El lunes 20 de febrero del 2023 se cumplieron cincuenta años de la cumbre presidencial entre Rafael Caldera y Emilio Garrastazu Médici. Desde su primera Presidencia (1969-1974), Caldera había visualizado la importancia de profundizar las relaciones con Brasil, luego de que estas pasaran por altas y bajas, sobre todo a finales del período 1964-1968, por la aplicación de la Doctrina Betancourt de no reconocer a gobiernos surgidos por la vía de los golpes militares (lo que tuvo su razón de ser en ese momento). Se abría, pues, un nuevo abanico de expectativas en las relaciones bilaterales entre ambos países. Fue un movimiento diplomático proactivo.
En efecto, la política exterior del presidente Caldera cobra un mayor dinamismo en la conducción presidencial asertiva. Mencionemos solo: la gira a inicios de febrero de 1973 por algunos países de América Latina, las visitas de varios jefes de Estado a Venezuela y esta cumbre entre los presidentes de Brasil y Venezuela en febrero de ese año. Una diplomacia presidencial activa y eficiente, con un claro sentido de las proporciones.
Ahora bien, durante la primera presidencia de Caldera, y eso es lo que recordamos hoy, enmarcado en las ideas de solidaridad pluralista, justicia social internacional y bien común universal, como valores que dieron un giro importante a la política exterior, el jefe del Estado se convirtió en un actor fundamental del quehacer diplomático. No solamente hubo un vuelco en la política exterior sino, además, la novedad que constituyó esta importante cita presidencial en la población venezolana de Santa Elena de Uairén, el 20 de febrero de 1973, en la zona fronteriza con Brasil.
Tras el golpe militar a João Goulart en 1964, las relaciones se rompieron y no se restablecieron sino hasta 1966, con un intercambio de notas el 30 de diciembre de ese año. En mayo de 1971, el canciller Arístides Calvani (cuánta falta hace un ministro de su estatura intelectual y política, su auctoritas, cuando hoy los ministros de relaciones exteriores suman cuatro en al menos en promedio de nueve meses de gestión ministerial en los últimos tres años) hizo una visita oficial a Brasil y en la ciudad de Brasilia puso la primera piedra de la construcción de la que sería la sede de la Cancillería y la Residencia oficial del Jefe de Misión Diplomática, en la Quadra 803, Sector Sur de Embajadas. Posteriormente, del 20 al 23 de junio de 1973 el entonces Canciller, Embajador Mauro Gibson Barbosa, retribuyó la visita y, entre otras cosas, se firmó una declaración conjunta en la que reafirmaron los lazos de amistad y cooperación entre Venezuela y Brasil, así como la profundización de la cooperación en materia de comercio. Tuvo además una audiencia con el presidente Rafael Caldera, oportunidad en la cual se le ofreció un almuerzo. Las relaciones en este momento se pueden catalogar de buena cooperación. A pesar de las diferencias en la naturaleza de los regímenes políticos imperantes en ambos países, se había iniciado una reaproximación bilateral.
Sería en febrero del año 1973, el día 20, cuando Garrastazu Médici, vestido de civil y en suelo venezolano (esto es importante desde la perspectiva de la simbología política, vestimenta civil para una mejor aproximación con la contraparte venezolana) firmó un Comunicado Conjunto con ideas que mantienen plena vigencia a la distancia de más de cincuenta años, lo cual permite observar el grado de profesionalización y preparación alcanzado por nuestros negociadores diplomáticos en aquel instante. Y ambos presidentes procedieron a inaugurar los tramos de la carretera El Dorado-Santa Elena de Uairén- Marco VB-8- de Boa Vista, primera conexión terrestre entre los dos países y futuro eje que unirá completamente sus sistemas de carreteras.
La Declaración Conjunta se dividió en veintisiete párrafos. En los primeros, se reiteró el llamado a la primacía del Derecho y los principios consagrados en la Carta de Naciones Unidas. Ambos países reiteran los valores y principios importantes del Derecho y la Política Internacional: el respeto al reconocimiento de la igualdad jurídica entre los actos, la autodeterminación de los pueblos, la no intervención en los asuntos internos de otros Estados y la solución pacífica de las controversias. Reiteran que es oportuno reflexionar sobre la misión de la Organización de los Estados Americanos (OEA). Expresan sus deseos por la reestructuración del comercio internacional y consideran importante el papel que desempeñaba en aquel entonces la Comisión Especial de Coordinación Latinoamericana (CECLA) y en tal sentido manifiestan su apoyo a las negociaciones comerciales multilaterales, clave para un nuevo orden económico. Hablan de una reformulación del Sistema Monetario Internacional a fin de contar con mayores recursos para el financiamiento para el desarrollo. En el párrafo 11, ratifican la importancia del proceso de integración económica de América Latina. Destacan, asimismo, la importancia de la preservación y el racional aprovechamiento de los recursos naturales renovables y no renovables. Destacan igualmente, la importancia de la próxima Conferencia del Mar de las Naciones Unidas (celebrada en Caracas en 1974). Asimismo, cabe mencionar la satisfacción que produce en ambos mandatarios la primera Reunión de la Comisión Mixta Venezolana-Brasileña de Cooperación Técnica y el estudio prioritario de iniciativas industriales. Se marcan los primeros pasos de una cooperación petrolera entre Venezuela y Brasil. Se habla en el documento de la complementación económica de las zonas fronterizas, así como de la futura interconexión vial que se materializará años después con la BR-060, BR-364, BR-319 y BR-174. Prevén la negociación de un acuerdo de transporte aéreo entre ambos países. Ese mismo día, los Ministros de Relaciones Exteriores suscribieron un Convenio Básico de Cooperación Técnica, el primero entre ambos países. Se buscaba, además, fomentar los programas culturales y científicos1.
En todo caso, fue el uso de un instrumento diplomático a nivel de la Presidencia de la República, instrumento político novedoso utilizado por el jefe del Estado en su máxima expresión. La idea detrás de la diplomacia presidencial es que la política exterior, su formulación, proceso de elaboración y seguimiento activo está liderado por el presidente y la estructura de asesoría y apoyo de la presidencia, y complementado y coordinado con el Ministerio de Relaciones Exteriores en la implementación y ejecución. El eje central para la efectividad de la diplomacia presidencial es la seriedad simbólica que la participación presidencial directa aporta a los procedimientos y la gestión de la política exterior. Caldera fue un visionario en materia de política exterior y esta cumbre presidencial hace cincuenta años fue una muestra de ello.
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(1)Caldera, Rafael: La Solidaridad Pluralista de América Latina, Oficina Central de Información/OCI, Caracas 1973, pp. 275-280.