La edición 75 del Festival Internacional de Cine de Cannes cerró a lo grande. Como aventuramos en la entrega anterior en esta serie de dos, El triángulo de la tristeza del realizador sueco Ruben Östlund se alzó con la Palma de Oro al Mejor film del certamen. La segunda para el realizador que ya en 2017 triunfó con la muy aguda The Square.
Si antes fue el Arte y la Cultura (The Square) o la familia (Fuerza Mayor), El triángulo de la tristeza pone en jaque al poder económico. Östlund ha entregado su personalísima “hoguera de las vanidades”. Los ricos y famosos flotan a la deriva de sus propios excesos y prejuicios. Jóvenes, atractivos, influyentes, pero también ebrios y extraviados. Los pasajeros de aquella peculiar nave se enfrentan con los atentos y serviciales tripulantes, incluido un extraño capitán –Woody Harrelson-, que se resiste a abandonar su cabina.
Con su peculiar capacidad para meter el dedo en la herida, Östlund retrata la condición humana desde su resistencia al paso del tiempo. El imponderable fin que genera la desesperación, miedos, decisiones y rendición ante lo inevitable. Desde luego, con la marca de casa: ese fino sentido de la ironía y de la contemplación que le convierten en el mejor discípulo del también realizador sueco, Roy Andersson.
Pese a la altísima calidad y la diversidad de posibilidades para otorgar el premio mayor, podría decirse que el jurado presidido por el actor y director Vincent Lindon lo tuvo mejor que aquel encabezado por Spike Lee en 2021. Liberados de la corrección política que se inclinaba por el galardón a un film realizado por una directora; el nuevo jurado -también hay que decirlo-, optó por premiar a gran parte de los creadores entregando como pocas veces premios ex aequo.

Así, el Gran Premio del Jurado fue a parar a Close de Lukas Dhont y Stars at Noon de Claire Denis. El Premio del Jurado fue compartido por EO de Jerzy Skolimowski y Les huit montagne de Félix van Groeningen y Charlotte Vandermeersch, quienes siguen sin renunciar al melodrama como el género clave de toda su filmografía.
Los premios a las mejores interpretaciones correspondieron a Zar Amir Ebrahimipor Holy Spider de Ali Abbasi. Song Kang Ho por Broker de Hirokazu Kore-eda. Mientras, los reconocimientos a la Mejor dirección y Mejor guion fueron para Park Chan-wook por Decision to leave, y Tarik Salehpor Boy from heaven, respectivamente.
Finalmente, un premio único e irrepetible fue el reconocimiento de la 75 Edición que recibieron los hermanos Jean-Pierre y Luc Dardenne por Tori et Lokita, historia de un niño y una joven subsaharianos. «La humillación que siente alguien que es excluido de la comunidad del trabajo y humana, sencillamente, sigue existiendo», habían ya apuntado en el certamen los dos creadores, a propósito de un film que revisita algunas de sus angustias principales: la inmigración, la explotación laboral, la infancia y a fin de cuentas, la propia vida de los desfavorecidos. En esta ocasión, un niño y una joven que intentan abrirse paso en la Bélgica contemporánea a pesar de tenerlo todo en contra. La amistad y la solidaridad son las banderas que enarbolan esta vez, pese al móvil oscuro que subyace en el film.
Habría sido difícil que los hermanos Dardenne -quienes han crecido desde sus inicios con el Festival francés y ganado en dos ocasiones la Palma de Oro-, se fueran de vacío en una de las ediciones más políticas de los últimos años. Ni siquiera la edición anterior fue tan incisiva y corrosiva con relación a los dilemas que enfrenta el mundo.
Claire Denis encaja perfectamente en esta premisa. A lo largo de su carrera, incluida la extraordinaria High Life y la inolvidable Buen trabajo, la realizadora francesa ha puesto su mirada en la complejidad existencial, la que ahora parece haber encontrado en la novela homónima de Dennis Johnson. The Stars at Noon, que pese a llevarse el Gran Premio del Jurado, fue también una de las películas menos aplaudidas.

