Para el común de los mortales, y que además nos hemos habituado a escuchar números de una, de dos, o cuando mucho de tres cifras en los últimos tiempos, pero la cifra de 3.000 millones de dólares puede sonar astronómica, impensable y crear unas expectativas muy elevadas. Claro, los venezolanos nos hemos acostumbrado, si es que alguien puede acostumbrarse a eso, a salarios de 20 dólares mensuales y qué decir de hasta menos que eso, a los incrementos salariales que se vuelven sal y agua por decir lo menos; y que un billete de 100 dólares sea un verdadero “me gane la lotería”. Imagínense lo que podemos pensar al escuchar que se van a invertir 3.000 millones de dólares, que en lengua inglesa se describirían como tres (si 3) billones de dólares.
No soy economista, ni estudie administración, menos contaduría, soy médico y las habilidades que desarrollé a la fuerza en la administración de proyectos fueron debido a que las exigencias de los proyectos de investigación, que requerían una intervención más activa en este lado administrativo de los mismos, por lo que he tenido que aprender que hay cosas básicas en las cuales hay que pensar cuando se ejecutan acciones de participación a la población. Primero, la planificación, luego el diseño de los programas e intervenciones, la realización del presupuesto, los ajustes en ese presupuesto (desafortunadamente casi nunca un proyecto se ejecuta como uno quiere, siempre hay que recortar costos).
Tampoco soy política, mi acercamiento a las instituciones políticas nacionales siempre ha sido para expresar un punto de vista técnico, científico y esperar que, desde esa contribución, las políticas basadas en evidencia puedan encontrar un espacio en el quehacer institucional, regulatorio y normativo de la vida del país y que se traduzca en algún momento en bienestar para todos.
La crisis venezolana ha sido devastadora, para nadie es un secreto el hambre que pasa la mayoría, la desesperación que viven madres, padres, familias al no poder alimentarse ellos, a sus hijos, a sus abuelos. La desesperación de tener que elegir entre alimentos o medicamentos. La impotencia de asistir a un hospital sin recursos y ver morir a sus seres queridos en medio de una gran sensación de tristeza, vacío y rabia. Todos quienes hemos pasado por esta tragedia, podríamos pensar que 3.000 millones de dólares para Venezuela serian “bastantes” en estos momentos.
Pero, ¿qué es lo que necesita Venezuela? Por decirlo de una manera sencilla hagamos una lista que incluye:
Hospitales activos y con insumos.
Alimentos accesibles para todos.
Servicios públicos de calidad y de forma permanente.
Educación inclusiva y equitativa.
La lista es larga…
Quisiera pensar que es mucho dinero, pero no, cuando reviso la web de una conocida compañía de equipos médicos veo que hay una unidad de imagenología cuyo costo es de 270 millones de dólares, y ojo los hay más costosos aún, porque incluye el gasto de mantenimiento. Imaginé usted querido lector que deben comprarse quince equipos y mantenerlos, nos daría una suma bastante cercana a nuestros 3.000 millones de dólares. ¡Ah! otra palabra que habría que incluir en la lista de necesidades es el MANTENIMIENTO de equipos, de espacios, de plataformas. En los últimos años, la palabra mantenimiento ha caído en una especie de eterna desmemoria, que precisamente impide que nos olvidemos que los hospitales sufren por esa falla, que el servicio eléctrico no existe porque no hubo mantenimiento, en fin, lo que ya sabemos.
No quiero hacer de este escrito una apología al desastre que ya conocemos, tampoco quiero olvidar que se tienen esos 3.000 millones de dólares gracias a la protección debida de esos recursos, porque podrían no tenerse. También prefiero rescatar el esfuerzo que se ha realizado en una mesa de negociación, donde para negociar se debe saber que no va a pasar lo que yo quiero ni lo que tú quieres, pasará a medias lo que ambos pedimos, y queremos o quisiéramos, y quizá a medias es mucho decir, quizá primero sea un quinto, o un sexto, es solo un comienzo. Ojalá pudiera todo resolverse más rápido, pero a estas alturas hay un daño que ya está hecho, en términos de vidas perdidas, de retraso cognitivo, de resentimientos en el alma. Entonces, hay que reaprender a escuchar, a planificar, a construir entre todos y también es por eso que las expectativas deben bajarse, si un equipo de imágenes que sería ultra necesario para el país (y que por supuesto no existe ni va a existir en Venezuela por un tiempo y no sabemos cuánto) cuesta 270 millones de dólares, ¿cuánto cuesta construir el hospital donde ese equipo pueda existir?
Definitivamente los 3.000 millones de dólares se quedan cortos, serán para impedir el deterioro de los más necesitados, que definitivamente son una prioridad, para que puedan alimentarse y conseguir medicinas básicas, no para recuperarlos, es para que no se sigan deteriorando; colocarle “pañitos calientes” al sistema eléctrico del país, ayudar a quienes perdieron sus casas en medio de las fuertes lluvias en los meses pasados. Nada de mantenimientos, ni de equipos nuevos y modernos, nada de actualización; no, eso no me lo espero. Desde el punto de vista de la realidad, con ese presupuesto no puede hacerse mucho más. Pero decido confiar, confío en que las partes involucradas logren colocar a la gente en el centro de los objetivos, más allá de las diferencias políticas. Luego de años de muertes, de enfermedades, de malnutrición, espero que quienes estén allí en la mesa -y ahí hay gente que sabe de las batallas de una madre desnutrida y su hijo enfermo- lleven a la acción por el bien de todos, los pasos que deben darse a futuro por y para el bien del país.
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