Hay un montón de noticias esta semana, de estreno, «rompiendo el celofán» como diría el Ciudadano. En su condición de noticia, cada una de esas novedades es virgen: todavía no trae cola, la cola está por desenroscarse. Toda noticia importante trae consecuencias en todas partes del mundo, más bien temprano que tarde. Otra cosa es que la gente cierre los ojos y prefiera no imaginárselas. Imitar al avestruz suele ser un deporte universal; los negacionistas, que los hay de todas las nacionalidades, son un buen ejemplo de ello.
Toda gran noticia, si es importante de verdad, amerita seguimiento desde una sala de redacción. El segundo día es tan importante como el primero, o más todavía. Esta semana descuellan el repunte de casos por Covid-19 tras la expansión de la variante Delta; la luz verde para el fiscal que lleva el caso Venezuela en la Corte Penal Internacional (CPI); la ola de calor nunca vista en Canadá y en algunas partes de Estados Unidos; el escándalo sobre el ex ventrílocuo José Luis Moreno en España (quien tantas veces actuó en la televisión venezolana); la posibilidad cada vez más cierta del entendimiento entre el Departamento de Estado y la Unión Europea para asegurar una sola estrategia frente al asunto Venezuela (con el asesor especial del presidente de EE.UU. para Latinoamérica, Juan González, aclarando que el objetivo de Washington es apoyar unas negociaciones con vistas a elecciones libres y justas). Estas, entre otras.
Cierto: en todas partes del mundo las grandes noticias conllevan consecuencias, para bien o para mal; en todas partes excepto en Venezuela, donde parece que las noticias se repiten con obstinación sin que exista, luego, alguna clase de respuesta o segundo día digno de registrarse; siendo siempre las mismas, sin embargo, cada vez son peores: como martillos golpeando el mismo clavo, una y otra vez. El clavo se enterrará en la pared hasta desaparecer. No se altera, pues, la naturaleza de las noticias en Venezuela, sino su letalidad o capacidad de afirmar el caos y profundizar la Emergencia Humanitaria Compleja. Todo aquello que ha sido noticia, o lo fue en su momento, hace años, se repite. Incluso, puede decirse que solo ha existido una única noticia desde hace más de veinte años, cuando el chavismo asumió el poder.
Lo que ha vivido Venezuela noticiosamente es, nada más, una fotocopia eterna del primer día aquel. El del discursito en la terraza del Ateneo de Caracas. He allí el objetivo último de una dictadura: que el primer día del régimen se cuente igual desde entonces hasta siempre. Hasta que todos los ciudadanos se acostumbren al cuento, pues.
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Para decirlo en términos de la jerga periodística, un caliche. El discurso oficial es la noticia, y la noticia es un caliche de nacimiento.
Lo único que puede poner en peligro esa estrategia es un periodismo talentoso y vigoroso.
Hace poco se celebró otro Día del Periodista. Tinedo Guía, presidente del Colegio Nacional de Periodistas venezolano, que todavía existe, no pudo dar sino otra triste noticia, resumen de las anteriores que han venido apareciendo, diseminadas, durante el último año: 47 periodistas han muerto en Venezuela por causa de la Covid-19. Dijo también que al menos ciento veinte trabajadores de la prensa habían dado positivo y que, por ello, se había solicitado a las autoridades que los comunicadores sociales fuesen incluidos en el plan de vacunación. Seguramente esas cifras son muy menores si se las compara con el sector sanitario, pero en todo caso vuelven a mostrar que el oficio del periodismo sigue siendo peligroso. El virus anda en la calle, y la noticia, repetida o no, hay que buscarla en la calle.
Ahora que recién ha pasado este 27 de Junio cabe, además de recordar a quienes fallecieron durante la pandemia, contrarrestar esa idea de país en donde las noticias ocurren en vano porque no hay consecuencias. Venezuela es un cementerio de noticias que no sirven para nada, inútiles en un campo yermo, sin eco ni segundo día. La razón: el aplastamiento de la libertad de expresión en todas sus formas. En un país sin instituciones ni contrapesos, las noticias no tienen uso.
Pero el deber del periodista es insistir. El fin del oficio sigue siendo el mismo, acorralar al poder con la verdad de los hechos. Es hacer historia día por día, dejar constancia, registrar y documentar. Las herramientas del periodismo son las de siempre, sea cual sea la plataforma -virtual o física- sobre la que viaje. Con esas herramientas debe seguir contando hechos, cifras e historias. Debe retratar personajes de carne y hueso en medio de situaciones vívidas, seguramente atroces o reveladoras de un gran altruismo; en todo caso, vívidas.
Las fuentes alternativas al poder de la dictadura también juegan un papel fundamental. El segundo día lo cuenta la prensa, pero lo protagonizan muchos individuos u organizaciones. Por ejemplo, la oposición y sus líderes. De ella, de ellos, depende que haya un segundo y un tercer día en el seguimiento de las noticias sobre las que conviene insistir. Por ejemplo: una de las noticias de esta semana tiene como centro neurálgico la Corte Penal Internacional. Reporta un portal de noticias y opinión que su sala de Cuestiones Preliminares desestimó la solicitud de control judicial hecha por el titular del Ministerio Público venezolano, Tarek William Saab, quien alegaba un trato discriminatorio en el examen preliminar sobre crímenes de lesa humanidad en Venezuela. Por lo tanto, el fiscal de la CPI, Karim Khan, tiene luz verde para anunciar si procede o no una investigación formal por la comisión de crímenes de lesa humanidad bajo el mandato de Nicolás Maduro.
Eso es un auténtico lomito que amerita seguimiento. ¿Qué harán los líderes de la oposición venezolana con eso?, ¿lo dejarán languidecer? No esperen el apoyo de Venezolana de Televisión o de Globovisión para que la noticia se mantenga vibrando y tenga, desde ya, repercusiones o consecuencias, incluso antes de que llegue la hora del pronunciamiento del fiscal de la Corte. Es una oportunidad. Una noticia puede significar una gran oportunidad de generar otras noticias.
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El periodismo sigue siendo una pasión, un reto, una manera de contar el mundo; un carro de combate frente a la soberbia del poder, de cualquier clase de poder. El periodismo cuenta historias significativas, trascendentales; el poder, por lo general, una historieta amañada. Siempre será una batalla de David contra Goliat (con algunas excepciones de medios muy corporativos y generalmente envilecidos), pero desde el caso Watergate para acá se sabe que vale la pena planteársela.
Al periodista venezolano le esperan historias en cada esquina que deben seguir siendo contadas. Nunca podrá amilanarse ante el poder, que intentará, fiel a su brutalidad refleja, continuar contando todos los días la misma noticia. La fotocopia. Sus herramientas, las del periodista, son la investigación, la observación, el contraste, la honestidad, el oído para escuchar a los demás. Para ejercer el oficio se necesita talento, rigor y ética. Los cortesanos del poder, de esas tres cosas, lo único que tienen es rigor en cantidades industriales para cacarear cada día el mismo discurso. Mientras tanto, envían al cementerio cualquier novedad: saben que, si la dejan viva y libre, esa novedad traerá cola.
@sdelanuez
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