En la aldea
10 diciembre 2024

Remesas y microdesigualdad social

“La transición de ser un país emisor de remesas a uno receptor, son el espejo de los gigantescos y dolorosos cambios que ha sufrido la sociedad venezolana. (…) En el país surgió una desigualdad como nunca había existido, para 2022 es el país más desigual de América Latina. Y quizá del mundo”.

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Roberto Briceño-León | 07 diciembre 2022

El sol de la mañana apenas comenzaba a calentar y ya se había formado una corta fila en la puerta de la tienda de celulares cuando la señora llegó a preguntarle al que parecía ser el último en la cola. Quería saber si esa fila era para el tema de los dólares y el envió de dinero por Zelle. El hombre, un poco mayor que ella, le respondió que sí, pero que el dueño no había llegado todavía, y por eso estaban esperando afuera. Enseguida la señora comenzó a contarle y a preguntar, pues decía era su primera vez y estaba inquieta, su hija había emigrado hacía ya seis meses y solo ahora le podía enviar algo de dinero, pero no sabía cómo recibirlo y en la peluquería del barrio le habían dicho que ese era un buen lugar, que se pagaba menos de comisión y era gente bastante confiable…

La escena se repite en casi todas las ciudades del país y lo que hasta hace unos pocos años era impensable, ahora es una realidad cotidiana para buena parte de las familias. A lo largo de casi 100 años de la producción petrolera, Venezuela nunca fue un país receptor de remesas familiares; bien al contrario, desde mediados del siglo pasado, era un emisor de remesas. Los inmigrantes españoles, italianos, colombianos enviaban a sus familiares modestas cantidades de dinero que ayudaban a la vida familiar de aquellos que se habían quedado atrás, y también al balance de la economía de esos países. Luego, fueron los portugueses, argentinos, chilenos, dominicanos, ecuatorianos…

“En Venezuela las estimaciones del monto ingresado están entre 2,5 y 4 mil millones de dólares al año, y pudieran representar el 5% del PIB”

El envió de remesas por los inmigrantes a su país de origen fue posible en Venezuela pues había una economía fuerte con una moneda estable, se percibían salarios altos (en los años ‘70 una doméstica en Caracas podía ganar más que un ingeniero en Lima) y además, se trataba de un procedimiento sencillo, por libre convertibilidad de la moneda nacional, que permitía a los inmigrantes comprar la cantidad de dólares que desearan y enviárselas a sus familiares legalmente.

La transición de ser un país emisor de remesas a uno receptor, son el espejo de los gigantescos y dolorosos cambios que ha sufrido la sociedad venezolana. Venezuela es ahora un país receptor de remesas, de hecho, una quinta parte de los hogares dependen de las remesas para sobrevivir. Y eso es la consecuencia del inmenso nivel de empobrecimiento, la pérdida de valor del salario y de las pensiones, que rondan en los 12 dólares mensuales, y de la masiva emigración de venezolanos que Naciones Unidas estima que ya alcanzó los 7 millones de personas.

Remesas y microdesigualdad social

En un estudio que realizamos este año en el Laboratorio de Ciencias Sociales (LACSO 2022), encontramos que una de cada cinco familias (21%) recibe dinero que le envían sus familiares desde el exterior. Se trató de una encuesta nacional, hecha cara a cara en 1.200 hogares distribuidos aleatoriamente en todo el país. Los resultados indican que la mitad de quienes envían tales remesas son los hijos o las hijas de los entrevistados (54%) y un 37% son otros familiares (hermanos, sobrinos), mientras que los padres y abuelos son apenas el 8%. Lo cual es comprensible pues la mayoría de los emigrantes son jóvenes.

Poco más de la mitad de los hogares que reciben remesas, un 57%, lo hace mensualmente; con lo cual podemos afirmar que el 10% de los hogares venezolanos reciben dinero de sus familiares todos los meses. Y un 26% cada dos o tres meses; por lo cual, sumados, la vida cotidiana de un 15% de los hogares venezolanos, su alimentación, medicinas, servicios, depende de esos aportes provenientes del exterior.

Los envíos de dinero por los trabajadores emigrantes son un fenómeno social y económico de grandes magnitudes. La alianza del Banco Mundial y Knomad calcularon que en 2021 se había movilizado 589 mil millones en remesas hacia los países de ingreso medio y bajo, lo cual representaba un 50% de lo que fue la inversión extranjera directa en esos países (World Bank-Knomad, 2021). El Banco Interamericano de Desarrollo ha calculado que en el año 2022 llegarán a América Latina y el Caribe 128 mil millones de dólares en remesas, una cantidad que representa un 26% más que en el año anterior (Harris & Maldonado, 2022). En Venezuela las estimaciones del monto ingresado están entre 2,5 y 4 mil millones de dólares al año, y pudieran representar el 5% del PIB.

