Parece que lo políticamente correcto es no criticar a la oposición. Especialmente si uno forma parte de ella. Así como las amarras del tiempo te obligan, por ejemplo, a no exhibirte como aficionado a la tauromaquia, a no exagerar con los vocablos masculinos y a vigilar las opiniones sobre el papel de la mujer en la sociedad; o a pescar estatuas que merecen derrumbe, o a comentar con pinzas lo que dicen los cómicos en la televisión, so pena de grandes fulminaciones, las objeciones sobre el manejo de las fuerzas opositoras corren el riesgo de caer en el mismo circulo ardiente del infierno. Se han establecido reglas que parecen inamovibles sobre lo que se puede decir y lo que se debe callar, de cuya observancia depende que se esté en la cumbre de la popularidad o en los rincones del ostracismo. Una urdimbre de jueces ubicuos determina el destino de los opinantes partiendo de un decálogo que no admite matices, para que nos obliguemos a trabajar en computadoras angelicales que conceden la licencia de pontificar entre aplausos.
No se consideran ahora las sinrazones del tuítterni las malacrianzas que abundan en las redes sociales, porque distan mucho de ser una opinión. Son coces sin ideas que las respalden, o simpatías y antipatías que obedecen a los sentimientos de quienes las manifiestan y en cuya expresión difícilmente se puede atisbar un cuerpo argumental. Aunque también se pueden considerar en forma diversa, o más elaborada, debido a que pretenden mostrarse como baluartes de la unidad partiendo de una pureza de intenciones y de una búsqueda de perfección frente a las cuales conviene prudencial distancia, porque solo arriman la brasa para la sardina de sus prejuicios. Conviene este prefacio cuando el escribidor pretende una lectura autónoma del documento reciente del partido Primero Justicia (PJ), no vaya a ser que de antemano sea condenado por la vindicta pública, especialmente por quienes se anuncian como pregoneros de una ortodoxia que se ciega ante las manchas del proyecto unitario y acomete contra las lenguas pervertidas que las ventilan.
Ha circulado la idea de que el documento publicado a principios de semana por PJ es de suma peligrosidad, o un testimonio de hipocresía, porque se dedica a la censura del Gobierno interino pese a que forma parte de su cúpula y es responsable de sus conductas. Precisamente sobre este último asunto PJ se empeña en anunciar serias y graves distancias, debido a que atribuye malos manejos de naturaleza económica a una camarilla aceptada por Juan Guaidó y reforzada por sus integrantes, que enterco enclaustramiento han tomado decisiones contrarias a la buena administración de los recursos sobre los cuales tienen control. La impenetrable lejanía del interino, rodeado de murallas y dependiente de un magisterio remoto, explicaría el reclamo. Un muchacho confundido que solo escucha por una oreja, que vive un universo unilateral y que solo sabe de la misa la mitad porque a duras penas se desempeña según catecismos fantasiosos, sería la palanca del entuerto. De la letra del documento no solo se desprende la ausencia de un comando unitario, la carencia de análisis compartidos por los dirigentes y especialistas de todas las toldas sobre negocios primordiales, sino especialmente el predominio de fórmulas tendenciosas y excluyentes, propias de camarillas, sobre asuntos que incumben a la misión de unos lideres a quienes no se debe meter injustamente en un mismo saco de descrédito.
Supongo que a nadie le pasará por la cabeza atizar la candela contra unos políticos celosos de su reputación que se atreven a llamar la atención sobre unos manejos escandalosos de unos compañeros de camino, y tal vez de causa. Manejos arbitrarios de dinero, presumimos, en cantidades que parecen dignas de atención. Procedimientos inaceptables de administración que se han vuelto parte de la rutina, sentimos igualmente. Historias oscuras que se fraguan en sigilo entre compinches, a la vez. Porque si solo se tratara de sectarismo se pudo hacer una queja menos escandalosa. Porque, ante faltas relativamente comprensibles cuando hay opiniones divergentes, no se hubiera atrevido PJ con unas referencias, no solo capaces de generar murmuraciones generalizadas, sino también un abismo cada vez más profundo con Voluntad Popular (VP), el partido que rodea a Guaidó y del cual se muestra él como sumiso militante. Aunque apenas se haya animado hasta ahora a coger el rábano por las hojas, justamente para evitar ese descrédito que ha publicado PJ el Comunicado que aludimos, susceptible de profundizar las distancias con una organización de influencia nacional que habitualmente adorna las comparecencias del interino. Solo que PJ ha movido un poco la basura, según parece, tal vez esperando mejor momento para un aseo más enfático.
Quizá se animará con ese barrido, porque ha escrito la crónica de sus diferencias en espaciados y recatados capítulos que deberá perfeccionar para no ahogarse en la orilla de una operación política. Como apunta en su Comunicado y como ha declarado Julio Borges, su Secretario Nacional, no es la primera vez que PJ presenta sus quejas sobre manejos turbios a Guaidó y a sus íntimos, y tal vez haya hecho lo mismo frente a los líderes del resto de los partidos de la oposición que alquilan habitación en el mismo domicilio. Para el episodio de la actualidad y para no salirse todavía de cauce se han aferrado a los hábitos de la media lengua, a una urbanidad que tal vez sea innecesaria a estas alturas de la obligación de mostrar singularidad, pero que pueden ser el preámbulo de un atrevimiento más reconfortante para quienes esperamos conductas realmente republicanas y democráticas de las organizaciones de oposición. Si nos guiamos por la trayectoria del Secretario Nacional, quien no es amigo de los escándalos ni producto de los sensacionalismos, podemos esperar resultados provechosos.
Pero la espera se puede satisfacer con la respuesta de Guaidó y de sus íntimos, no solo por lo que digan en su defensa sino, como ya se sugiere por allí, cuando se animen a desmenuzar los episodios de colaboración con PJ en las decisiones que ahora parecen inconvenientes. Podemos estar ante el descubrimiento de una contradanza ejecutada por un grupo heterogéneo de bailarines y no por los integrantes de una sola cuadrilla. No sería conveniente para los denunciantes, ni parece congruente con lo que se huele desde fuera, pero ¡quién sabe! Apenas han sonado las primeras notas de una enrevesada partitura que a estas horas únicamente pueden leer los iniciados, pero que en breve debe cautivar a un auditorio masivo. Siempre que PJ, como es deseable, no se haya tirado de cabeza desde el trampolín hacia una piscina sin agua para que un escribidor cometa incorrecciones políticas.