Cuando se apagan las luces del teatro y suena una voz de fondo, el público sabe de quién se trata. Es la voz de una historiadora que hemos escuchado en la radio, en librerías, en tertulias y -a quienes nos apasiona la historia-, en aulas de clase. Inés Quintero fue la asesora histórica de Mi último delirio, el monólogo teatral que protagoniza Héctor Manrique sobre los últimos días del Libertador.
Simón Bolívar falleció con 47 años, el 17 de diciembre de 1830, en la Quinta San Pedro Alejandrino de Santa Marta, y pasó sus últimos días observando el destino final de su hazaña de vida: la desintegración de la República de Colombia, también llamada Gran Colombia, a manos de las diferentes facciones que pugnaban por la separación, debido a la complejidad que significó ese proyecto.
En esos últimos años, tan polémicos y llenos de contradicciones, marcados por sus deseos de gloria y empeño por gobernar de manera vitalicia, se inspiró el guion teatral asesorado por Quintero, que además se pasea por varios episodios de la Independencia, y destaca la carga afectiva de un hombre cuyo culto sigue dictando la senda política de un país que desde 1999 se hace llamar bolivariano.
Aunque producciones sobre su vida hay muchas, incluyendo una serie de Netflix, este monólogo innova en varios aspectos: no solo se basa en una faceta poco abordada sobre su vida, sino que además lo hace desde su propia voz, pues fue construido desde de su autoría documental y epistolar. No hay invención ni cuento, cada una de las palabras pronunciadas fueron escritas o dichas por él.
La obra se presenta en el Trasnocho Cultural y está montada por el Grupo Actoral 80, que en 2023 cumple cuatro décadas de actividad artística ininterrumpida y decidieron celebrarlas con el relanzamiento de muchas producciones, entre ellas la del Libertador, tan usado y abusado por el culto. Sobre este aspecto, Inés Quintero cuenta qué significa Bolívar en nuestros días.
-¿Cuál fue su papel exactamente dentro de la producción?, ¿en qué consistió esa asesoría histórica que se promociona en el póster de la obra?
-Primero tengo que decir que esto tiene una larga historia. Nosotros empezamos a trabajar como consecuencia de un proyecto en el que estuvimos involucrados Héctor y yo. Un montaje que se hizo en la Quinta Anauco con unos monólogos inspirados en la época de la Independencia, donde estaban María Antonia Bolívar, José María Vargas, Juan Germán Roscio, el Marqués del Toro y El Libertador. Entonces, claro, en esa experiencia decidimos que valía la pena pensar en algo más directamente relacionado con Bolívar. Eso lo dejamos en noviembre de 2021 y en 2022 Héctor me dijo para hacerlo. Empezamos con la lectura del Diario de Bucaramanga. Todo el equipo se lo leyó como una ruta de entrada al personaje, y después empezamos a seleccionar material epistolar. Este fue un trabajo donde mi responsabilidad estuvo en la orientación de la selección epistolar, de la selección documental y, sobre todo, en que no hubiese cosas ausentes ni tampoco hubiese desviaciones en una dirección u otra, sino un equilibrio en el que estuviese fundamentalmente en la carga afectiva de Bolívar. Fíjate que aparecen María Antonia, Manuela, Bernardina. Queríamos que la obra fuese producto de su voz, de sus papeles, que no hubiera inventos.

-¿Qué diferencia marca esta adaptación con las que se han hecho en otros formatos, como las películas y la serie de Netflix?
-Bueno, porque esta, y lo ha dicho Héctor en las declaraciones que ha hecho, es una manera de hacer teatro con los textos del personaje. Aquí no hay un guion elaborado por un tercero, aquí el guion es de Bolívar. Desde la primera hasta la última palabra son extraídas del material documental y epistolar de Bolívar. Eso representa un ejercicio exigente, porque no te puedes salir, o sea, tiene un pie pegado de la tierra que es lo que dijo Bolívar. Y eso no ha estado presente ni en las novelas, ni en la producción cinematográfica ni en ningún otro esfuerzo que se haya hecho previamente en relación con la figura de Simón Bolívar y su época.
-El Bolívar que presenta la obra es un Bolívar que cuestiona su indispensabilidad en el proceso de Independencia. Vemos, por ejemplo, cuando dice que pudo haber sido sustituido por algún otro caudillo. ¿Eso fue así? Lo pregunto porque al final de su vida estuvo obsesionado con el poder y Elías Pino Iturrieta ha hecho comentarios sobre su megalomanía.
-Fíjate tú que sí, pero también hay un equilibrio: hay momentos como ese en los que aparece desprendido del poder, pero en otros donde está clarísima su ambición y sus ganas de triunfar. No hay personajes puros. Su ambición y deseo de gloria están presentes, porque forman parte de las contradicciones humanas.
-Usted ha sido muy enfática en la crítica hacia la manipulación de la figura de Simón Bolívar. Su artículo en Prodavinci sobre la serie fue el más leído de todo el portal en 2019. Al salir de esta obra, ¿la gente aprendió historia?
-Creo que ningún espectáculo enseña como un libro de historia. No aspiro que la función de un espectáculo sea resolverle la información histórica a la gente. Sí creo, y esto me parece muy importante, que aquí hay un profundo respeto por las fuentes. Aquí no hay un uso de la figura del Libertador porque no se está interpretando ni orientando. Es él hablando. Nosotros lo que hicimos, repito, fue seleccionar las cosas que nos parecían importantes que aparecieran ahí. Pero cada quien puede sacar su conclusión. La idea es que la gente pueda hacer su lectura y, sobre todo, para mí lo más importante es que despierte curiosidad por profundizar no solo el conocimiento de Bolívar sino también la comprensión de nuestra historia: comprender por qué Bolívar sigue tan presente entre nosotros.
-Bolívar otra vez. ¿Cuál es la vigencia de su figura en estos tiempos?, ¿por qué hacer una obra del personaje?, ¿esto no contribuye acaso con la actualización del culto que usted misma señalaba hace algunos años atrás, cuando opinó sobre la película Libertador de 2014, la de Edgar Ramírez?
-Mira, creo que hay una diferencia extrema entre esta obra y la película de Edgar Ramírez, donde no aceptan ni siquiera que Bolívar se murió en Santa Marta, sino que se inventan otra muerte. Ahí sí hubo una pretensión de lectura asociada a un destino político. Con esta obra no estamos pretendiendo hacer ninguna interpretación política. En todo caso, lo que me parece valioso es que ningún personaje histórico está agotado. Nunca hay agotamiento del conocimiento y comprensión de un personaje histórico. Independientemente de que nosotros podamos decir hasta cuándo Bolívar, creo que es muy importante un esfuerzo que permita abrir una discusión. Eso tal vez no es exactamente lo que aspira la obra como propósito, pero como historiadora, para mí lo más importante es que se pueda discutir en otros términos qué significa Bolívar para los venezolanos, qué significó en su momento y qué puede significar ahora. Pretender la destrucción del mito es muy complejo, en todo caso se puede discutir. Y si en la discusión surge la destrucción, chévere, pero que se abra un debate que permita relacionarse con Bolívar fuera de las camisas de fuerza que ha impuesto el culto.

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*La fotografía de inicio es cortesía de Inés Quintero, y fue dada por el autor Jesús Piñero al editor de La Gran Aldea.
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*La fotografía al pie del texto de la obra “Mi último delirio” y el póster promocional son cortesía de María José Castro, y entregadas por Jesús Piñero al editor de La Gran Aldea para su uso.
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