La recuperación económica de Venezuela parece ser la principal preocupación nacional del momento. ¿Será cierta, será sostenible, se está dando porque el régimen la está impulsando, qué tan sólida es y hasta dónde puede llegar? Más aún, ¿hasta qué punto esta recuperación económica, por sí misma, puede obligar al régimen a dar más y más concesiones políticas hasta que en algún momento la concesión sea el otorgar el respeto a unas instituciones de Estado autónomas? Hay venezolanos que se habían ido y regresan a explorar. ¿Será posible invertir en Venezuela, nuevamente? La “Tribalidad”, natural de toda sociedad, los seduce, los anima. “Quiero regresar a estar con los míos”. Influyentes anclas de los medios de comunicación se dejan llevar por el optimismo, economistas expresan criterios, opinadores de oficio ya aseveran conocer lo que tenemos por delante… y es bueno, dicen.
Todos queremos que el nivel de actividad económica crezca. Más actividad económica se traduce en más venta de bienes y servicios, de esos bienes y servicios legítimos, legales, que se prestan en la libertad y en la genuina competencia de una economía que se interpreta como normal. Más actividad económica es más puestos de trabajo y mejores remuneraciones. Normal y normalización son palabras que se asocian a una vida en la cual el empobrecimiento y la politiquería se alejan. Normal y normalización se han convertido en símbolos del recuperar prosperidad, aunque esta llegue poco y de forma lenta.
Cuando se está muy abajo cualquier ascenso es importante. Un crecimiento de 1 punto, pasando de 1 a 2 es un 100% de crecimiento, mientras que de 100 a 101 es solo un 1%. Todo es relativo. Para ponernos en contexto, la migración ucraniana durante sus primeros 60 días de guerra ha sido de 5 millones de personas, en un país de 44 millones. La migración venezolana es de 7 millones en un país que una vez tuvo 32 millones. En Venezuela no ha habido la guerra atroz de la cual son víctima los ucranianos. La economía ucraniana puede encogerse hasta en un 45% este año 2022 como consecuencia de la guerra, según juzga el Banco Mundial; pero es que la venezolana se encogió más de 75%; nuevamente, sin la guerra atroz que ellos están sufriendo. Más hago esta comparación de nuestro drama particular porque pone en contexto cuán bajo hemos caído nosotros. Visto desde tan abajo, cualquier crecimiento se percibe importante.
Más allá de la burbuja individual de la cual extraemos los ejemplos que nos permiten reafirmar aquello de lo que ya estamos convencidos, ¿cómo se traduce este crecimiento en términos de poder adquisitivo para el venezolano medio? La estimación actual es que el 85% del país vive con menos de 50 dólares mensuales, incluyendo remesas, lo que está por debajo de la línea de pobreza extrema del Banco Mundial. El otro 15% es una línea ascendente que arranca en esos 50 dólares y da unos saltos de curva exponencial que terminan en un 1% de la población con poder adquisitivo equivalente al de la clase alta de un país desarrollado. Así son el empobrecimiento y el desequilibrio con el cual nos encontramos luego de 22 años de revolución. ¡Qué revés tan brutal! para los que creyeron en el “Socialismo del Siglo 21”, por previsible que haya sido para los más educados. Esta es la foto actual, pero la economía es una película compuesta de muchas fotos por venir. ¿En esas fotos vienen mejoras al poder adquisitivo de ese 85% de la población? La economía creciendo no es unos pocos ganando más. Habiendo dicho esto, reconozco que ya no estamos limitados a dos pastas de dientes por número de cédula al mes, no hay carencia de bienes en los comercios, ni ausencia de oferta de servicios, para aquellos que los pueden pagar.
Ahora bien, ¿cómo se dio este teórico crecimiento? Muchos afirman que al régimen no le quedó más alternativa que abrir la economía a una de mercado, bajando las barreras a las importaciones y desmontando controles. Todo dentro de un plan debidamente pensado para bajar la inflación y crear trabajo para aquellos que ya no podía sostener con bolsas CLAP y bonos de misiones. El régimen entendió que debe cobrar y no regalar cosas como gasolina, la electricidad y las comunicaciones, así como los demás servicios públicos; de hecho, todos han subido sustancialmente. El régimen necesita que haya actividad que genere impuestos y comenzar a vivir de lo que viven los estados regulares: impuestos.
