Economista, escritor y sí, también es… político. Este año, en septiembre, llegará a los 76 años. Pero hace que la gente, que sus colaboradores, y a quienes gobierna sientan que están en presencia de un profesional de las nuevas generaciones y de muchos quilates. Deben ser los aires del Cantábrico los que le dan tanta jovialidad. O el cocido gallego, o las fantásticas ostras, o el incomparable pulpo. O serán acaso las filloas las que le han impregnado el cerebro de inteligencia emocional, esa que tan escasa es.
Abel Caballero es un caballero. En el más extenso y nutrido sentido de la palabra. No he tenido el gusto de conocerlo en persona, pero llevo tiempo siguiéndole los pasos.
Desde hace ya varios años, desde 2007, es alcalde de la (espléndida) ciudad gallega de Vigo. Elegido y reelegido con rutilantes números. Pero, atención, a no confundir la gimnasia con la magnesia: que el hombre sea tan popular no significa en modo alguno que sufra de la enfermedad del populismo, esa peste de la que se han contagiado tantos y tantos políticos. Antes bien esa indiscutible popularidad se afinca en dos pilares: en su bonhomía -una sonrisa que vale más que su peso en oro es reveladora de un alma buena, que no tonta- y sus extraordinarias dotes como gestor público. Es un gerente cinco estrellas, así, en negritas, con todas sus letras, de una ciudad exitosa. Si a esas dos cualidades le sumamos otra que parece también escasear -la sensatez política- el resultado es un círculo virtuoso.
“Este caballero me reconcilia con la política interesante, productiva, creativa, que es la única en la que creo”
El hombre es gallego, de pura cepa, y eso lo hace por diseño trabajador y afanoso. Su larga trayectoria en el oficio ya le hace saber qué batallas cazar y cuáles no valen la pena y es mejor eludir. Pero este gallego dice, llenándose la boca, que es español. Y eso en España, un país donde muchos promueven un insensato separatismo, pues revela cuán bien hacen sinapsis esas neuronas que habitan en su cerebro.
Es “galego”, sin duda, enamorado perdidamente de Vigo, pero igualmente prendado de España, ese país del que con mucho orgullo habla en cualquier escenario, dentro y fuera de las fronteras.
Caballero es doctor en Ciencias Económicas, por las universidades de Santiago de Compostela y Cambridge, Máster en Economía por la Universidad de Essex y desarrolló labor como docente en diversas universidades españolas y europeas. En la actualidad, ejerce como alcalde de la ciudad de Vigo y es catedrático de Teoría Económica en la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de la Universidad de Vigo. Tiene, además, el título de oficial de la Marina Mercante. Es el presidente de la Federación Española de Municipios y Provincias y miembro de la Ejecutiva Federal, del Comité Federal y del Consejo Territorial del PSOE.
De joven, militó en el Partido Comunista de España. Luego, en 1980, se integró al PSOE. Fue parte del gabinete de Felipe González, como ministro de Transportes, Turismo y Comunicaciones de 1985 a 1988. Luego fue elegido por la Provincia de La Coruña como diputado en el Congreso de Los Diputados como parte del Grupo Parlamentario Socialista durante la II legislatura. Y en la III, IV, V y VI legislaturas por la Provincia de Pontevedra, hasta 1997.
“Harían bien muchos (que tristemente abundan) en aprender de un hombre que entendió que hay que crear riqueza para vencer a la pobreza”
Ese año, dejó su escaño en el Congreso para presentarse como candidato del PSdeG-PSOE a la Presidencia de la Xunta de Galicia en las elecciones de la V legislatura autonómica. Y perdió, estrepitosamente. Aquellos fueron los peores resultados en toda la historia como candidato del PSOE. Decidió alejarse de la escena política. Al cabo de un tiempo regresó. Como parlamentario autonómico de oposición en el Parlamento de Galicia hasta la VI legislatura después de las elecciones autonómicas de 2001.
Luego de cinco años como profesor en la Universidad de Vigo, Caballero decidió que ya era tiempo de volver a la gestión pública y en septiembre de 2005 fue nombrado presidente de la Autoridad Portuaria de Vigo.
