En la aldea
14 noviembre 2024

La Familia Marín Chaparro, “hasta este 15 de enero han pasado 55 días desde el inicio de la protesta de Igbert, o lo que es igual, casi dos meses” (Fotografía: Kaoru Yonekura).

La huelga de hambre de la familia Marín Chaparro

“En Venezuela, los muertos se entierran dos metros bajo tierra en la caja del sueño eterno y a algunos vivos, como al teniente coronel del Ejército Igbert Marín Chaparro, los sepultan mucho más abajo en las celdas de “la casa de los sueños” de la Dirección General de Contrainteligencia Militar (DGCIM). Sus carcelarios le han dicho que jamás saldrá de allí, porque él es un reo de muerte”.

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Kaoru Yonekura | 15 enero 2023

Harto, Igbert Marín Chaparro comenzó su segunda huelga de hambre por tiempo indefinido el 22 de noviembre de 2022. En una carta pública, pide la reposición de sus llamadas telefónicas; tiempo para recibir sol y para actividades deportivas, académicas, religiosas y de redención; traslado al centro de reclusión que le corresponde (Centro Nacional de Procesados Militares de Ramo Verde, Cenapromil); así como las visitas de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (ACNUDH); la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH); los embajadores de Francia, Colombia, Argentina, Chile y el Nuncio Apostólico; la Conferencia Episcopal Venezolana; la Fiscalía General y la Defensoría del Pueblo.

-Nos enteramos de la carta por las redes sociales -recuerda Ignell Marín, hermana de Igbert-. Uno no sabe cómo salió esa carta, pero en lo que salió, mi papito y la abogada Stefania Migliorini del Foro Penal fueron a la DGCIM a corroborar.

Agrega el coronel retirado del Ejército Igor Marín, padre de Igbert: -Inicialmente, el director de Servicios Penitenciarios Mauro Bracho titubeaba. Le pedí que fuese claro: “Confírmelo o desmiéntalo” y fue cuando me dijo que Igbert no quería aceptar las comidas… Mi hijo solo se está hidratando.

“Igbert se graduó como licenciado en Ciencias y Artes Militares, mención Caballería y Blindados. Fue el primero de la promoción Coronel Miguel Antonio Vásquez y, además, con el mayor promedio de calificaciones de un cadete en la historia de la Academia Militar hasta la fecha” (Fotografía: Kaoru Yonekura).
“Igbert se graduó como licenciado en Ciencias y Artes Militares, mención Caballería y Blindados. Fue el primero de la promoción Coronel Miguel Antonio Vásquez y, además, con el mayor promedio de calificaciones de un cadete en la historia de la Academia Militar hasta la fecha” (Fotografía: Kaoru Yonekura).

Los Marín Chaparro consultaron a un médico especialista en huelgas de hambre y, siguiendo la Declaración de Malta de la Asociación Médica Mundial sobre las personas en huelga de hambre, este les explicó el procedimiento ético y cuáles son los líquidos que Igbert puede tomar, así como las dosis recomendadas para retardar los efectos adversos e irreversibles en su cuerpo. De manera que cada cinco o seis días, la familia le lleva suero oral, agua de coco y jugos en envases de cartón. Como no se consigue tiamina (vitamina B1), le llevan complejo B y también chicle para que estimule la mandíbula.

-Pero no sabemos si le están dando todo lo que le llevamos ni cómo le están administrando todo esto. Tampoco sabemos si le están dando sus medicamentos, -aclara Nelis Chaparro “Nelita”, madre de Igbert.

Porque desde que Igbert comenzó su protesta, Nelita e Igor lo han visto dos veces: el 2 de diciembre en el locutorio por apenas cinco minutos y el 16 de diciembre. Ese día ya estaba ojeroso y cuando lo abrazaron, le sintieron las costillas y las manos frías. Este segundo encuentro, advierte Ignell, “fue una trampa”:

-Ese día nos dijeron que el director estaba convocando a mis padres a una reunión. Fuimos corriendo y los atendió el subdirector, porque el director dizque se había ido. Ellos querían demostrar que, supuestamente, no hay ningún tipo de privación para que mis papás puedan ver a mi hermano. Total que lo vieron en una oficina que acondicionaron. Allí se quedaron custodiando, grabando y, descaradamente, les tomaron fotos.

