En columna publicada en este mismo medio, el pasado 13/02/22, bajo el título Venezuela, paraíso de la derecha, el historiador Elías Pino Iturrieta formuló una serie de juicios sobre la situación política nacional, que merecen ser debatidas públicamente por todo ciudadano interesado en los asuntos públicos del país. Sostiene el columnista que el chavismo no es de izquierda, ni tiene vínculos con los movimientos socialistas, pues las ideas, personajes y obras seguidas por Hugo Chávez para desarrollar su proyecto político, como Simón Bolívar, Simón Rodríguez, Ezequiel Zamora, Marcos Pérez Jiménez y Fidel Castro -a quien en la columna se califica solo de “personalista”- nada tienen que ver con el socialismo.
Respecto de ello, vale indicar que ya es un lugar común afirmar que a las personas con poder político hay que juzgarlas por sus actos, más que por sus palabras. Desde su llegada al poder, todos los actos dictados por Chávez y sus subalternos se basaron en las ideas originarias del socialismo: abolición de la propiedad privada; toma del Estado para ejecutar la revolución; estímulo de la lucha de clases; promoción del hombre nuevo; intervención y control total de la economía; abolición de la división de poderes e instauración del partido único. Los incontables decretos ley, la reforma constitucional de 2007 y los cientos de informes, estudios y análisis del Observatorio de la Propiedad de Cedice, entre otras, son evidencia empírica de lo afirmado.
Pero, sin duda, la alianza y subordinación al régimen socialista de La Habana, así reconocido mundialmente y en especial por los firmantes de la carta de bienvenida a Castro a Caracas, en 1989; son la prueba fundamental de la filiación socialista del chavismo, más allá de sus manipulaciones de la historia venezolana.
Otra idea planteada en la columna es que el socialismo es producto de estudios y sacrificios, responsables de los logros sociales más importantes contra los poderes establecidos, de los humildes contra los poderosos. Es cierto que, entre los impulsores del socialismo en sus diferentes variantes, se hallan hombres y mujeres de reconocida dedicación al estudio y a la acción política, en muchos casos con las mejores intenciones de erradicar las injusticias de su tiempo. Sin embargo, los socialistas no fueron los únicos ni los primeros, ni los últimos, en reflexionar y actuar en defensa de la dignidad, la igualdad ante la ley y la creación de oportunidades para las personas. En realidad, fueron los liberales quienes iniciaron esa lucha contra la concentración del poder político, al menos desde el siglo XVII, y quienes luego la han continuado contra toda forma de ejercicio abusivo y discriminatorio del poder; por cierto, con mayor éxito que los socialistas, ya que no hacen divisiones artificiales de la libertad, en libertad política y económica, ni dificultan el acceso y garantía a la propiedad de las personas.
Afirma también Pino Iturrieta, que el chavismo no es de izquierda porque no reconoce prerrogativas de los homosexuales, no reivindica los derechos de la mujer, ni las alternativas del aborto y la eutanasia. Sobre esto, valga señalar que también es cierto que, en Europa y América, diferentes gobiernos y coaliciones guiadas por socialistas, han ampliado las libertades de las personas y generado mayores oportunidades de prosperidad, pero ello ha sido gracias a que, en tales casos, los socialistas lo son más por nostalgia y necesidad de diferenciación electoral que por ideología, pues han asumido sin complejos ni dudas, tanto la democracia liberal como la economía de mercado, renunciando a la revolución y a la búsqueda de la totalitaria igualdad material.
Así lo muestran los casos de Suecia, Alemania y del propio Chile, bajo los gobiernos de la Concertación. En cambio, los socialistas que no han asumido esas dos realidades insisten en su discriminación y rechazo a quienes piensan diferente, y se limitan a estimular las actuales ideologías identitarias e individualistas anárquicas, reñidas con toda noción de responsabilidad individual.
Otra idea expuesta en la columna comentada sostiene que el chavismo, en realidad, es godo, como los peores godos del pasado, bajo la profesión de izquierdismo, y con ello lleva a buena parte de la sociedad a asumirse de derechas, es decir, a convertirse en “antagonistas del cambio social”. Desde que en tiempos de la Revolución Francesa se asumió esa maniquea y normalmente simplista distinción entre izquierda y derecha, esto es, entre los supuestos “buenos” de la sociedad y los supuestos “malos”, se corre el riesgo de etiquetar, a la ligera, a toda persona que no piense como “los buenos”. Insistir en que el chavismo es, en realidad, de derecha, y que los que se le oponen desde ideas nacionalistas, personalistas y militaristas, también lo son, solo contribuye a confundir y generar mayor antagonismo entre los venezolanos. Con independencia de las ideas que siguen o dicen seguir unos y otros, lo oportuno es identificar y denunciar los elementos autoritarios, totalitarios y enemigos de la libertad, presentes en las diferentes visiones del poder y la política.
