En la aldea
07 noviembre 2024

Si la oposición no ha ganado ninguna elección presidencial desde 1998, ¿ya tiene la estrategia para 2024?

El 2024 está a la vuelta de la esquina. Si las elecciones presidenciales que tocan constitucionalmente ese año se hicieran en mayo, usando como referencia el mes escogido por el PSUV para las elecciones de 2018, solo faltarían 26 meses. ¿Qué está haciendo y qué debería hacer la oposición para llegar lo mejor plantada posible a ese momento? La Gran Aldea conversó con el estratega y politólogo John Magdaleno y el historiador Pedro Benítez para responder a esa y otras preguntas.

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Maru Morales P. | 07 marzo 2022

Las elecciones presidenciales de Venezuela que deberían realizarse “a más tardar en 2024”, según el más reciente pronunciamiento de las principales democracias de Occidente, constituyen el reto político más serio de la oposición en la actualidad. Si las elecciones se hicieran en mayo, usando como referencia el mes escogido por el PSUV para las elecciones de 2018, solo faltarían 26 meses. Si le restamos unos tres meses de campaña electoral (en 2018 la campaña fue de mes y medio, en 2012 tres meses y 2006 dos meses), faltarían 23 meses. Y a eso si le restamos el tiempo que se va a tomar la oposición para renovar sus autoridades internas y relanzar la Plataforma Unitaria o crear una nueva instancia de coordinación, fácilmente serán menos de 20 meses los que separan a la oposición de ese hito.

Un hito que representa no solo la oportunidad de lograr impulsar de manera efectiva un cambio político -y quizá también una transición a la democracia- en un país casi arrasado tras dos décadas de chavismo-madurismo, sino además la posibilidad de hacerlo de manera pacífica, votando. Los investigadores John Magdaleno, politólogo, y Pedro Benítez, historiador, compartieron con La Gran Aldea su visión sobre cuál debería ser el foco y la ruta de la oposición democrática hoy, para garantizar un resultado exitoso en 2024.

“Existe la tarjeta de la MUD, pero la MUD como espacio de consenso fue liquidada, no por el Gobierno, sino por el propio G4”

Pedro Benítez

Ambos coinciden en que la oposición necesita construir una coalición de partidos y sociedad civil mucho más amplia y eficiente que las ensayadas hasta ahora, con reglas internas claras y aceptadas por todos para la toma de decisiones y definición de la estrategia; donde los liderazgos partidistas legitimados o renovados por las bases respalden plenamente a un candidato presidencial surgido de elecciones primarias. Y que todo esto se haga teniendo en cuenta que la carta de las inhabilitaciones que tanto le gusta al PSUV, obligará a contar con varias opciones para asegurar la participación -y el éxito- en la contienda.

Más amplitud y reglas claras

Para avanzar con eficacia hacia unas presidenciales que puedan significar un cambio hacia la democracia, la oposición debe superar de entrada dos escollos: La exclusión y la falta de coordinación interna. “Luego vendría todo lo demás”, dice Pedro Benítez.

Tiene que crearse un espacio de coordinación, sin vetos, como condición sine qua non para avanzar. No se puede seguir con la política de la exclusión. La oposición está en una grave contradicción porque mientras está dispuesta a sentarse con Nicolás Maduro, acusado de las peores cosas, con un proceso en la Corte Penal Internacional, no está dispuesta a sentarse con gente que viene de sus mismas filas, que fueron compañeros de bancada en la Asamblea Nacional electa en 2015”, señala el historiador.

Y para muestra un botón. El pasado 8 de febrero, el partido Avanzada Progresista propuso a la Plataforma Unitaria considerar la posibilidad de ampliar la delegación que la representa en México de 9 a 10 personas; y reasignar los puestos de manera proporcional a la votación nacional de los partidos opositores en las regionales del 21 de noviembre de 2021 (21N). Por supuesto que la aplicabilidad de la propuesta, tal como fue presentada, luce cuesta arriba porque obligaría a la Plataforma a ceder la mayoría en la delegación. Pero mientras Acción Democrática leal a Henry Ramos Allup ha respondido que la idea se puede discutir, Juan Guaidó la despachó de plano ocho días más tarde: “Pueden pedir lo que quieran”, dijo.

“Venezuela no puede encarar las presidenciales de 2024 de la forma como lo ha hecho en el pasado”

John Magdaleno

Sobre este asunto de la amplitud e inclusión, Magdaleno recalca que la Plataforma Unitaria o cualquier instancia que se cree en su lugar, tiene que ser atractiva para muchos y no solo para unos pocos: “En la Plataforma no se ha hecho un esfuerzo por incluir a más partidos. Si se quiere socavar las bases del régimen autoritario, se necesita generar incentivos para muchos actores simultáneamente, empezando por muchos de oposición pero no únicamente de oposición. De ahí que la primera dificultad que hay que encarar seriamente es la capacidad de la dirección política opositora de incluir actores de la propia oposición”.