“No sabemos si le están dando todo lo que le llevamos ni cómo le están administrando todo esto. Tampoco sabemos si le están dando sus medicamentos”, aclara Nelis Chaparro, madre de Igbert (Fotografía: Kaoru Yonekura).
“No sabemos si le están dando todo lo que le llevamos ni cómo le están administrando todo esto. Tampoco sabemos si le están dando sus medicamentos”, aclara Nelis Chaparro, madre de Igbert (Fotografía: Kaoru Yonekura).

Y pasó la Noche Buena sin “el bailarín de la fiesta”, la Navidad sin “el que echa broma de verdad” y llegó el año nuevo sin “el que echa los cuentos”. Otra vez el cuartel de los Marín Chaparro estuvo vacío del batallón de muchachos en desorden cerrado. La llamada del 1 de enero apenas duró dos minutos.

Hasta este 15 de enero han pasado 55 días desde el inicio de la protesta de Igbert, o lo que es igual, casi dos meses sin fororos, cremas ni consomés, sin los labios cosidos, sin ninguna muestra de sangre, sin mayor evaluación médica que pesarlo y tomarle la tensión, sin atender ninguna de sus peticiones y sin las canciones de U2 que lo animarían. Igbert está dispuesto a seguir, lo sabe su familia, porque en la primera huelga de hambre le dijo a Nelita: “Mami, yo he pasado hambre aquí y yo sé que es horrible, pero lo que nos están haciendo ahorita es mucho peor”.

-Por tener más de un mes en huelga sin coserse los labios, se la están desestimando. Entonces, también le subestiman su lucha que ni siquiera es por algo extraordinario, sino por sus derechos mínimos como cualquier ciudadano en cualquier cárcel. Ni siquiera está pidiendo que le den libertad, que la merece porque no hay ninguna prueba que lo culpe, sino que lo trasladen a Ramo Verde, que es el centro de reclusión que le asignaron. Él mismo ha dicho que en la DGCIM creen que lo que tiene es una guachafita -agrega Ignell.

El delito de la virtud

“To”, como llaman a Igbert entre los hermanos, fue el primero en la prueba de ingreso de la entonces Academia Militar de Venezuela. También fue el primero del primer año, del segundo y del tercero, y representó al Ejército en el Buque Escuela Simón Bolívar, tiempo en el que, entre tantos saberes, aprendió a escribir lo que su mamá llama “una carta más bonita que la otra”.

-En todas las cartas siempre había un consejo -dice Ignell-. Recuerdo, y más ahora, el que dice: “Incólume ante los momentos adversos”, lo puso en grande.

Igbert se graduó como licenciado en Ciencias y Artes Militares, mención Caballería y Blindados. Fue el primero de la promoción Coronel Miguel Antonio Vásquez y, además, con el mayor promedio de calificaciones de un cadete en la historia de la Academia Militar hasta la fecha.

-Y creo que somos el único relevo generacional en la historia de la Armada -recuerda Igor- porque yo pasé a retiro el 5 de julio de 1999 y mi hijo se graduó ese mismo día. Tengo entendido que es la única vez que ha pasado.

Igbert Marín Chaparro junto a su mamá Nelis en la Navidad de 2017, unos meses antes de ser detenido (Fotografía: Familia Marín Chaparro).
Igbert Marín Chaparro junto a su mamá Nelis en la Navidad de 2017, unos meses antes de ser detenido (Fotografía: Familia Marín Chaparro).

