El pasado miércoles 15, ante una multitud que llenaba por completo cada rincón del Anfiteatro de El Hatillo, y con la presencia de los representantes de todos los partidos democráticos del país, la Comisión Nacional de Primaria, a través de la vocería de su presidente, Jesús María Casal, fijaba el próximo 22 de octubre como la fecha de la Primaria para decidir la candidatura presidencial que representará a la gran mayoría que reclama un cambio político para el país.
El anuncio, sin lugar a dudas, le dio una bocanada de aire fresco al país que bastante la necesitaba, no solo porque una primaria implica darle a la gente la oportunidad de participar y escoger a quien los representará, sino porque la Comisión Nacional de Primaria, conformada por personalidades respetadas de la sociedad civil, demostró comprender que en un país plagado de disensos que nos dividen y fragmentan políticamente, la Primaria se ha constituido en una especie de gran consenso nacional, al tiempo que se demostró la determinación para sacarla adelante a través de un trabajo serio, con autonomía e imparcialidad, como corresponde a una institución electoral. Como decía su presidente, “estamos ya en altamar”, esperamos y apostamos a llegar a buen puerto pese a las amenazas de tormenta que ya se ven en el horizonte.
Pero llegar a buen puerto, si bien depende, en buena medida, de que la Comisión Nacional de Primaria continúe navegando sin desviarse del buen rumbo emprendido y que siga tomando las mejores decisiones para el país, sin atender a presiones políticas inconvenientes, que algunos podrían tener la tentación de ensayar a su favor, también dependerá de que la gran mayoría del país que reclama un cambio democrático haga la Primaria suya y esté dispuesta a apoyarla, e incluso defenderla, como un asunto trascendente y existencial. Asimismo, la comunidad internacional democrática, esa a la que verdaderamente le importa la suerte política del país, debe prepararse para presionar a un gobierno que, sin lugar a duda, utilizará todo el aparataje institucional bajo su control para evitar que la Primaria tenga lugar de manera exitosa.
La Primaria constituye no tan solo un mecanismo de selección participativa de un candidato a la próxima elección presidencial, sino un componente estratégico esencial para derrotar la estrategia gubernamental sobre la cual hemos venido hablando desde hace años: “Divide et Impera”, y que se ha traducido en las derrotas de la oposición en las elecciones parlamentarias de 2020 y las regionales y municipales de 2021, gracias a la “fabricación y multiplicación de oposiciones”, unas impulsadas por las ambiciones alimentadas desde el oficialismo que los llevan a morder el anzuelo de la ingenuidad, mientras que otras, conscientemente cooptadas por el mismo gobierno, contribuyen a su estrategia a cambio de usufructuar los símbolos de los partidos expropiados, de los que en alguna oportunidad formaron parte, y de pequeñas cuotas de poder y el acceso ocasional a Miraflores.
La Primaria, a pesar de no poder evitar que algunos pocos candidatos, la mayoría de ellos cooptados por el Gobierno, se lancen a la presidencial sin pasar por la elección pautada para el 22 de octubre, dejará fuera del juego, con una votación marginal, a quienes no participen, y generará una unidad mucho más sólida en torno a quien demuestre su capacidad de liderazgo en este proceso. A partir de aquí, habiéndose logrado la elección de un referente unitario para la gran mayoría democrática del país, es predecible que se produzca una importante polarización del voto entre Nicolás Maduro y quien represente a la oposición democrática, y en consecuencia una reducción muy importante de los niveles de abstención gracias a un cambio de expectativas impulsado por la esperanza cierta de poder derrotar al oficialismo en 2024, gracias a la cohesión de las fuerzas democráticas en torno a un liderazgo unitario.
Es por estas razones que la Primaria pasa a ser hoy la principal preocupación del oficialismo liderado por Maduro, por lo que es predecible que se produzcan todo tipo de maniobras, tales como el adelanto de las elecciones para impedir la Primaria, su retraso para producir desgaste; la aprobación de la ley que impide el financiamiento de las ONG para evitar la llegada de recursos para el proceso; el condicionamiento de la cooperación del Consejo Nacional Electoral a demandas inaceptables; la persecución contra miembros de la Comisión Nacional de Primaria; los recursos judiciales contra el proceso; y cualquier otra cosa que la imaginación pueda concebir para evitar su celebración exitosa.
¿Qué nos falta?
El camino hacia la Primaria es aún largo y lleno de obstáculos, más allá de los que la complejidad del proceso impone. Para el oficialismo abortar la Primaria se convierte en un asunto existencial. Razón por la cual es importante tener siempre presente que ni los partidos ni la Comisión pueden defender por si solos la Primaria si ella no se convierte en un proceso social, en un gran movimiento de la sociedad civil venezolana determinada a pasar sobre todos los obstáculos para sacarla adelante.
El Gobierno sabe que los resultados electorales de 2024 dependen de lo que suceda con la Primaria de 2023, e incluso las megaelecciones de 2025 dependen de los resultados de 2024. Es así como la Primaria, que no es la estrategia sino parte fundamental de ella, puede ser la diferencia entre ganar y perder en 2024 y 2025. Si el Gobierno intuye que nadie está dispuesto a tomar el riesgo de defender la Primaria, si intuye que la Comisión está sola y tras, por ejemplo, una sentencia que considere a la Primaria ilegal por cualquier arbitrariedad o tecnicismo no pasará nada, no tengamos dudas de que el Gobierno hará para abortar el proceso como lo hizo con los referéndums revocatorios de 2016 y 2022.