Más grave que lo anterior, es calificar de “derechas” a todos los que no son socialistas (buenos), y acusarlos de ser antagonistas del cambio social. En Venezuela, hoy día, abundan mujeres y hombres críticos del socialismo, que no son nacionalistas, militaristas o personalistas, más sí liberales, y resulta injusto y deshonesto calificarles de “derechas”, para erosionar su credibilidad en el debate público. Por cierto, esa ha sido una estrategia añeja de los socialistas venezolanos, para impedir que surja oposición real a su ideario, lo que empobreció y ayudó a destruir nuestra democracia.
En directa relación con la consideración anterior, se afirma también que los no socialistas son “momios” (palabra de uso despectivo en Chile), negados a abrir senderos al progreso moral y material del país, defensores de “malos” como Donald Trump, Santiago Abascal, Marine Le Pen, Vox, etc., y críticos de “buenos” como el Papa, Joe Biden, Kamala Harris y Gabriel Boric, a quienes aquéllos tildan de “comunistas”. Es bienvenida la discusión y el debate de ideas entre demócratas, más si ello lo plantean reconocidos académicos como el autor de la columna comentada. Pero usar términos despectivos y rozar la falacia ad hominem, al usar la palabra “momio”, para no debatir las ideas del otro, es lamentable y poco ayuda a mejorar el nivel de las ideas políticas en nuestro país. También es cuestionable, hay que insistir en ello, reducir a malos (godos chavistas y derechas no chavistas) y buenos (socialistas verdaderos) las posturas políticas en Venezuela.
La naturaleza totalitaria del chavismo impide que ese régimen pueda generar cualquier progreso o avance en el país. Entre los socialistas (muy pocos entre los que tuvieron poder antes de 1998), habrá personas que sí entienden que solo a través de la democracia liberal y la economía de mercado, bajo el Estado de Derecho, se puede lograr ese progreso. Pero es entre los no chavistas y no socialistas, es decir, entre los mal llamados “de derechas” que sin duda abundan las personas con capacidad de aportar a la reconstrucción nacional, desde las ideas de libertad, para que ese progreso se conquiste.
Entre estos últimos, no necesariamente están los admiradores de los políticos nacionalistas o populistas que se mencionan en la columna que aquí comentamos. En todo caso, el debate con ellos debería desplegarse con pedagogía política y ánimo de persuasión, en ejercicio de la razón. Es llamativo, sin embargo, que al mismo tiempo que se cuestiona a “los reaccionarios”, se defienda al actual gobierno de EE.UU., al Papa y al presidente electo de Chile, a pesar de que todos, hasta el presente, han dado señales inequívocas de su ignorancia, cuando no abierto rechazo, por la cultura de la libertad que tanta falta hace en Hispanoamérica.
Hoy Venezuela no parecer ser el paraíso de la derecha, sino más bien tierra fértil para sembrar, definitivamente, la libertad en los corazones y mentes de sus habitantes. Pero, para ello, urge que los venezolanos superemos los mitos y complejos que tanto daño nos han hecho. Por ejemplo, el de la supuesta opresión colonial y la presunta gloriosa independencia, respecto de los cuales, por cierto, Pino Iturrieta ha escrito valiosos trabajos en este y otros medios, que son de urgente y muy recomendable lectura.
También hay que derribar el mito de que solo el socialismo es la vía para el progreso, y que los países más desarrollados del mundo lo son por seguir ideas socialistas. Es falso. Solo allí en donde los socialistas han aceptado, como los liberales y conservadores, respetar y preservar las instituciones inclusivas de libertad y estas se han combinado con acciones público-privadas subsidiarias, descentralizadas y focalizadas, la vida ha cambiado, de verdad, para las personas. Pero eso lo lograron, entre otras cosas, dejando atrás esa insensatez de dividir a los imperfectos humanos en buenos y malos.
@LuisAHerreraO