El poeta larense Rafael Cadenas acaba de ganar el Premio Cervantes, la máxima distinción en las letras españolas. Desde hacía varios años, en cada cercanía del fallo, se rumoraba que iba a ganarlo y al final resultaba que no, surgía otro nombre y los rumores se quedaban en eso, rumores. Pero en 2022 se ha cumplido la promesa postergada. Es una fiesta y se nota en las redes y también en las conversaciones entre venezolanos de la diáspora.
De modo que Rafael Cadenas es un individuo más universal ahora, que ya lo era. Tendrá que aguantar el ruido, ese alboroto que se desata tras un acontecimiento como este. Tal vez lo amilane un poco, o más de la cuenta; él sabrá cómo protegerse, lo debe haber ido aprendiendo con el tiempo y la creciente admiración de la gente en países hispanoparlantes (sobre todo) porque ha tenido reconocimientos en su propia tierra, en México y en España. La admiración en masa es peligrosa; es como una marea, acaso un tsunami que suele contener mucha babosería y equívocos. Es más o menos normal que así sea. Cada quien -entre los que le conocen más o menos de cerca o han sido alumnos suyos o son sus lectores- tendrá su propio Cadenas; he aquí el mío y, de este, apenas unos extractos. El primero es una hoja de papel que me entregó en el Centro Plaza.
Cadenas iba mucho por el Centro Plaza porque allí estaba la librería Noctua, en un pasillo no tan céntrico que va a la Villa Mediterránea. Lo conocí gracias a Andrés Boersner, librero de Noctua. Es importante Noctua en esta historia, esa librería que olía a humedad y que mostraría luego cierta predisposición al ahogo. Quedamos, el poeta y yo, para hablar y hablamos en la fuente de soda de abajo. Quise entrevistarlo no por sus poemas ni por su condición de profesor universitario sino por el ensayo En torno al lenguaje. De ese librito me aprendí de memoria un par de párrafos y los lancé como cosa mía en mis clases en la Escuela de Comunicación Social de la UCAB, lo cual no se debe hacer. En todo caso, la usurpación se debía a un loable fin: sabía lo necesario que es advertir a estos jóvenes de que deben estar atentos al uso de la palabra, ya que se disponen a trabajar en medios de comunicación. Pues bien, ese libro, algunos párrafos en especial, te convencen de eso y lo hacen con argumentos que uno no podría ni pensarlos ni escribirlos mejor.
Ese pequeño libro sigue siendo un tesoro. De allí lo de la hoja que anoté antes. Al cabo de unos días, luego de la entrevista, el poeta me la entregó personalmente: de su puño y letra, contenía todos los usos indeseables de la palabra «tema» que se han puesto tan en boga de unos años a esta parte. Había estudiado el tema exhaustivamente, valga la redundancia. Era la demostración, a través de un solo ejemplo, de cómo el lenguaje se puede ir deteriorando por el facilismo oral de la gente y la labor colaboracionista y reduccionista de los medios (¿ahora de las redes?); el léxico cotidiano va adelgazando, las palabras-comodín engordan hasta la obesidad y surgen acepciones nunca vistas, absurdas incluso.
No es un problema de Venezuela, desde luego. Ya que el poeta tendrá que venir a España para recibir el Premio, podría aprovechar la ocasión para repartir esa hojita y otras más a los reporteros que lo aborden. El reduccionismo permea el pensamiento, con consecuencias. Un ejemplo: en la prensa española se ha utilizado la muletilla «Cadenas, crítico de Maduro». Pues bien: reducir el pensamiento de Rafael Cadenas a una crítica -referida además a un individuo en particular- no parece ser la mejor manera de sintetizar lo que ha dicho o escrito sobre lo que sucede en Venezuela.