En 2007, el PSOE y el PSdeG se unieron y lo respaldaron como candidato a la Alcaldía de Vigo o Ayuntamiento de Vigo. En esos comicios de mayo de 2007, la cámara quedó constituida por 13 concejales del PP (44,12% de los votos); 9 del PSdeG-PSOE (29,43%); y 5 del BNG (18,58%). El Partido Popular se hizo de la mayoría. Pero la alianza entre los socialistas y los nacionalistas logró que Abel Caballero se convirtiera en el nuevo alcalde de la ciudad.
En las elecciones municipales de 2011, el resultado varió: El PP se hizo de 13 escaños (42,39% de los votos); el PSdeG-PSOE se quedó con 11 (34,43%); y 3 quedaron en el BNG (11,26% de los votos). Caballero fue reelegido alcalde de la ciudad, consiguiendo el mejor resultado para el PSdeG-PSOE en veinte años. De hecho, fue el único partido que incrementó su caudal de votos y de curules de concejales. El BNG le apoyó con los votos de sus ediles, pero luego se unió al PP para ejercer la oposición.
Abel Caballero: El gerente que hace de una ciudad un territorio de progreso y prosperidad
Y llegó el 2015. Caballero vuelve a postularse y es elegido como alcalde, pero con mayoría absoluta. Se convierte así en el alcalde más votado en la historia democrática de Vigo y también en el único alcalde de una gran ciudad española que logra la mayoría absoluta en las elecciones municipales de aquel año. Logra 17 concejales; 7 concejales quedan en manos del Partido Popular y 3 corresponden a la Marea de Vigo.
Ese mismo año, el 19 de septiembre, Caballero es elegido como Presidente de la Federación Española de Municipios y Provincias, en reemplazo de Íñigo de la Serna, el muy apreciado y respetado alcalde de siglas populares de la ciudad de Santander, Cantabria. El año siguiente Caballero es nombrado como primer presidente del Área metropolitana de Vigo.
“Escribir es disciplinar el cerebro vertiendo en una estructura los pensamientos. Escribir es ejercitar la musculatura de la lógica. Abel Caballero escribe, y lo hace muy bien”
El hombre, además, escribe. Suelo decir que uno de los mayores defectos de los políticos de nuevo cuño (de cualquier nacionalidad o tendencia política) es el no escribir o, peor, no saber escribir. Escribir supone poner en orden las ideas y no dejarlas vagando en el éter. Escribir es disciplinar el cerebro vertiendo en una estructura los pensamientos. Escribir es ejercitar la musculatura de la lógica. Caballero escribe, y lo hace muy bien. La elipse templaria; El hombre que tenía miedo al mar; El invierno de las almas desterradas; La puerta amarilla.
En diversas entrevistas le he escuchado hablar como lo que es: un “fan” de su trabajo. La inteligencia, como la tos, es indisimulable. Y la de este hombre se nota a leguas. Y pienso: así debe ser en todos los que son elegidos por los ciudadanos para desempeñar un cargo en la esfera pública. ¿O no?
A él -es más que obvio- le encanta lo que hace. Lo disfruta. No quiere dejar de hacerlo. Y por eso se esfuerza cada día en hacerlo mejor, sin rociar con lloriqueos insulsos los medios y redes, ni salir a pasar facturas a los ciudadanos por las largas horas de trabajo. No anda de quejica por la vida, como es tan patéticamente común en muchos personeros en cargos públicos. No se siente el centro del universo. No patina en la ridiculez de las ambiciones fatuas. No ve su cargo como escalón o trampolín para llegar a mayores alturas. Quizás, supongo, porque para él Vigo es eso, las alturas; es donde está y donde quiere ser y estar, y no por conformismo. Por supuesto que le gusta el poder. Cualquier político que diga que no le interesa el poder simplemente miente. Pero eso no es lo importante. Lo realmente relevante es que se entienda el poder en simbiosis con el concepto de autoridad, que son principios gerenciales siameses. Un político con poder y sin autoridad no vale nada. Es un necio con pataletas. Una autoridad carente de poder es tan inútil como un cenicero en una motocicleta.