Esta advertencia se produce apenas días después de que Guaidó junto a un grupo de partidos de la Plataforma Unitaria (Voluntad Popular, Encuentro Ciudadano, Alianza Bravo Pueblo, Copei-Odca, La Causa R, Proyecto Venezuela y Convergencia) presentara el movimiento Salvemos Venezuela. Son partidos pequeños, que en su mayoría no participaron en las elecciones del 21N, que representan a las minorías dentro de la Asamblea Nacional electa en 2015 (con excepción de VP) y con pocos liderazgos de alcance nacional.

El otro elemento dentro de la necesaria ampliación del movimiento opositor, dice Magdaleno, es la urgente incorporación de la sociedad civil en la ruta hacia 2024: “Para estimular el cambio de aquí a 2024 no va a ser suficiente una coalición de partidos, por eso insisto en cada oportunidad que puedo, en que hay que construir un poderoso movimiento social de alcance nacional. Esta lucha no se va a resolver solo con los partidos, se requiere edificar una fuente de presión interna donde todos los que están comprometidos con la redemocratización, eleven sus niveles de organización y coordinación. Venezuela no puede encarar las presidenciales de 2024 de la forma como lo ha hecho en el pasado”. (En el último aparte de este texto les contamos a qué se refiere Magdaleno con esta advertencia).

Renovación de los liderazgos

El otro punto de esta ruta hacia las elecciones presidenciales tiene que ver con la necesaria renovación de los liderazgos, tanto de los partidos como de la sociedad civil. Desde hace un lustro más o menos, la sociedad civil venezolana y los partidos políticos protagonizan un desencuentro producto de desilusiones y desconfianza y para avanzar, advierten los académicos consultados, esos desencuentros deben ser resueltos y superados más pronto que tarde. Ahora bien, en un escenario donde se requiere mejorar la coordinación opositora, renovar los liderazgos y seleccionar un candidato presidencial unitario, algunas cosas pueden -y deben- marchar a la par, dice Magdaleno.

“La dicotomía entre la vía de la ruptura y vía electoral que ha padecido la oposición por tantos años siempre beneficia al oficialismo”

El politólogo acota que si la renovación al interior de los partidos políticos “y de la sociedad civil, hay que decirlo”, facilita la articulación y los mecanismos de coordinación en todos los niveles requeridos para consolidar un movimiento nacional de oposición, entonces esa renovación interna debe ser vista y valorada como una prioridad estratégica. Sobre este punto es pertinente señalar que luego de las elecciones de Barinas en enero de este año, Primero Justicia, Voluntad Popular y Un Nuevo Tiempo han anunciado sus procesos de renovación y relegitimación interna. Acción Democrática, dividida en dos desde junio de 2020 por obra del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ), no tiene en el panorama inmediato nada que apunte a la reunificación de su conducción; por el contrario, el ala de Bernabé Gutiérrez se prepara para convocar en las próximas semanas una elección interna de autoridades; el ala de Ramos Allup está enfocada en impulsar las primarias de oposición. Mientras tanto, en Avanzada Progresista parecen estar al borde de una división, precisamente en medio del llamado de su presidente Henri Falcón a elecciones internas.

Las primarias

El planteamiento de unas primarias dentro de la oposición parece ser cada vez más un clamor desde todos los sectores que la integran. Luego del desastre que significó la ausencia de una estrategia concertada en la Plataforma Unitaria para participar en las elecciones del 21N, sin campaña unitaria, sin comando unitario, sin mensaje unitario y con candidatos impuestos por cuotas partidistas, varios dirigentes y partidos han puesto la primaria como la vía idónea para seleccionar al contendor del PSUV en 2024.

En este sentido, Benítez reitera que el primer obstáculo para la escogencia de un candidato unitario es que no hay un espacio de coordinación opositora: “En algún momento de 2023 la oposición debería elegir su candidato o candidata porque es la única posibilidad de derrotar al candidato oficialista, sea Nicolás Maduro u otro. Pero no existe en este momento una instancia dentro de la oposición para organizar esas primarias. No existe una Mesa de la Unidad Democrática. Existe la tarjeta de la MUD, pero la MUD como espacio de consenso fue liquidada, no por el Gobierno, sino por el propio G4”, recuerda el historiador.

