La primera reconversión monetaria comenzó el primero enero de 2008, para implantar una nueva familia de billetes y monedas, cuyo lema fue “un país fuerte, una economía fuerte, un bolívar fuerte”. En esa ocasión al cono monetario existente le eliminaron tres ceros. Esa reconversión se presentó por parte de algunos voceros del gobierno del entonces presidente Hugo Chávez como una medida para contener un proceso inflacionario, que no cedía a pesar del uso del tipo de cambio como instrumento antiinflacionario.
Al cierre de 2007 el tipo de cambio oficial fue de 2.150 bolívares por dólar, en tanto que el tipo de cambio paralelo se ubicó en 5.700 bolívares por dólar; de manera que al tipo de cambio oficial el billete de 100 bolívares, el de mayor de denominación, equivalía a 46,5 dólares; y a 17,5 bolívares a la tasa paralela.
Conviene recordar que ante la avalancha propagandística del Banco Central de Venezuela (BCV), presentando esa reconversión como la panacea a la inflación, varios economistas levantamos nuestra voz diciendo que si bien era procedente realizar la reconversión debido a la desactualización del cono monetario como resultado de la inflación; era una irresponsabilidad decir que esa medida en sí misma y el uso del anclaje del tipo de cambio, contribuirían a detener el alza de los precios.
La política de control de cambio con una tasa oficial fuertemente subsidiada implicó un sacrificio enorme de divisas para sostener artificialmente la tasa de cambio entre 2008 y 2012. Cuando muere el presidente Chávez, en marzo de 2013, la bomba de tiempo que era la economía venezolana en ese momento, solo esperaba por un activador para que la inflación reprimida hiciera explosión. Eso comenzó a suceder a partir de junio de 2014 cuando la economía entra en un ciclo del cual todavía no ha salido de alta inflación primero e hiperinflación después, en medio de una contracción sin precedentes de la actividad económica.
Así, en noviembre de 2017, la economía venezolana oficialmente se sumerge en la hiperinflación y por ello, el cono monetario adoptado en enero de 2008, dejo de ser útil. La tasa acumulada de inflación entre 2008 y 2017 alcanzó a 70.000%, lo que da una idea de la destrucción del bolívar como unidad monetaria.
Comenzó entonces un proceso paulatino de emisión de billetes de mayor valor nominal, pero no en las denominaciones requeridas debido al alza acelerada de los precios. De esta manera, ya en 2017 el billete de mayor denominación apenas representaba céntimos de dólar, lo que claramente exigía otra reconversión monetaria. En vista de la renuencia de Nicolás Maduro en adoptar un programa económico con un mínimo de sensatez para detener la hiperinflación. En agosto de 2018 se aplica la segunda reconversión monetaria, consistente esta vez en la eliminación de cinco ceros al cono monetario. Como ya era evidente que el “bolívar fuerte” había sido una ficción, al nuevo bolívar se le agregó el adjetivo de soberano. La historia se repitió esta vez en medio de un caos monumental cuando el BCV, dirigido por un amateur en materia monetaria, Nelson Merentes, ordenó la salida del billete de 100 bolívares, dejando a la economía sin la unidad monetaria más usada para las transacciones al menudeo, en especial para el pago del transporte público.
La hiperinflación desatada a partir de 2017, pero con virulencia en 2018, pulverizó el nuevo cono monetario. Siguiendo la política de ensayo y error, el BCV emitió billetes de mayor valor nominal sin que con ello restituyera el valor real del cono monetario según la nueva realidad inflacionaria, todo lo cual creó una escasez aguda de medios de pagos, que trababa la realización de las transacciones de la economía; y de esa manera agudizaba la recesión.
Así llegamos a julio de 2021 cuando se anuncia la tercera reconversión monetaria, apenas tres años después de la segunda ante el hecho evidente que el bolívar se ha convertido en una moneda inservible, que perdió el atributo fundamental de una moneda: La confianza del público, quien lo ve como un estorbo del cual hay que salir para así tratar de preservar el valor de sus activos, si ello fuese posible en una hiperinflación. En esta ocasión estaría planteada la eliminación de seis ceros al como monetario.
La reconversión monetaria que comenzará el 1o de octubre tendrá lugar en un entorno de hiperinflación, aunque significativamente inferior al nivel que alcanzó el alza de precios en 2018, pero en un contexto de mayor deterioro del sector petrolero, con un nivel de reservas internacionales muy debilitado y con una dolarización creciente; de manera tal que el “bolívar digital” va a competir en desventaja con el dólar en la preferencia del público, por una u otra moneda.
Para Venezuela el tema de fondo no es hacer otra reconversión monetaria sino la necesidad de implementar un programa económico, preferiblemente consensuado, para abatir la hiperinflación y reanudar el crecimiento de la economía. En cualquier caso, la discusión pertinente tendría que ser si se termina adoptando el dólar como moneda de curso legal, con todo lo que ello implica; o si se diseña una nueva moneda nacional en el contexto de un amplio programa de reformas económicas.