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Otro extracto se refiere a unos días que pasó en Las Palmas de Gran Canaria. Hablaría ante el público de esa ciudad turística, una pequeña urbe portuaria que parece tropical y casi lo es. Se parece a Venezuela; en Canarias todo se parece a Venezuela porque canarios y venezolanos vienen a ser más o menos la misma cosa. Hay un montón de poetas en Las Palmas, tal vez más poetas que lectores. Pensé que estarían interesados en escuchar al barquisimetano. Iba a Tenerife y yo lo sabía, de modo que le escribí a él y también a Andrés, ya que había sido nuestro enlace primigenio. Al principio, Cadenas le dio largas o no estaba muy convencido. Pero en cierto momento dijo que sí. Creo que quien intervino para convencerlo fue su mujer, Milena. ¿Por qué no dar el salto, ya que iban a la isla vecina? Milena resultó una mujer fantástica, un ser entrañable. Fui su anfitrión en Las Palmas, los llevé a la Casa de Colón, al Castillo de la Luz, nos tomamos unos vinos. Habló Cadenas con poetas canarios y algún cubano también. Esto es inolvidable: entramos a El Corte Inglés porque Milena quería comprar un cable de algún artilugio para su nieta que vivía en Francia. Mientras ella iba a la búsqueda del cable, el poeta recorrió los mesones de libros. Pasó al lado de uno donde había un tomo bien gordo sobre el Che. «¿Otro más?», preguntó, y siguió de largo. Cadenas es parco, ya se sabe. Luego me regaló su libro Contestaciones, donde hay una frase de Ernesto Guevara que él contesta con otra frase apenas un poco más larga que aquella pregunta en El Corte Inglés.
Debo agregar que Andrés, nuestro común amigo, se alegró mucho cuando le dije que sí, que vendrían Cadenas y Milena a Las Palmas. Se alegraba del viaje completo que harían, pues también contemplaban varias ciudades de la península. Yo le había pedido, por correo, que me diera algunas instrucciones para atender bien al poeta y a su esposa. Me dijo: «Ambos son personas sencillas. Ambos se toman con gusto una copa de vino y a Rafael le gusta el chocolate y las galletas María». Seguí rigurosamente tales instrucciones. La intervención de Andrés es importante en todo este relato. Un par de años después cerraría su librería Noctua. Es una de esas noticias típicas en la Venezuela de estos años, el cierre de sus librerías, sobre todo de las emblemáticas, las que eran un punto de encuentro, una referencia. Es bastante triste toda esa historia, un acontecimiento como el del Premio Cervantes reaviva lo sucedido: es decir, alegra, pero la alegría es tan grande que hace ver las zonas de desgracia en Venezuela más desastrosas a la distancia.
Por cierto, tenía razón Andrés aquella primera vez cuando me dijo que quien lo entreviste, al poeta, debe esperar lo bueno para el final, cuando se destapa; es difícil descorchar al poeta, porque ni se revela ni se prodiga fácilmente. Me parece que Andrés, a la calladita, en estos momentos, debe de estar celebrando por todo lo alto el reconocimiento que le han hecho los españoles a su amigo y cliente Rafael. Seguro que su mujer, Magdalena, también.
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Es verdad que a Cadenas, hoy en día, el irse quedando un poco sordo lo tiene medio fastidiado. Pero antes, eso de escuchar lo tenía bien afinado. En torno al lenguaje es, precisamente, producto de su saber escuchar. Opina Rafael que un pueblo que conozca bien su idioma estará en mejores condiciones para detectar lo falso en el uso del lenguaje. Si el pueblo falla en eso, hay ventaja para los demagogos. Precisamente con ese pequeño libro del cual he preferido hablar -ya que habrá muchos que hablarán profusamente de su poesía y con mucha propiedad- termino y cito a la escritora Victoria Di Stéfano, otra voz venezolana a la que debe prestarse atención. Ha expresado al comentar En torno al lenguaje: «Ustedes se habrán dado cuenta de que el estilo de Cadenas, no sólo en éste sino en todo lo que lleva su firma, sin exceptuar y de forma implícita su poesía, descansa en el diálogo ponderado y democrático consigo mismo y con el lector». Y un poco más adelante: «Dejar de lado las respuestas definitivas, hablar no con el peso de la autoridad sino con el poder estimulante de la convicción, como Cadenas lo hace, aparte de rescatar la condición democrática de la comunicación genuina, supone el saber venido de la experiencia de que no existe una última palabra».
@sdelanuez
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