“Mientras más sólida es la unidad política, de estrategias y de objetivos en la dirigencia de oposición, es más difícil para el proyecto chavista-madurista derrotarla electoralmente”

En este punto, Magdaleno propone a la oposición diseñar un proceso de primarias que permita responder de manera rápida a lo que a su juicio será la herramienta preferente del oficialismo para anular a la oposición de cara a ese proceso: Las inhabilitaciones políticas. “Las inhabilitaciones aquí son viejas, no las inventó Nicaragua ojo, y va a ser una tentación muy grande para el Gobierno de cara a 2024. En ese sentido, estoy de acuerdo con una primaria, pero para seleccionar no a uno, sino a varios candidatos presidenciales”, dice.

Su propuesta consiste en que los electores de oposición acudan a una primaria para seleccionar a tres candidatos presidenciales en orden de preferencias; y con esa terna en la mano la oposición avance hasta donde sea posible. “Como eso podría no ser suficiente porque el Gobierno podría inhabilitar a los tres, se podría crear un espacio para que los partidos y los representantes de la sociedad civil acuerden respaldar todos juntos, en secreto, a un cuarto candidato, de consenso, que pueda ser inscrito en caso de que todos los electos en la primaria sean inhabilitados”, explica.

¿Y si adelantan la elección para antes de 2024?

Los académicos consultados coinciden en señalar que una elección presidencial antes de 2024, por ejemplo, como producto de las negociaciones en México, luce muy poco factible. Recalcan que el gobierno de Maduro ha dado suficientes muestras de que no le interesa negociar esa posibilidad y para que no quedaran dudas, fulminó el referendo revocatorio el 26 de enero, que habría sido una de las fórmulas constitucionales idóneas para adelantar unas presidenciales. Otras vías constitucionales como la falta absoluta de Maduro (que la oposición intentó en 2016 desde la Asamblea Nacional) o la enmienda constitucional para acortar el período (que dependería de la actual Asamblea dominada por el PSUV) no se ven en el panorama.

La impresión que me da es que el CNE no va a adelantar ese proceso porque la operación política de Nicolás Maduro ahorita es destruir a Juan Guaidó y eliminar al Gobierno interino. Maduro puede estar interesado en volver a México pero no para adelantar las elecciones, sino para llegar a un acuerdo que le permita flexibilizar las sanciones en función de mejorar las condiciones materiales de la gente y recuperar la economía de aquí a 2024”, señala Benítez.

Magdaleno tampoco ve factible un adelanto de la presidencial vista la respuesta contundente del Consejo Nacional Electoral (CNE) ante la solicitud de un revocatorio y por otro lado afirma: “Para que el Gobierno se presente de buena forma en 2024 tiene que haber una recuperación económica sustantiva. Eso es imposible en el contexto de las sanciones internacionales y sin un cambio dramático de la política económica. Sin mencionar el tema de la candidatura del PSUV, que Maduro claramente está buscando pero que en este momento no es claro si la va a obtener”.

Pero frente a la insistencia del sector de la oposición que lidera Juan Guaidó, sobre la necesidad de “acudir a elecciones presidenciales lo antes posible porque el país no puede esperar a 2024”, el politólogo les insta a responder dos preguntas fundamentales: 1. Si las elecciones se adelantaran, ¿tienen en mano una estrategia que haga viable la victoria opositora?; y 2. ¿Cuál es el camino concreto, más allá de la retórica, que proponen para adelantar efectivamente la elección?

En todo caso, la invasión de Rusia contra Ucrania, el apoyo de Maduro a esa acción de guerra, el veto a la comercialización de petróleo ruso en gran parte de Occidente; y la sorpresiva venida a Venezuela de representantes de Joe Biden para reunirse con Nicolás Maduro y revisar una posible flexibilización de las sanciones contra Venezuela -tal como informó el fin de semana la agencia The New York Times-, son todos elementos que podrían agilizar o ralentizar un eventual retorno a las negociaciones en México, dependiendo de lo que Maduro considere que pueda ser el mejor escenario para él y su permanencia en el poder.

Breve historia de la unidad opositora en elecciones presidenciales

La oposición venezolana no ha ganado ninguna de las seis elecciones presidenciales realizadas desde 1998 al presente. Porque recordemos que muchos de los partidos que hoy son oposición, incluyendo a Acción Democrática (AD), ya eran oposición en 1998. Los dos mejores resultados de la oposición en presidenciales en estos 24 años fueron los obtenidos en 2012 y 2013, cuando fue sólidamente unida en torno a un candidato, Henrique Capriles, y en ambos logró obtener más de 40% de la votación: 44,31% en la elección de octubre de 2012 de Capriles contra Hugo Chávez; y 49,12% en abril de 2013 en la elección de Capriles contra Nicolás Maduro.