“Paradójicamente, las remesas familiares representan una gran contribución para la sobrevivencia de las familias pero, al mismo tiempo, han creado unas microdesigualdades que no existían en el país”

Sin embargo, los montos que reciben las familias son pequeños. En nuestro estudio, un 83% de las familias reciben 100 dólares o menos. Solo 17% recibe más de 100 dólares regularmente. Pero, lo sorprendente, es el impacto que ese modesto monto tiene en las economías familiares y en la construcción de nuevas formas de microdesigualdad a lo interno de los grupos sociales similares.

En el país surgió una desigualdad como nunca había existido. Antes de la llegada de la Revolución Bolivariana, Venezuela no estaba entre los países más desiguales de América Latina, era menos desigual que Colombia, Brasil o Chile, pero para 2022 es el país más desigual de América Latina. Y quizá del mundo. Cuando se analiza el coeficiente de Gini para establecer la desigualdad, se encuentra que en el país se ha creado un abismo entre el decil (10%) más rico y todos los demás venezolanos. No es solo desigualdad entre el decil más rico y el decil más pobre, lo que es más común, es una desigualdad entre el decil más rico y todos los demás: las clases medias, los trabajadores, los pobres.

Para esos sectores de clase media o pocos ingresos, los profesionales, trabajadores, empleados, las remesas familiares representan una gran ayuda. Sin embargo, también allí se encuentran diferencias, pues son los trabajadores y las clases medias quienes reciben más y mejores remesas. Los más pobres son quienes reciben menos remesas y a quienes les llegan los montos más bajos por cada transferencia. Como puede observarse en la Tabla 1 la autocalificada clase trabajadora y la clase media baja son quienes reciben más remesas y con montos superiores, que oscilan entre 50 y 100 dólares por envió.

Remesas y microdesigualdad social

Lo singular es que en cualquiera de las clases o estratos sociales que se ubiquen los receptores, estas significan una relevante contribución a la economía familiar y por eso mismo, son el origen de nuevas formas de microdesigualdad. En un mismo edificio de apartamentos de clase media, en el mismo piso, uno puede encontrar en una esquina una familia de un jubilado que recibe remesas de sus hijos, y en la otra esquina una pareja de adultos mayores que no tuvo hijos y no recibe remesas. Desde el punto de vista externo, la zona, la casa, la educación, forman parte del mismo grupo social, pero en la vida cotidiana, la nueva microdesigualdad hace que una familia puede comer carne y queso con regularidad, y la otra no pueda comprarlos, e incluso que pueda estar padeciendo problemas graves de desnutrición.

Algo similar ocurre en el barrio. Dos familias que habitan en la misma vereda, que construyeron sus casas subiendo por la misma escalinata; en una, sus hijos se fueron en bus y caminando hasta Chile y les envían dinero mensualmente. En la otra familia, sus dos hijos murieron asesinados por los enfrentamientos entre las pandillas del barrio, y se quedaron sin apoyo, pues la hija que les quedó es empleada de un ministerio y lo que gana apenas le alcanza para vivir. Aunque ambos padres sufren la misma enfermedad, a fin de mes los que reciben las remesas pueden comprar las medicinas para la tensión alta y los otros no; y para comer confían en que llegue a tiempo la caja CLAP.

Paradójicamente, las remesas familiares representan una gran contribución para la sobrevivencia de las familias pero, al mismo tiempo, han creado unas microdesigualdades que no existían en el país. Luego de más de 20 años de discursos grandilocuentes en favor de la independencia nacional y la igualdad, el país se volvió más dependiente y más desigual. Y la única esperanza de futuro que tienen muchas familias, es como la señora: hacer una fila en tiendas semiclandestinas, esperando que le entreguen la remesa que le han enviado sus familiares.

Referencias:

-Harris, J y R Maldonado (2022) Un nuevo récord para las remesas en América Latina y el Caribe. https://blogs.iadb.org/migracion/es/un-nuevo-record-para-las-remesas-en-america-latina-y-el-caribe/
-LACSO 2022 – Estudio Nacional sobre desigualdad, género y violencia. Caracas, Laboratorio de Ciencias Sociales (LACSO).
-World Bank-Knomad 2021 – Migration and Development Brief 35https://www.knomad.org/publication/migration-and-development-brief-35


*La tabla y la infografía fueron facilitadas por el autor, Roberto Briceño-León, al editor de La Gran Aldea.


*Sociólogo, Profesor Titular de la UCV, y Director del Observatorio Venezolano de Violencia (OVV).

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La opinión emitida en este espacio refleja únicamente la de su autor y no compromete la línea editorial de La Gran Aldea.
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