En la aldea
19 enero 2025

Crisis de crecimiento

Se requiere que los canales existentes para que las fuerzas democráticas se expresen se amplíen y se flexibilicen. En la Plataforma Unitaria se cuenta con líderes que pueden jugar un papel relevante en esta evolución. Se cuenta con elementos que pueden ser un punto de partida para solventar la crisis de crecimiento: Ya se tiene un plan de reconstrucción nacional, una figura individual y una bandera aglutinante. Si adquiere la magnitud que puede alcanzar, será un gran fenómeno político: La ciudadanía en movimiento. Entonces, ante el reto del 5 de enero 2022 cabe preguntarse: ¿El caso Barinas puede servir de modelo para situaciones de alcance nacional?

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Diego Bautista Urbaneja | 17 diciembre 2021

Las fuerzas democráticas del país están atravesando una etapa de serios desbarajustes y cuestionamientos. Las expresiones de tal cosa son variadas y muy conocidas y comentadas: la renuncia de Julio Borges; la falta de unidad para las candidaturas del 21N; las denuncias de casos como el de Monómeros; el grave desgaste de los partidos más conocidos y la mayoría de sus respectivos dirigentes; la dispersión de los votos adversos al régimen en varios bloques de significación numérica; la incapacidad para diseñar una estrategia común; la alta abstención con todo lo que ello implica como debilidad del poder de convocatoria.

Hay varias maneras de analizar esa situación. Aquí vamos a proponer considerarla como expresión de una crisis de crecimiento, aunque este diagnóstico no cubra todos los hechos negativos que hemos contemplado últimamente. Lo que planteamos con la idea de crisis de crecimiento es que  las fuerzas democráticas son cada vez mayores y más variadas, de modo que los canales desde antes establecidos para expresarlas no son suficientes para canalizarlas. De allí que aparezcan varias corrientes, sin que se cuente con mecanismos de acuerdo o conciliación, ni se hayan desarrollado las actitudes para establecerlos. Es cierto que algunos de los casos de desbarajuste no tienen  que ver con una crisis de crecimiento ni nada parecido, pero los hechos políticos de mayor magnitud sí que pueden responder a ese diagnóstico.

Partamos de un dato central de la situación política nacional, cual es la de que el régimen no puede aumentar sus bases de apoyo popular. Está clavado en ese 20% que se le atribuye, y de allí no está en capacidad de pasar. Lo más que puede hacer es dividir, hostigar, neutralizar, fatigar, ver si logra -capitalismo de bodegones mediante- que sectores en principio adversos se queden tranquilos y, desde luego, llevar a cabo todas las arbitrariedades que sea necesario hacer para no perder puntos neurálgicos o simbólicos de poder, como Barinas. Pero crecer, eso sí que no puede.

“Las piezas con las que se puede iniciar la superación de la crisis de crecimiento están ahí, y en estas cosas no es raro que elementos que parecen desconectados converjan en menos tiempo del que cabría suponer”

Ese es un dato crucial, porque siendo así, las únicas que pueden crecer, y lo hacen día a día, son las fuerzas que de una manera u otra se oponen al régimen y aspiran a cambiarlo. Dentro de esa proliferación surgen de modo natural aspiraciones, rivalidades y pugnas que forman el día a día de la vida política en sus versiones más pedestres. Nada del otro mundo.

Es dentro de esa situación básica que se da la crisis de crecimiento que proponemos como perspectiva. El tema está en que se requiere que los canales existentes para que las fuerzas democráticas se expresen se amplíen y se flexibilicen, para dar cabida a ese nuevo volumen y a esa nueva variedad.

Esto atañe para empezar a los partidos de más raigambre y a sus dirigencias,  principales componentes de la llamada Plataforma Unitaria. Verán ellos hasta dónde son capaces de aceptar nuevos lugares relativos y admitir que no están en condiciones de imponer al conjunto de las fuerzas democráticas el fórceps de un predominio que ya no da más de sí, y de unos liderazgos que han sufrido un fuerte desgaste. (Dejando por los momentos de lado que la consistencia real de los partidos democráticos más conocidos es toda una incógnita, en cuanto al punto de con qué organización en verdad cuentan).

“Los dirigentes políticos no han dado un espaldarazo claro a la iniciativa del revocatorio, y alguno habrá que piense que ello no cuadra con sus propios planes personales”

Si no muestran al respecto una capacidad de adaptación suficiente, me temo que su ya declinante pérdida de representatividad y de capacidad real de dirección va a seguir mermando hasta alcanzar niveles críticos. No veo otra manera de recuperarla que la de responder satisfactoriamente la exigencia que mencionamos. En cambio, de hacerlo, se pueden convertir de nuevo en factores muy positivos de la lucha democrática y recobrar una legitimidad y representatividad que hoy están en muy bajos niveles. En la misma Plataforma Unitaria se cuenta con lideresas y líderes que pueden jugar un papel relevante en esta evolución.