Hay que hacer una distinción entre crecimiento y rebote. El crecimiento viene por planificación, el rebote viene porque te quitan la carga. Desde el 2017 venimos acumulando cargas como las paralizaciones derivadas de los cortes eléctricos; el financiamiento monetario que se tradujo enhiperinflación y su consecuente empobrecimiento súbito y masivo, así como la descapitalización súbita y masiva de las empresas; la disminución de ingresos externos derivados de la destrucción de la industria petrolera; la paralización de actividad derivada de la pandemia; la falta de movilidad derivada de la ausencia de combustible; y la ausencia de créditos para el financiamiento al consumo, derivados de la destrucción del sistema financiero.
La dolarización, el volver a disponer de combustibles y el que la electricidad no se esté yendo con la misma frecuencia -aunque en el último mes se han presentado cortes importantes- han estabilizado las remuneraciones y posibilitado el creciente precio de los servicios, especialmente de los prestados por terceros en forma independiente, como lo son mecánicos o médicos. El facilitar la importación de bienes eliminando aranceles y otros impuestos ha vuelto a abastecer los estantes, aunque sacrificando las capacidades de la industria local que sí debe pagar impuestos. Debo acotar, en este punto, que una economía basada en importaciones tiene un muy bajo potencial de creación de puestos de trabajo, cosa que nos está sucediendo.
En todo caso, creer que hay un plan trazado para el crecimiento supone la existencia de una visión a algún plazo, ejecutable mediante la jerarquización a través de la cual se canalizan las necesidades, se debaten las alternativas en pro del beneficio colectivo y se van tomando decisiones en las instancias correspondientes. Nada más lejos de la realidad, a mi modo de ver. El Estado venezolano no funciona mediante separación y autonomía de poderes, designación de cargos por competencias, consensos en la creación de políticas públicas y visión de interés colectivo. Al contrario, funciona por intereses individuales, de individuos o grupos cuyo poder radica en la capacidad para mantener al sistema y beneficiarse de este.
El enjambre
Si un individuo sirve para trazar un tejido internacional de importación de alimentos, que a su vez es vehículo de corrupción, y esconde capitales mal habidos, este individuo -y las conexiones que establece dentro y fuera de Venezuela- adquiere poder para influir en y hasta para definir políticas públicas; esto hasta que le pongan la braga anaranjada, en cuyo caso este pierde el poder y otro lo sustituye. Dejando de ser útil, la fuerza pasa a otros. Como en una colmena, el enjambre sirve para sostenerse a sí mismo y defenderse entre ellos. La diferencia es que aquí no hay abeja reina, pero sí hay algunos que de momento tienen más fuerza que otros. El ciudadano común sigue siendo accesorio, un mal necesario.
Dentro del enjambre la regla es el famoso dicho de las autocracias: “Para mis amigos todo, para mis enemigos la ley”, y todas las leyes están ahí, listas para atrapar al que se haga indeseable. En el enjambre las amistades y las enemistades pueden cambiar con enorme velocidad y no se limitan a amigos o enemigos locales. Este es un enjambre global. ¿O no escuchamos al ministro ruso Serguéi Lavrov cuando amenazó a Estados Unidos con sus posibilidades militares en Venezuela? El enjambre venezolano también ha actuado en otros países de la región. Teorías conspirativas dicen algunos, así como niegan el contrabando de drogas que se vale de las estructuras del Estado. En el enjambre no hay principios, solo intereses, “Realpolitik”, como quien dice. Todos son importantes, ninguno imprescindible, la experticia de dominación cubana en acción. ¿O será la rusa?
En este entorno, lo que es bueno hoy puede no serlo mañana. ¿Cómo planifica así el empresario legítimo, el que no hace vida dentro del enjambre? Ayer se celebraba la dolarización, hoy le ponen un impuesto que puede ser varias veces 3%, dependiendo de la longitud de la cadena comercial, si se transa en dólares, pretendiendo obligar al uso de bolívares. Hoy devuelven el Sambil La Candelaria y Agroisleña, en un entorno en el cual no existe garantía alguna de que los dueños puedan defender sus derechos de propiedad. Veamos Coposa. Sin sistema de justicia el concepto de derecho sobre la propiedad para el ciudadano no existe, ni para el Sambil, ni para el que repara zapatos en un local alquilado dentro de este, para nadie. El derecho de propiedad tampoco existe para el que hace vida dentro del enjambre, salvo que se mantenga siendo importante dentro de su colmena de sostenimiento y preservación, aceptando lo muchas veces inaceptable.
Dentro de la ilusión de crecimiento han salido algunos a decir: abajo las sanciones, que lo que son es un lastre que frena nuestro potencial crecimiento, sino causante mismo del colapso de nuestra economía. Curiosas aseveraciones. Uno se pregunta si vienen de intereses desde dentro del enjambre o si es que el Síndrome de Estocolmo nos ha invadido. Analizaré el impacto de las sanciones en la segunda parte de este artículo.
@jpolalquiaga