En la aldea
26 abril 2024

Encovi 2022 y las paradojas de la desigualdad

“El círculo de reproducción de la pobreza se acentuará, puesto que los servicios públicos de educación y salud, que durante la segunda mitad del siglo XX fueron los pilares de la alta movilidad social que registró la sociedad venezolana, se encuentran debilitados. (…) al mismo tiempo que disminuye la pobreza por ingresos, también aumenta la desigualdad”.

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Lissette González A. | 15 noviembre 2022

Todos miramos con desconcierto el nuevo país que se nos viene apareciendo. Aunque no nos guste la frase “Venezuela se arregló”, hay muchos indicios de que ya el país no está paralizado como en 2019. Quizá lo más visible es el regreso del tráfico; aunque no se parece aun a lo que vivíamos hacia 2012, ya no podemos atravesar Caracas en veinte minutos en hora pico, como lo hacíamos desde 2018 hasta hace pocos meses. Abren locales nuevos, y no me refiero solo a los restaurantes de lujo que abundan en el Este de la ciudad; también en el Centro se inauguran negocios: modestas tiendas de ropa, farmacias, bodegas. La actividad comercial crece y se expande por toda la ciudad.

Al mismo tiempo, por las calles podemos ver muchos niños sin uniforme escolar, jugando en el horario en que deberían estar estudiando o se reportan en los barrios populares escuelas alternativas en casas de las maestras que por diversas razones dejaron de trabajar en nuestro sistema público de enseñanza. Los trabajadores protestan pidiendo aumento de sus salarios que no alcanzan, y las comunidades piden luz y agua potable. Siguen muriendo pacientes por falta de medicinas y tratamientos. Parece mentira que los dos fenómenos coexistan y sean la descripción de un mismo lugar. Pero estas son las dos caras del país que nos va quedando.

No es fácil comprender que una economía pueda crecer en medio de la persistencia de tanta penuria, pero este es el modelo que pugna por imponerse. Y ese retrato confuso y complicado es lo que nos muestra Encovi 2022.

“En un contexto en el que la industria petrolera sigue en crisis, podemos tener serias dudas sobre la sostenibilidad de la mejoría observada en los dos últimos años”

Siempre los medios se centran en el índice de pobreza: es sencillo de entender, es solo un porcentaje que nos dice cuántos de cada 100 venezolanos son pobres. Por eso mismo ese suele ser el titular. En esta oportunidad, los resultados de Encovi arrojan que la pobreza disminuyó en 2022 a 81% y hay quien se preocupa: ¿significa ese resultado que Venezuela se arregló? Por supuesto que no, ¡que de cada 10 hogares 8 sean pobres sigue siendo una pésima noticia y una grave situación social!

Este no es el lugar para discutir la metodología de la encuesta o la comparabilidad de los datos, siendo que la muestra en este año fue considerablemente más pequeña. Creo que lo importante no es discutir la magnitud, si la pobreza es unos puntos más o unos puntos menos. Lo crucial es tratar de comprender cuáles son los cambios que están ocurriendo en el país, de los cuales la pobreza es solo una parte.

Efectivamente se superó la hiperinflación. Que hay sectores económicos reactivándose es una realidad. Que sigue habiendo muy poca actividad en sectores como la industria y la construcción, también lo es. Y en un contexto en el que la industria petrolera sigue en crisis, podemos tener serias dudas sobre la sostenibilidad de la mejoría observada en los dos últimos años. Pero, aun así, esa mejoría ha tenido efecto sobre el empleo y el ingreso. Y esas son variables que afectan de forma directa la magnitud de la pobreza.

“¡Que de cada 10 hogares 8 sean pobres sigue siendo una pésima noticia y una grave situación social!”

Quizá lo más preocupante de los datos presentados es el fuerte aumento de la desigualdad, con un índice de Gini de 0,60, siendo 1 el máximo valor posible. Este resultado es cónsono con el panorama descrito al inicio: para unos hay bonanza y para otros, miseria. Este incremento de la desigualdad se explica en buena medida por la brecha abismal entre quienes pudieron integrarse en esas actividades y sectores económicos que están en auge que reciben salarios en dólares y, en consecuencia, tienen una mayor protección frente a los déficits de servicios públicos y frente a la inflación. Si bien hay hogares que reciben remesas, esta no es la principal razón de la creciente desigualdad.

Los resultados de la encuesta nos muestran múltiples aristas en las que la desigualdad se manifiesta: no solo se presenta una alta desigualdad en el ingreso, además se refleja una fuerte desigualdad geográfica, puesto que en Caracas se concentra la mayor proporción de población con altos ingresos. En educación se ve claramente cómo en los entornos de mejor situación socioeconómica es menor el rezago escolar y mayor la asistencia. En los hogares de mayor ingreso también es mayor el acceso a los servicios de salud.

Un tipo de desigualdad que no conocíamos por ausencia de mediciones es la desigualdad basada en la raza de las personas. En esta primera medición de Encovi se observó una asociación entre las características raciales con diversas formas de desigualdad: menor pobreza en la población blanca que la mestiza o la negra y lo mismo ocurre con el nivel de instrucción: la población negra tiene un logro educativo menor que la población mestiza o blanca.

Hay un dato enigmático en el panorama presentado por Encovi: al mismo tiempo que disminuye la pobreza por ingresos, también aumenta la desigualdad. Esto solo podría explicarse por un aumento de la severidad de las carencias de la población que se mantiene bajo el umbral de la pobreza. Pero este indicador no está disponible y sería de gran interés, más allá de las cifras generales de incidencia, describir cuáles son las principales dificultades que enfrenta esta población vulnerable.

Hay algo que queda claro con esta fotografía de la sociedad venezolana: nos estamos alejando unos de otros. Mientras hay grupos que viven una recuperación, hay otros que no cuentan con las capacidades para insertarse en ella. Así, el círculo de reproducción de la pobreza se acentuará, puesto que los servicios públicos de educación y salud, que durante la segunda mitad del siglo XX fueron los pilares de la alta movilidad social que registró la sociedad venezolana, se encuentran debilitados. Los más pobres han perdido esos apoyos que podían significar un futuro mejor para ellos mismos y para sus hijos. Tal como funciona nuestro país hoy, para ellos no hay mucha esperanza de mejorar sus condiciones de vida. Pero esto no es un destino escrito en piedra. Podría ser distinto, con los recursos y las políticas públicas adecuadas. Solo hace falta la voluntad política de poner a las personas en el centro de las prioridades, la voluntad de garantizar los derechos que ya tenemos establecidos en la Constitución. Las autoridades actuales parecen tener otros intereses, toca a la sociedad toda movilizarse y tratar de incidir para que no se consolide definitivamente una sociedad que sin pudor excluya de sus derechos a las grandes mayorías.

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La opinión emitida en este espacio refleja únicamente la de su autor y no compromete la línea editorial de La Gran Aldea.
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