Igbert fue escogido por el expresidente Hugo Chávez como su edecán. Así, el muchacho disciplinado, exigente y con demasiada marcialidad, cuidó, trasladó y ordenó los libros del comandante al mismo tiempo que mantenía su agenda.

-Siempre me lo preguntan y digo: mi hijo no fue chavista. Sirvió al presidente de turno, como debe ser. Un año después, más o menos, solicitó ser oficial de planta de la Escuela Militar -aclara Igor.

Y luego fue primer comandante del Batallón de Caballería Motorizada Juan Pablo Ayala del complejo militar de Fuerte Tiuna, dicho de otra manera, Igbert fue el líder del cuartel élite de la Fuerza Armada pero que, como a todos los demás cuarteles, le faltaba más y mejor alimentación, medicamentos, equipamiento para las unidades, infraestructura y sueldos. De todo esto y de algunas posibles soluciones habló en un reencuentro con sus compañeros de promoción a finales de febrero de 2018 y uno de ellos lo delató porque todo aquello le sonó a conspiración.

Así, el 2 de marzo de 2018, la DGCIM se llevó a Igbert a la Comandancia General del Ejército del Ministerio de la Defensa para una reunión con el general en jefe Vladimir Padrino López, ministro; el mayor general Jesús Suárez Chourio, comandante general del Ejército; y el mayor general Iván Hernández Dala, jefe de la DGCIM y de Casa Militar. Igbert repitió lo que ya había dicho. Pidió desde botas para los soldados hasta vehículos, pasando por repuestos, combustible y carga básica (municiones y reserva completa). Además, condenó la perdida de institucionalidad y la corrupción de la Fuerza Armada, mientras en su cuartel habían rendido cuatro patillas entre quinientos soldados durante un mes.

Desde ese 2 de marzo, Igbert está detenido en la sede principal de la DGCIM, condenado a siete años y seis meses por instigación a la rebelión por la operación Transición de la Dignidad del Pueblo, una supuesta conspiración con la que se trató de derrocar a Nicolás Maduro.

-Los delitos de traición a patria y acciones contra el decoro militar se los desestimaron, ¿cómo van a decir eso de mi hijo, que es un oficial con calificaciones excelentes?

El día de su discretísima detención, Igbert fue despojado de su carnet, de su celular y de su libertad. El 4 de marzo, apenas dos días después, de lo más preciado que tenía: su batallón del Fuerte Tiuna.

Dado que las audiencias a veces han sido orales y jamás públicas, la abogada Migliorini ofrece una actualización del caso:

-Luego de que el tribunal publicó la sentencia, algunos abogados de la causa consignaron la apelación ante la Sala de Apelaciones y la Sala dio con lugar esa apelación. La Fiscalía apeló esa decisión de la Sala y se volvió a hacer una audiencia para verificar. Pero en esa audiencia, la Corte de Apelaciones ratificó la sentencia de la Fiscalía; es decir, la sentencia del juicio. Una vez que fue publicada esta sentencia, nosotros, el Foro Penal, metimos un recurso de casación para que la sentencia no quede definitivamente firme. Hasta los momentos no tenemos respuesta de si ha sido admitido el recurso o no.

La tortura de la espera

Cuando Igbert llegó a la DGCIM fue encapuchado y sometido a un interrogatorio con golpes que le quitaban el aliento, y gases lacrimógenos que le impedían respirar. Permaneció encapuchado con una bolsa plástica, con las manos amarradas y aislado en una celda oscura, sin contacto con su familia, sin atención médica, sin sus medicamentos para la hipertensión, sin suficiente comida que, además, se la tiraban en el piso. Así estuvo durante siete días, cuando, por fin, lo llevaron a la audiencia de presentación. Al culminar, fue aislado otra vez durante 68 días cuando tuvo visita y, una vez más, se la prohibieron por dos meses. Igbert es uno de los prisioneros militares en Venezuela con mayor tiempo aislado.