Evitar esto implica la necesidad de elevar los costos de cualquier intervención indebida del Gobierno o de las instituciones bajo su control, lo cual no es posible sin la recuperación de la movilización social y un aumento de la presión tanto interna como externa, condición en la cual tenemos responsabilidad todos y cada uno de nosotros. La Primaria es un logro de nosotros, los ciudadanos que constituimos las fuerzas democráticas y la gran mayoría de nuestro país. Nos toca activarnos, movilizarnos y hacer visible nuestra determinación a hacernos respetar. Si nosotros defendemos nuestra decisión otros aliados internacionales se sumarán a la defensa de nuestros derechos políticos y de la democracia en Venezuela, pero la iniciativa es, y debe ser, nuestra.
Además de movilizar a los venezolanos que siguen viviendo en Venezuela, es necesario sumar a este movimiento a todos los venezolanos que hoy viven en otras partes del mundo, y qué mejor manera de hacerlo que comenzar por reconocer y defender su derecho a elegir.
Es innegable que la participación electoral en el exterior representa un gran reto técnico, pero también es cierto que tenemos siete meses por delante y sobran el talento y las propuestas sobre cómo hacerlo. Sería miserable pretender limitar la participación en Venezuela o en el exterior por los cálculos políticamente convenientes de algunas maquinarias políticas. La Primaria no se trata de qué le conviene a quién, se trata de qué le conviene al país. A mayor participación, mayor legitimidad, y a mayor legitimidad, mayores probabilidades de lograr un cambio democrático. Movilicemos a todos los venezolanos del mundo y permitamos, de una vez por todas, que gane Venezuela.
Otro obstáculo evidente por superar es el estado actual de la polarización, ya no entre la oposición democrática y el Gobierno, sino entre partidos de oposición. La gente reclama, desde hace mucho, Unidad, pero es difícil construirla en medio de conflictos y ajustes de cuentas entre partidos como los que hemos visto entre finales del año pasado y lo que va del presente año. Lamentablemente, los llamados de conciencia, como los que muchas veces hemos intentado, de poco sirven cuando alguien siente que puede capitalizar a su favor los resultados del conflicto, y cuando lo que está en juego es una elección en donde se decide algo tan trascendente como la posibilidad de alcanzar la presidencia y liderar un proceso de transición democrática como el venezolano, la destrucción mutua está asegurada.
Pero el problema no es solo el potencial daño entre precandidatos, sino los daños irreparables a la tan necesaria Unidad, lo que puede hacer difícil y hasta imposible para muchos apoyar a quien termine imponiéndose en el proceso, como de hecho ha sucedido en otros momentos en los que el oficialismo terminó capitalizando las divisiones de la oposición.
Es por ello por lo que desde hace algunos meses hemos insistido en la conveniencia de que se considere seriamente implementar un método de votación que permita lograr una mejor agregación de preferencias, incluso de la que se logra por una doble vuelta que tampoco será posible en una primaria. Esta mejor agregación de preferencias, lo que implica elegir al candidato con mayor consenso, es imposible con el voto simple cuando hay más de dos candidatos, como lo demuestra el Premio Nobel de Economía, Kenneth Joseph Arrow1 a través de su teorema de la imposibilidad que nos dice que no es posible diseñar reglas para la toma de decisiones sociales o políticas que obedezcan estrictamente al criterio de racionalidad cuando se tiene que elegir entre tres o más opciones. En otras palabras, si bien es cierto que los electores podrían comprometerse a votar por quien gane la Primaria, también es posible que ello no ocurra cuando quien gana lo logra por una mayoría relativa, pero es quien tiene el mayor rechazo entre quienes no votaron por él.
Afortunadamente, no todo está perdido y existe una solución y es el sistema de votación desarrollado por Marie Jean Antoine Nicolas Caritat, el Marqués de Condorcet, en 1785, o sea mucho antes de que Kenneth Arrow formulara su teorema de la imposibilidad. Gracias a este método es posible elegir al candidato que goza de alguna simpatía entre la mayoría de los electores. El método de Condorcet2 es un sistema de votación para elegir a una persona entre un grupo de candidatos en el que los electores ordenan de mayor a menor sus preferencias entre los candidatos. Hay muchos métodos diferentes que cumplen la condición para ser considerados métodos de Condorcet.
La realidad es que incluso un método tan simple como pedirle a la gente que vote por tres candidatos que gocen de su preferencia, puede indicarnos, mejor que el voto simple, quién o quiénes son los líderes que gozan de mayor consenso entre los electores. Un método de votación múltiple, como el voto por orden de preferencia, beneficia a los líderes que encarnan el consenso. Aunque los políticos seguirán disputándose el liderazgo de cara a la Primaria, se verían obligados a hacerlo de otra manera para intentar conseguir todos los votos posibles, o sea los propios y los de quienes tienen a otro candidato como su primera opción. Mientras que la estrategia que algunos intentan hoy, mediante una campaña de descalificación hacia otros candidatos, tratando de dividir aún más a los electores y debilitando la Unidad, que solo abonaría en favor del triunfo oficialista, acabaría con su propia derrota.
En conclusión, como decía nuestro buen amigo, el Dr. Jesús María Casal, “la Primaria es el consenso”. Estamos obligados a llevarla a buen puerto porque de ella depende el futuro de Venezuela. Buen viento y buena mar y que el Padre todopoderoso, dominador de tempestades nos acompañe con timón firme hasta llegar al Puerto de la Democracia.
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(1)https://es.wikipedia.org/wiki/Kenneth_Arrow
(2)https://es.m.wikipedia.org/wiki/Método_de_Condorcet