Enfrentar con éxito la crisis de crecimiento implica poner en pie nuevas formas de conducción, enriquecer, y renovar el elenco de los protagonismos. Eso con frecuencia significa una etapa de reformulación que a algunos políticos veteranos, inquieta, o consideran impracticable o cargada del peligro de que las fuerzas democráticas se queden sin capacidad de conducción alguna. Y algo de eso hay: no se pasa del G4 a algo más complejo y amplio así como así. Pero para salvar estos obstáculos es que se es político, y es en esas ocasiones que se demuestra si en verdad se lo es. 

Ahora bien, más allá de lo que tiene que ver con la conducta de los partidos, creo que se cuenta con elementos que pueden ser un punto de partida para  solventar la crisis de crecimiento: me refiero a un plan de reconstrucción nacional, a una figura individual y a una bandera aglutinante.

El plan de reconstrucción es el que en su momento se conoció como el Plan País. Fue producto del trabajo de centenares de especialistas de las más diversas áreas. Está allí, disponible. Seguramente requiere actualizaciones y afinamientos, así como puede que estén pendientes algunos puntos por debatir. Puesto en la perspectiva de la crisis de crecimiento, se presta para  servir como punto de reunión y reactivación de muchísimas personas de talento y conocimientos de la más variada procedencia.

“Partamos de un dato central de la situación política nacional, cual es la de que el régimen no puede aumentar sus bases de apoyo popular. Está clavado en ese 20% que se le atribuye, y de allí no está en capacidad de pasar”

Luego está la figura. Me refiero a Juan Guaidó. Creo que ha tenido la capacidad de mantenerse por encima de las diatribas y las pugnas que han marcado el campo democrático últimamente, así como la de desligarse progresivamente de ataduras limitantes. Me parece que ha habido en Guaidó un proceso de maduración personal, y que hoy por hoy es un dirigente muy superior al que era cuando comenzó su figuración en primera línea. Observo la convicción generalizada de que esa figura debe ser preservada y salvaguardada, por lo que significa internacionalmente y porque como  individualidad mantiene un nivel de popularidad mucho mayor que cualquier otra, a pesar del desgaste que todos sabemos que ha experimentado. Lo ideal es que de aquí al 5 de enero se hayan encontrado fórmulas para conservar la Presidencia interina, así como para darle un respaldo político menos bamboleante y una capacidad de gestión más transparente y autónoma. Guaidó puede jugar un gran papel en ese desafío de ampliación y flexibilización que indicaba líneas atrás, y en la reformulación de las relaciones de los partidos con las nuevas corrientes democráticas que surgen en la sociedad.

Por último, la bandera. Se trata del Referéndum Revocatorio. Ya sabemos las dificultades de todo tipo que ha de enfrentar. Pero tiene una enorme cualidad, a los efectos del tema que estamos abordando: que es unificador, aglutinante, no divisorio. Se presta a que en torno a él confluyan respaldos de la más diversa índole y proveniencia, como de hecho está ocurriendo, todavía a una escala que debe crecer mucho y aceleradamente. Si adquiere la magnitud que puede alcanzar, será un gran fenómeno político: La ciudadanía en movimiento. La misma conformación de un gran frente democrático en pro del referendo revocatorio puede ser una primera fórmula para integrar esas crecientes corrientes democráticas que tanto trabajo le cuesta canalizar a los partidos y dirigentes ya conocidos.

El caso Barinas, por cierto y a propósito de las elecciones allí pautadas, puede jugar a su modo también el papel de una experiencia donde se den fenómenos de confluencia y amplitud que pueden servir de modelo para situaciones de alcance nacional.

Los  elementos que hemos indicado coexisten sin mayor coordinación entre sí. Por ahora, el revocatorio va por un lado y Guaidó por otro, sin que ello signifique que se contraponen y el Presidente interino ha tratado el tema con cautela. De resto, con pocas y valiosas excepciones, los dirigentes políticos no han dado un espaldarazo claro a la iniciativa del revocatorio, y alguno habrá que piense que ello no cuadra con sus propios planes personales. Los partidos han guardado silencio. Pero las piezas con las que se puede iniciar la superación de la crisis de crecimiento están ahí, y en estas cosas no es raro que elementos que parecen desconectados converjan en menos tiempo del que cabría suponer.

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