En la aldea
03 diciembre 2024

Sin resignaciones

Es necesaria la articulación de venezolanos con actores internacionales que puedan apoyar nuestra disminuida capacidad para construir un espacio de convivencia. Venezuela es hoy la negación de la democracia participativa y toda capacidad de diálogo y de acuerdo ha sido dinamitada para dar curso a ejercicios de propaganda, no de decisión. Nuestra sociedad civil necesita, además de pensar localmente y actuar globalmente, entender por qué la pérdida acelerada de libertades y derechos condiciona cualquier estrategia. Pero la resignación no es una opción.

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Naky Soto | 30 julio 2021

Una delegación del llamado Foro Cívico fue a Washington, patrocinada por WOLA, para exponer su “agenda de diplomacia ciudadana”, pues en su criterio hay una comunidad internacional urgida de ampliar los espacios de diálogo con Venezuela y este grupo se asume como un interlocutor representativo. WOLA promueve los Derechos Humanos en América y para eso establece alianzas con “personas valientes que trabajan a favor del cambio social”, dice un texto de su página web, pero no especifica los criterios que le permiten ponderar a los valientes ni la agenda de esos cambios.

Steve Hege, director adjunto de USIP, afirmó que a pesar de que el Foro Cívico no representa a toda la sociedad civil venezolana “ha demostrado que están en constante búsqueda de soluciones”, pero difícilmente alguien que no pertenezca al Foro Cívico pueda dar cuenta de semejante tarea: lo que sea que estén haciendo, lo han hecho con un grado de opacidad cuestionable. Ya vivo en un país regido por la propaganda, sin acceso a la información pública y con enormes restricciones personales para no volver a ser sujeto de una causa judicial injusta, así que es absurdo que asuma con tranquilidad las mismas prácticas de quienes dicen representar a una esfera de la sociedad civil.

Sin duda es necesaria la articulación de venezolanos con actores internacionales que puedan apoyar nuestra disminuida capacidad para construir un espacio de convivencia, no por falta de procuras locales, que ha habido muchas, sino por el marcado interés del grupo en el poder para permanecer inamovible a pesar de la ausencia de méritos políticos, administrativos y civiles para semejante imposición. Hasta ahora, el Foro Cívico no ha descrito con sencillez cuál es su agenda de procuras ni cómo la llevan adelante, pero en un ejercicio de deducción tras su primer evento, es posible enumerar tres asuntos centrales: Prescindir por los momentos de unas elecciones presidenciales y legislativas que permitan un cambio de gobierno, sustituir a la Asamblea electa en 2015 como el actor político que se entiende con la comunidad internacional para construir soluciones, y, mientras eso ocurre, bailar al son que toque el poder, que es quien al final decide unilateralmente cuándo entran las vacunas, a cuáles presos políticos libera, o por qué dejó entrar después de años de solicitud al Programa Mundial de Alimentos de la ONU mientras aumentaba la crisis humanitaria.

“Al poder le resulta irrelevante la vida de la gente y su sufrimiento, por eso la revolución carece de logros y tiene exceso de injusticia”

Fue dramática la exposición de Enrique López-Loyo sobre la precariedad de nuestro sistema de salud y la imperiosa necesidad de buscar una solución negociada que nos permita adquirir las vacunas del Programa Ampliado de Vacunación para 2022. De igual modo, Beatriz Borges expuso que perdimos el Estado de Derecho y por eso la reinstitucionalización tiene que ser un proceso progresivo, y lento, muy lento, mientras se negocia una visión común con reglas que permitan una convivencia democrática con un régimen que no lo es. El periodista Eugenio Martínez afirmó que resolver la crisis de Venezuela se fundamenta en una solución política y electoral para lograr la restauración plena de los derechos civiles. Al reconocimiento de que hay que bailar al son que el poder quiera tocar se le llamó “crear competencias”. Porque al parecer, si a la hegemonía le cumplimos las fantasías de participar en elecciones sin suficientes condiciones, nos permitirá aspirar a mejores condiciones políticas que den resultados a muy largo plazo. ¿Cuál es la garantía de que eso sea así?

Mariela Ramírez afirmó que estaba allí para darle a la comunidad internacional un canal de apertura para ayudar a los venezolanos. Esa rara convicción de ser la agente que sintetiza con igual virtud las soluciones a los problemas más graves de Venezuela y los métodos para llevarlas adelante, no tiene un asidero comprensible o al menos conocido. Si de verdad es una joya de la negociación para la diplomacia ciudadana, no ha hecho bien una parte de la tarea: explicar con sencillez su agenda. Poner de acuerdo a la fauna de actores políticos locales, tender puentes y homologar agendas (mientras se construyen capacidades), debería comenzar por el entendimiento con los políticos opositores. Sin embargo, hasta ahora, el Foro ha sido mucho más fiero para criticar al interinato que al poder, llegando incluso a justificar malas prácticas del chavismo o equiparar a ambos actores en pugna. Lo extraño es que la diplomacia siempre elige la paz para poder negociar y llegar a acuerdos, pero acá no se han logrado ni siquiera acuerdos internos.

“Poner de acuerdo a los actores políticos locales, tender puentes y homologar agendas, debería comenzar por el entendimiento con los políticos opositores”

La diplomacia ciudadana no es un término nuevo. Ganó músculo en América Latina con el tema migratorio, cuando muy diversas organizaciones no gubernamentales incluyeron en sus propósitos incidir en las políticas públicas y en las buenas prácticas de los Gobiernos para, progresivamente, ganarse una silla en procesos multilaterales de negociación, como otro actor político. Por supuesto, lo hacían con menos poder fáctico debido a la naturaleza de sus tareas. Funcionó en otras experiencias. Por eso las ONG lograron sumar su perspectiva de respeto a los Derechos Humanos a todo el tema de la soberanía y las fronteras: primero la persona.

El gran drama para los venezolanos es que sus problemas no son los temas a los que suele atender el chavismo, que se centra más en su reconocimiento internacional, el fin de sus sanciones y el uso de la diplomacia petrolera para la complicidad de sus aliados internacionales en la violación de derechos humanos. Al poder le resulta irrelevante la vida de la gente y su sufrimiento, por eso la revolución carece de logros y tiene exceso de injusticia. Por eso mantienen un Estado cuestionado que no puede lavarse el rostro. Ante eso, claro que es necesario que haya gente decidida a lograr mecanismos de deliberación y de toma de decisiones más inclusivos, pero es anodino pensarlo con un Estado que viola sistemáticamente los Derechos Humanos de sus ciudadanos y que agrede lo que caracteriza al tercer sector: su diversidad, heterogeneidad y pluralidad. Hay defensores de derechos humanos en la cárcel o en el exilio por desafiar al poder.

Venezuela es hoy la negación de la democracia participativa y toda capacidad de diálogo y de negociación ha sido dinamitada para dar curso a ejercicios de propaganda, no de decisión. Nuestra sociedad civil necesita, además de pensar localmente y actuar globalmente, entender por qué la pérdida acelerada de libertades y derechos condiciona cualquier estrategia de incidencia política. Podemos aceptar nuestras enormes derrotas y la dispersión de nuestra clase política; podemos calibrar los nuevos pactos de élite, y algunos tratar de aprender a vivir sin prospectiva (como sin servicios), pero no podemos renunciar a la procura de la libertad. La resignación no es una opción, no es una negociación ni es un propósito. La resignación es un absurdo.

@Naky

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La opinión emitida en este espacio refleja únicamente la de su autor y no compromete la línea editorial de La Gran Aldea.
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