De esos seis procesos presidenciales, la oposición no participó en dos: el de julio de 2000, la llamada megaelección y mayo de 2018. En la primera, la oposición tradicional estaba desarticulada, tratando todavía de entender qué era lo que le había pasado por encima en la presidencial de 1998 y luego con la constituyente en 1999. Entonces, optó por no presentar ningún candidato. Los contendores de Chávez fueron Francisco Arias Cárdenas, que se postuló con apoyo de seis partidos entre ellos La Causa R, MIN y Bandera Roja, y perdió con 37,52% de los votos; y Claudio Fermín, postulado por el Partido Encuentro que obtuvo 2,72%.

Para mayo de 2018, la no participación de la oposición fue producto, por un lado de la maniobra política aplicada por el oficialismo en las negociaciones de República Dominicana, el adelantamiento abrupto y unilateral de la elección, la dramática pérdida de condiciones electorales iniciada en 2017 pero también de los históricos desencuentros a lo interno de la alianza opositora. Vale recordar que en julio de 2017 la Unidad había presentado públicamente el Compromiso Unitario para la Gobernabilidad, donde sus líderes acordaban elegir un candidato presidencial en primarias (que se realizarían a más tardar en noviembre de ese año). Pero la convocatoria para las elecciones regionales en octubre y el lamentable resultado obtenido por la oposición en medio del peor arrebato de condiciones electorales practicado por el PSUV hasta ese momento, ahogaron a la alianza partidista hasta exterminarla por completo. Ya para las elecciones municipales de diciembre de 2017, la oposición entró de lleno en la vía abstencionista, de la que a duras penas comenzó a salir el pasado 21N.

Finalmente, los peores resultados de la oposición en elecciones presidenciales desde 1998 fueron justamente la elección de diciembre de aquel año y la de diciembre de 2006.

En diciembre de 1998, Henrique Salas Römer candidato del llamado Polo Democrático (Proyecto Venezuela, AD, Copei) obtuvo el 39,97% de la votación frente a 56,20% de Hugo Chávez. Ese resultado no solo fue consecuencia de la tardía alianza entre esos tres partidos de oposición (tanto AD como Copei quitaron el apoyo a sus candidatos naturales y se lo dieron a Salas Römer prácticamente en la recta final de la campaña), sino por supuesto, de la dificultad para enfrentar exitosamente el fenómeno comunicacional y populista que resultó ser Chávez justo en plena crisis de representatividad y credibilidad de los partidos y del sistema democrático en su conjunto. Para diciembre de 2006 la oposición comenzaba a construir la unidad opositora, pero aun de manera incipiente. Tres precandidatos aspiraban a la candidatura (Manuel Rosales, Teodoro Petkoff y Julio Borges), pero no fue sino hasta el mes de agosto, faltando tan solo 5 meses para la elección, cuando se acordó el nombre de Manuel Rosales. El dirigente zuliano contó con el apoyo de 42 tarjetas encabezadas por Un Nuevo Tiempo, Primero Justicia y Copei, mientras que AD no participó en la contienda de manera formal aunque parte de su militancia sí lo hizo en apoyo a Rosales, quien terminó con 36,9% de los votos.

¿Qué esperar entonces?

Más de 20 años de chavismo-madurismo han dejado -o deberían haber dejado al menos- varios aprendizajes a la dirigencia política de oposición. Uno de esos aprendizajes tendría que ser la conciencia de que el chavismo-madurismo llegó al poder con una idea muy alejada de conceptos como la alternancia partidista. No conciben la pérdida del poder. Otro aprendizaje tendría que ser el que mientras más sólida es la unidad política, de estrategias y de objetivos en la dirigencia de oposición, es más difícil para el proyecto chavista-madurista derrotarla electoralmente; y en consecuencia el liderazgo oficialista hará todo lo decible y lo indecible (casos como lo hecho contra la Asamblea Nacional electa en 2015 o tras la derrota del 21N en Barinas lo muestran) para evitar esa unidad. Y tres, que la dicotomía entre la vía de la ruptura y vía electoral que ha padecido la oposición por tantos años siempre beneficia al oficialismo; en ese contexto, la vía electoral, de la construcción progresiva pero sostenida de fuerza política parece la más efectiva. Y en todo caso, la ruptura de la coalición dominante siempre puede ser también la consecuencia de una elección donde masivamente la gente se exprese contra el grupo en el poder.

En los próximos meses veremos qué tanto ha logrado asimilar la conducción opositora (la nueva que surja de los procesos internos partidistas) y la tradicional que ha envejecido con el chavismo-madurismo en el poder, sobre la naturaleza del grupo asentado en Miraflores.

@morapin

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