En la aldea
10 octubre 2024

“El tipo de civilidad que configura la materialidad de la urbe, articula en su conjunto la subjetividad del ciudadano que la habita”.

“Urbi et orbi” Caracas una Ciudad-Espectro

“La urbe caraqueña hoy expresa una conformidad superficial: la imagen fascinante y aliciente de una economía ‘que se está arreglando’, la de un espacio público que se ha vuelto espectáculo, pero solo de forma selectiva y parcelada. Escondiendo así la otra faz de desigualdad y de absoluta precariedad”.

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Ernesto Borges | 17 febrero 2023

¿Qué ciudad tenemos, y por tanto qué tipo de reflexión aviva? En la antología Fervor de Caracas (2015), la escritora Ana Teresa Torres relata cómo en su juventud para algunos adultos-mayores Caracas fue el recuerdo de un pueblo que ya no existe; para otros, la promesa de una metrópolis que no llegó a realizarse como una vez pretendió. En sus palabras Caracas “es la ciudad proyecto por excelencia. La ciudad con nostalgia de futuro, de destino nunca del todo realizado” (Torres, 2015, p.9). Una ciudad que siempre se presenta en el imaginario colectivo en la forma de memoria o deseo, pero nunca como presencia.

El complejo urbanístico Parque Central da prueba de ello. El concepto del Parque Central caraqueño suma varios significados que lo conforman: la aspiración de construir un complejo urbanístico que sintetizara espacios de vivienda, áreas de esparcimiento, áreas comerciales y de oficina, de la mano con un diseño verde, estético y funcional. Iniciado en la década de los ‘70, este megaproyecto era la proyección arquitectónica de una ciudad ultramoderna dentro de la ciudad. Fue el símbolo de la utopía de una nación vanguardista en construcción, que pretendió volver su capital la metrópolis más avanzada de Latinoamérica.

En la actualidad del siglo XXI, la mirada a este proyecto nos sitúa entre el progreso y el colapso, la experiencia agridulce que recuerda un pasado mitificado y nos descubre un presente agrietado, en crisis. Esta ambivalencia simbólica es trabajada de forma excelente por el artista venezolano Jonathan Lara, en instalaciones como “Inconcreto Desarmado” (Sala Mendoza, 2020) o “Inconcreto, del residuo y la exforma” (Spazio Zero Galería, 2022). En donde Parque Central se vuelve la materia bruta para jugar con el desplazamiento, la fuga, lo fragmentado, lo apartado.

“El cosmos del venezolano contemporáneo es uno agrietado por el caos, precarizado y encerrado entre nuevas rejas y candados, signos de una ciudadanía que teme y transforma su espacio público en reflejo de su condición interior”

El complejo urbanístico de Parque Central nos recuerda la necesidad del hombre de construir un hogar estable. Hacer del espacio uno habitable, idóneo y digno. El ser humano es un ser gregario, necesita de otros y vive con otros; pero su condición civil y urbana es algo que tiene que labrarse, conseguirse. Para la filósofa Hannah Arendt uno de los elementos que circunscriben la condición humana es la “mundanidad”: el mundo artificial de cosas y utensilios construidos por el hombre. Este transforma la materia y su entorno para asegurar su vida, hacerse un espacio en el que pueda perdurar.

“El trabajo y su producto artificial hecho por el hombre, concede una medida de permanencia y durabilidad a la vida mortal y al efímero carácter del tiempo humano” (Arendt, 1958, p.21).

La ciudad es quizá el producto artificial más abarcante que asegura la permanencia; es el entorno no-natural que hace posible un “habitar” estable. Pero la urbe suscita muchas reflexiones. “Urbi et orbi”, en la lengua latina la “Urbe” no podía pensarse sin el “Orbe”: la ciudad vive de un entramado de comunicaciones y relaciones; el aspecto espacial y arquitectónico de la “urbe”, se vincula con el “orden” de un mundo, un “orbe” (Hurtado Salazar, 2009).

Ahora, ¿el ciudadano contemporáneo tiene conciencia de vivir un cosmos, o la desilusión por el mismo? En Parque Central la arquitectura brutalista, compuesta de hormigón armado, presenta filtraciones y grietas. Lo que una vez fue el signo de una modernización de la nación, es hoy huella de la ruina de ese mismo proyecto. El cosmos del venezolano contemporáneo es uno agrietado por el caos, precarizado y encerrado entre nuevas rejas y candados, signos de una ciudadanía que teme y transforma su espacio público en reflejo de su condición interior. En otro caso, la urbe caraqueña hoy expresa una conformidad superficial: la imagen fascinante y aliciente de una economía “que se está arreglando”, la de un espacio público que se ha vuelto espectáculo, pero solo de forma selectiva y parcelada. Escondiendo así la otra faz de desigualdad y de absoluta precariedad que encubre el foco del show.

De nuevo, nos encontramos entre el pasado y el futuro: en medio de la mirada nostálgica del ángel de la historia que solo atisba ruinas; mientras la ventisca lo arrastra hacia lo desconocido del futuro, al que le da la espalda1. Un “futuro” que solo puede “fantasearse” desde cualquier posicionamiento ideológico. Al volver sobre el tópico de la “Urbe”, y su relación con un “Orbe” o cosmos moderno-imposible, debe destacarse que “La ciudad muestra la epifanía de un producto cultural elaborado por siglos: [en tanto tal] siempre será una comunidad en el horizonte de la barbarie que la signa desde fuera, pero también desde dentro” (p.2).