En estos cuatro años y diez meses, Igbert ha recibido las muestras de un catálogo de torturas: hacinamiento sin derecho a ir al baño; choques de electricidad; exposición a luz blanca durante días; dormir en el piso sin colchoneta; vigilancia extrema permanente con cámaras y micrófonos, incluso durante las breves y escasas visitas; amenazas de secuestro, encierro y torturas a sus familiares; comidas que son restos de otras o mezcladas con excremento humano. Durante la remodelación de “la casa de los sueños”, Igbert permaneció recluido allí y le contó a su papá que estuvo mareado alrededor de cuatro días por los olores químicos, pero nada valió la pena, porque hoy, su espacio de reclusión no es mejor: la ventana es de diez centímetros y el aire que por allí logra entrar es del estacionamiento.

A Igbert lo han privado hasta del derecho de dar clases de inglés y leer la Biblia. Lo torturan por todo y por nada y eso que, como cuenta un exdetenido que prefiere no dar su nombre: “Marín Chaparro es un muchacho muy tranquilo, una persona muy educada y muy buena gente. Siempre cargaba un rosario en el pecho y se lo quitaba para tenerlo en la mano cuando leía los salmos las veces que tuvimos misa”.

-¡Ni siquiera le dejan invertir el tiempo estando allí! -dice Ignell y lo que lamenta no es asunto menor-. Para culminar su Doctorado en Derecho y Política Internacional de la Universidad Central de Venezuela, mi hermano pidió que le permitieran trabajar en su tesis, recibir y enviar los materiales a su tutor, y no se lo permitieron.

No han sido pocas las desmejoras en la salud de Igbert. Se sabe de su desnutrición, deshidratación, tos permanente, varicoceles, escabiosis, pérdida paulatina de la visión en el ojo izquierdo debido a una subida de tensión, temblores en las manos, alguna afección en las rodillas, fibrosis pulmonar tras padecer coronavirus tres veces y piel grisácea.

-Mire todo lo que le han hecho… Antes de la huelga, me dijo: “Papi, si yo no tomo una medida ahorita, más adelante va a ser peor: ya nos disminuyeron las llamadas, nos uniformaron, más adelante nos rapan el cabello, no van a permitir entrar alimentos o nos quitan la visita”… Él sabe que cuenta con mi apoyo mientras no sea que se va a escapar, a suicidar o a entrar a golpes.

El teniente coronel Marín Chaparro también cuenta con el apoyo de la CIDH, que en marzo de 2019 solicitó al Estado venezolano protegerle la vida garantizándole las condiciones en su centro de detención. En mayo de 2020, el Relator Especial sobre la tortura y otros tratos o penas crueles, inhumanos y degradantes solicitó información al Estado venezolano sobre el teniente coronel y cómo su situación es compatible con la normativa de los Derechos Humanos. También en 2020, el Grupo de Trabajo sobre las Detenciones Arbitrarias de las Naciones Unidas declaró la arbitrariedad de su detención. Su caso, además, fue denunciado ante la Corte Penal Internacional.

El caso Marín Chaparro es, en definitiva, el patrón de persecución a los más sobresalientes o a los militares con arraigo. Hoy es uno de los mayores ejemplos de crueldad hacia un preso político militar en la era del madurismo, porque “To”, el hijo de Nelita que ya tiene canas pero la cara igualita, sigue debilitándose porque lo culpan por algo que no se sabe si es su pasado, su presente o porque a alguien le conviene.

Para Ignell, a la familia no le queda más que respetar la decisión de su hermano y tratar que sus peticiones sean atendidas lo antes posible, sobre todo por el miedo de Nelita:

-Yo tuve el presentimiento de madre de que esta vez no iba a funcionar tan rápido como la primera huelga. Me acuerdo que mi hijo decía: “Mamá, hoy estamos, mañana no sabemos”… Mire, yo quiero que mañana mi hijo sí esté, así sea en Ramo Verde.

*Las fotografías fueron facilitados por la autora, Kaoru Yonekura, al editor de La Gran Aldea.

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