El film, un romance ambientado en medio de la revolución sandinista en 1984, no fue bien recibido por la prensa especializada. Aun así, la valoración del jurado fue alta. Margaret Qualley y Joe Alwyn se encuentran en el lugar menos propicio para el amor. Qualley quien reclama para sí su lugar entre las mejores actrices de su generación tras Maid, aquí ratifica su valía y ascenso.
Con Armageddon Time de James Gray, Close de Lukas Dhont, Tori et Lokita de los hermanos Dardenne, Broker de Hirokazu Kore-eda, y Les huit montagne de Félix van Groeningen y Charlotte Vandermeersch, puede decirse que la infancia tuvo un alto protagonismo. Destinos truncados tras una niñez feliz.
Como en el film de los Dardenne, la amistad es la clave en este arco de historias. “Me pareció bonito intentar responder a esta pregunta: ¿qué significa «ser amigos»? Para mí, esta película también trata del crecimiento personal y de encontrar el lugar en el mundo de cada uno”, contó a Cannes Charlotte Vandermeersch, codirectora de Les huit montagne junto a Felix Van Groeningen, quien agregó querer hacer el film -basado en la novela homónima del escritor italiano Paolo Cognetti-,para escapar “del cinismo del momento”.
De entre todas ellas, sin embargo, Close de Lukas Dhont rozó el cielo en Cannes y casi consigue destronar al film de Östlund. El realizador de origen belga logró en 2018 el premio a la Mejor Ópera Prima tras participar en la sección Una cierta mirada con Girl, la historia de una joven transgénero apasionada por el ballet. Entonces, Dhont arrancó vítores y consiguió dos interpretaciones fascinantes a cargo de Victor Polster y Arieh Worthalter.
En Close, el joven director confirma su sensibilidad para los temas más complejos, pero también su capacidad para deslumbrar sin siquiera proponérselo. La sutileza vuelve a ser su mejor aliado. Ello y una cámara que se sumerge como el mejor compañero de sus personajes. Una pregunta que se convierte en un abismo para dos niños que apenas se asoman a su pubertad, es todo un cataclismo que Dhont libra con tan sólo respirar junto a ellos.
A diferencia de los Dardenne, de vacío se fueron de Cannes no pocos. Los más relevantes Kelly Reichardt y su Showing Up, Hirokazu Kore-eda y su Broker, y Albert Serra y su Pacifiction.
Pero aún más: David Cronenberg, Crímenes del futuro ha sido celebrada sí, pero ante todo, con tibieza. Grande entre los grandes del arte cinematográfico durante medio siglo -Cronenberg es tan eterno como sus criaturas-; el director canadiense marcó uno de los grandes momentos de la Alfombra Roja junto a todo su estelar equipo. No así, un tanto después.
La sedienta crítica esperaba algo más provocador que meramente exquisito. Incluso Serra se atrevió a más. La “nueva carne” de Cronenberg fue siempre un platillo de difícil degustación. Provocador, pero corrosivo. El realizador de Una historia de violencia, sin embargo, ha ido desde Crash (extraordinaria Palma de Oro no otorgada) a más. A entrar en el espectador desde el fondo de sus personajes, de su esencia y las circunstancias que les apremian. En el Cronenberg más reciente, el cuerpo no supera su destino en descomposición, pero la psique manda a todas horas. De nuevo Viggo Mortensen se convierte en el actor que más consigue transformar en realidad los sueños, pesadillas y neurosis de un creador a quien como Clint Eastwood le hace falta muy poco para rodar una obra maestra.
Cronenberg revisita viejos laberintos personales que puestos en pantalla “teatralizan” la “desconexión” humana. De nuevo, el imponderable fin. Curioso guiño a una edición que desde su maravilloso cartel, con The Truman Show y un Jim Carrey ascendiendo hacia su celestial libertad, busca su humanidad total.
*Las fotografías y el video fueron facilitados por el autor, Robert Andrés Gómez, al editor de La Gran Aldea.