Esta reflexión no hace más que indicarnos un problema posible: la facilidad de conciliarnos con las dicotomías civilización-barbarie, Cosmos-Caos, Urbe-Campo, Progreso-Colapso. El problema no está en la distinción de opuestos complementarios, sino en el devenir implícito de uno sobre otro: el devenir barbarie de la civilización y viceversa. En tal sentido, resulta sumamente atinada la caracterización de la modernidad en Venezuela como una “Modernidad Hipertrofiada”, al decir de Kathiana Thomas. En donde lo inhumano brota del seno de la propia modernidad, y en donde: “El hombre moderno es el hombre de la logística, el hombre-máquina que emerge de la desinhibida hibridación entre la tecnología y la vida social” (Thomas, 2023).

Es “espectral” la experiencia arquitectónica que se vive en relación con los iconos urbanos de la Gran Caracas en el silgo XXI: “lo importante de la figura del espectro es que no puede estar completamente presente: no es un ser en sí mismo pero señala una relación con lo que ya no es más o con lo que todavía no es” (Fisher, 2018, p.44). Una consideración que, de hecho, no comporta una visión pesimista ni negativa sobre el pasado o futuro de la nación. El que hoy camina por las Torres de Parque Central o visita algún icono arquitectónico de la ciudad, no dejará de atisbar esa experiencia de cuento de hadas: estar ante el monumento de una cotidianidad completamente distinta, sentirse en un tiempo extraño que todavía ejerce cierta influencia.

Es desde las rendijas, desde las grietas y filtraciones en el concreto que surgen las preguntas que se consideran más apremiantes para y en relación con nuestra constitución urbana: nuestro ethos caraqueño (Edson, 2022). La arquitectura y sobre todo la noción de “ciudad” en tanto Urbe y Orbe (imposible, quebrado) se vuelven, al decir del filósofo Hans Blumenberg, en “Metáforas absolutas” que posibilitan modelos de explicación racional (Luis Guerra, 2015). El tipo de civilidad que configura la materialidad de la urbe, articula en su conjunto la subjetividad del ciudadano que la habita. Es en este sentido que la urbe se vuelve una metáfora absoluta, ella exige por sí misma un pensamiento tal que la haga dicente; que, en la maleabilidad, la nombre y exprese. Este aprendizaje, este decir de lo material-urbano solo puede ser posible de una forma:

Importa poco no saber orientarse en una ciudad -dice-. Perderse en cambio, en una ciudad como quien se pierde en el bosque, requiere de aprendizaje. Los rótulos de las calles deben entonces hablar al que va errando como el crujir de las ramas secas, y las callejuelas de los barrios céntricos reflejarles las horas del día tan claramente como las hondonadas del monte (Benjamin, 1987, p.15).

(1)Walter Benjamin (2008) escribe sobre el Ángel de la historia de Paul Klee que “Su rostroestá vuelto hacia el pasado. En lo que paranosotros aparece como una cadena de acontecimientos,él ve una catástrofe única. Quearroja a sus pies ruina sobre ruina, amontonándolassin cesar. El ángel quisiera detenerse,despertar a los muertos y recomponerlo destruido. Pero un huracán sopla desde elparaíso y searremolina en sus alas, y es tanfuerte que el ángel ya no puede plegarlas.Este huracán lo arrastra irresistiblementehacia el futuro, al cual vuelve las espaldas (…)” (p.22).

Referencias:
-Arendt, Hannah (1958). La condición humana. Traducción de Ramón Gil Novales. Editorial Austral.
-Benjamin, Walter (1987). Dirección única. Alfaguara, Madrid.
-Benjamin, Walter (2008). Tesis sobre la historia y otros fragmentos. https://ebiblioteca.org/lecturas/?/v/127463
-Cáceres, Edson (2022). La vivienda: ethos venezolano. La Gran Aldea (https://lagranaldea.com/2022/11/20/la-vivienda-ethos-venezolano/).
-Fisher, Mark (2018). Los fantasmas de mi vida: escritos sobre depresión, hantología y futuros perdidos. Editorial Caja Negra.
-Guerra, Luis Durán (2015). Elogio de la ciudad. Semblanza de la filosofía como fenómeno urbano.https://institucional.us.es/revistas/themata/51/Dura%CC%81n%20Guerra.pdf
-Salazar, Hurtado Samuel. (2016). El animal urbano. Ensayo sobre la ciudad en tiempos de extravío. Revista Venezolana De Análisis De Coyuntura, 15(2). https://doi.org/10.54642/rvac.v15i2.10388
-Torres, Ana Teresa. (2015), Caracas: itinerario sentimental. En Fervor de Caracas: una antología literaria de la ciudad. Fundavag Ediciones. https://www.anateresatorres.com/2015/02/fervor-de-caracas/
-Thomas, Kathiana (2023). Modernidad Hipertrofiada: Velocidad y brutalismo. La Gran Aldea (https://lagranaldea.com/2023/01/29/modernidad-hipertrofiada-velocidad-y-brutalismo/).

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