejamos así y casi llegamos a olvidarlo.

Alguna vez nos pareció “normal” que nos “piropearan” con palabras obscenas, aunque nos hicieran sentir incómodas. Es tan así, que hay una página web donde se pueden conseguir todos los que oímos antes, y otros inimaginables, y algunos siguen celebrándolo como un chiste.

Seguramente alguien dirá que estoy mayor, y es verdad, son 54 años. Sin embargo, es a esta edad cuando reviso episodios que me ocurrieron o que vi, cuando termino de entender que por pensar y creer que eso no estaba “tan mal” lo aceptamos y así dimos impunidad a muchos de ellos, si no con nosotras, con otras.

Desconocidos y conocidos. No se trata de famosos o no, aunque por supuesto que el escándalo en este momento tiene nombres de abusadores célebres, y de esos que ahora llaman “influencers”.

Han usado su “fama”, sus relaciones, y sus posiciones influyentes, para acosar, abusar, violentar a otras personas, y ahora están enfrentando ese sitio virtual donde fueron aclamados y se hicieron populares: Las redes sociales, donde hay de todo, incluidos verdugos encapuchados. El escenario también es un patíbulo.

Es obvio que esto apenas comienza y saldrán más nombres, más situaciones, y será así en otros ámbitos del mundo del arte, la academia, la publicidad, el deporte, el periodismo, industrias. Ojalá no se desvirtúe el movimiento que busca visibilizar un problema que debe terminar. “Ni una más”, no debe ser visto solo como una campaña de Twitter o Instagram, debe ser un propósito de todos, desde nuestros roles en la sociedad.

Hoy nos horrorizamos por las denuncias que han salido, por lo que han contado las víctimas, hemos visto testimonios de mujeres que, inspiradas en esas muchachas jóvenes que han sufrido abusos 5 o 6 años atrás, ahora hablan, 25 años después o más, de las violaciones de las cuales fueron víctimas cuando eran niñas y hablaron y no les creyeron, o las que prefirieron callar porque no les iban a creer. Muchas guardaron silencio por diversas razones, incluido el miedo. Hablo de ellas porque en el balance, la mayoría de las personas violentadas, son mujeres, niñas, pero los varones no están exentos de ser víctimas de agresiones sexuales, de hombres o mujeres.

El escándalo está armado porque han estado involucradas personas del espectáculo, la literatura, la escena y las redes sociales, pero ¿cuántas mujeres y hombres, si hacemos un ejercicio de memoria, podemos decir que no fuimos objeto de alguien que se propasó en una caricia, que intentó besarnos en la boca, que nos hizo una propuesta sin que le diéramos pie, o al menos vimos o supimos que eso sucedió y callamos, porque no nos pareció tan grave? Yo levanto mi mano y admito que es ahora, cuando entiendo en su real dimensión, que aquello no era una tontería, que esa conducta fue abusiva e intolerable y que debemos trabajar porque se entienda que es así, y erradicarla.

Si alguna vez no nos pareció grave, terminemos de convencernos de que sí lo es.

Desde el hogar debemos enseñar a los niños que nadie debe tocarlos, que si eso sucede deben reportarlo, esto debe reforzarse en la escuela, tomando en cuenta que podrían existir casos de abusos por parte de uno de los padres o los dos, un abuelo, un tío, un vecino, un padrino. Tiene que ser una enseñanza obligatoria, deben hacerse campañas en los medios, que den espacio a especialistas que transmitan los mensajes adecuados. No cualquiera, por bien intencionado que esté, puede hablar con propiedad de temas delicados.

Tenemos que enseñar a nuestros hijos que “no, es no”, que cuando alguien dice “para”, “no quiero”, “déjame”, “suéltame”, debe ser respetado. No creamos que es obvio, es preciso decirlo, que no sean abusados y que no sean abusadores.

Ese modelaje de la cachetada después del beso y luego otro beso, ese “Ladrón de tu amor” de la novela “Leonela”, no puede verse nunca más como una historia romántica. Esa frase “quien te hace llorar, es quien te ama”, es perversa, es canalla.

Sorprendida, a propósito de lo ocurrido con la triste historia del escritor Willy Mckey, circula un video con José Rafael Briceño y otra persona que no sé quién es, en el cual hablan de “las calienta huevos”, mujeres a quienes definen como unas “estafadoras”.

Quien acompaña a McKey y Briceño en el podcast, dice que las “odia” y Briceño agrega que las “calienta huevos tienen el agravante de que es como alguien que le da crack a un niño, porque el crack es adictivo a la primera, jugando con algo sobre lo que yo no tengo control. La que está calentando huevo, está utilizando al niño piedrero, que todos tenemos, que es el huevo”.  Luego siguió explicando que aunque el hombre debería controlarse: “‘El niño piedrero’ está agarrando un (no sé que dijo) arrechísimo y el hombre dueño de esa parte del cuerpo (como si el pene es un órgano independiente) puede pensar que esa parte fue violada, estafada”. Luego concluyeron que “ninguna mujer se asume como una calienta huevo”.

Estos tres, a propósito del “humor”, se atrevieron a decir eso que usted acaba de leer, tranquilamente.

Quisiera preguntarles si piensan que si una mujer se besa e intercambia caricias con un hombre, cosa que puede resultar en una erección ¿está obligada a tener sexo, dejarse penetrar, etc., aunque no quiera?, ¿no puede negarse a ir más allá, porque el “niño piedrero” se alborotó? Cuando sea, una persona, mujer u hombre, tiene derecho a parar y eso debe ser respetado.

De verdad es increíble que haya hombres, en el siglo XXI, que crean eso que los tres expusieron en tono de cátedra divertida.

El abuso no es chiste.

Espero que puedan reflexionar sobre cómo abordaron ese tema. Lo dicho no se puede recoger, pero sería buena una reflexión, los invito, apelo a sus consciencias. Etiquetar así a las mujeres no está bien. Piensen en lo que dijeron, por favor y en las consecuencias.

También es verdad que hay que tener cuidado y que se deben corroborar las denuncias, que puede desatarse una cacería de brujas, y puede haber quienes aprovechen esta situación para venganzas personales o políticas, para decir lo que no es, eso puede pasar y hay que estar alertas, pero no restemos valor a lo que están diciendo las víctimas, mujeres y hombres.

Era de esperarse que desde el régimen se politizara este asunto tan penoso. Parte de este drama terrible es la ausencia de un sistema de justicia confiable.

Hay misoginia y machismo, y hay mujeres que también abusan y acosan, esas prácticas no son patrimonio exclusivo de los varones, y todos son despreciables.

Por la naturaleza de las redes, leemos ataques a las víctimas, algunos con el interés de que estas cosas no sigan saliendo, para descalificar sus testimonios, restarle importancia, confundir, confiados en que olvidamos rápido y en desmotivar que otras eleven la voz.

Fue terrible el final de Willy Mckey, una dolorosa tragedia, pero no son las víctimas las culpables de esa decisión que tomó él, quien reconoció haber cometido “estupro”, abuso sexual.

Si bien debemos pensar en el impacto de lo que decimos en las redes sociales, no pidamos silencio, los abusos tienen que parar.

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La opinión emitida en este espacio refleja únicamente la de su autor y no compromete la línea editorial de La Gran Aldea.
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