“En España, vaya curiosidad, parece que en los últimos tiempos los mejores políticos están en las gestiones autonómicas, provinciales y municipales”
En España, vaya curiosidad, parece que en los últimos tiempos los mejores políticos están en las gestiones autonómicas, provinciales y municipales. Y esto parece ser transversal en todos los tendidos y toldas. De izquierdas, de derechas, de centro, de más allá o de más acá. Las cabezas de los gobiernos locales parecen tener más comprensión y dotes gerenciales que los que están a cargo del Gobierno nacional. No se quedan atascados en más de lo mismo y cautivos de lo que dice un librito o lo que un asesor o coach recomienda, no son rehenes de la torpeza de la vanidad. Es algo que da para profundidades de estudios en las escuelas de ciencias políticas.
Abel Caballero es gallego. Nació en Ponteareas, provincia de Pontevedra. Y para una venezolana como yo, eso es garantía de sencillez, cordialidad y sinceridad. Y sobre todo es certeza de creatividad. Los gallegos siempre están inventando algo. Por eso en donde sea que haya gallegos, algo está pasando, siempre. Son extraordinariamente laboriosos. Y tienen ese “no sé que” tan distintivo que los hace gente que no se rinde ante las adversidades.
Tuve la inmensa fortuna de poder ir a tierras gallegas hace 22 años. Se me llenaron las retinas de maravillas. Los paisajes quitan el habla. Y no hay palabras para describir el gozo que ofrece al paladar. Pero lo mejor de Galicia, y lo digo sin resquicio a duda, es su gente.
“Las cabezas de los gobiernos locales parecen tener más comprensión y dotes gerenciales que los que están a cargo del Gobierno nacional”
Vigo tiene poco menos de 300.000 habitantes, casi 500.000 si se cuenta con amplitud toda el área metropolitana. La visité apenas por unas horas y tan falla me quede que me prometí volver. Está en mi agenda de asuntos pendientes. Ahora más, porque Caballero, con su extraordinaria gestión pública, la ha convertido en una ciudad aún mejor que la que yo conocí.
¿Qué hizo Caballero? Pues usar ambos hemisferios del cerebro. Un alcalde no puede limitarse a ser un solucionador de problemas. Un tapahuecos. Tiene que crear. Ha de convertirse en un extraordinario hacedor de novedades, un generador de ideas productivas que estimulen la capacidad de los ciudadanos para producir riqueza.
A las 9 de la mañana de cada día, con puntualidad británica, el alcalde Caballero se reúne con su equipo de gestión. La reunión dura aproximadamente 50 minutos. La mitad del tiempo se destina a revisar lo que están haciendo. La otra mitad se destina al “qué podemos y vamos a hacer”. Es un brainstorming. Y claro, cuando a los profesionales se les invita a poner sobre la mesa ideas, pues llueve la creatividad.
Vigo es hoy una de las ciudades más importantes en términos de las fiestas navideñas. Allí la Navidad dura 59 días y con su iluminación, mercadillos y conciertos ya se ha convertido en icono planetario. La alcaldía promueve que todo el año la ciudad sea anfitriona de sinnúmero de reuniones, congresos, festividades. Caballero no se pelea con nadie que contribuya al progreso de su ciudad. Y forja acuerdos con alcaldes de otros municipios, sean o no de su tolda y ya ha sellado pactos de mutuo beneficio con, por ejemplo, Miguel Ángel Revilla, que es el Presidente de Cantabria y no es de su mismo partido. Hasta han anunciado en recientes días un vuelo diario entre Santander y Vigo.
Vigo lleva como tres años con superávit. Y es la tercera ciudad más limpia de España. Está en pleno progreso.
El alcalde es muy popular. Seguramente cuando haya elecciones, si se presenta de nuevo, ganará. Este caballero me reconcilia con la política interesante, productiva, creativa, que es la única en la que creo.
Harían bien muchos (que tristemente abundan) en aprender de un hombre que entendió que hay que crear riqueza para vencer a la pobreza. Esa es la única fórmula que funciona.
*La fotografía fue facilitada por la autora, Soledad Morillo Belloso, al editor de La Gran Aldea.
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