Laura Pérez y el distinguido de la Policía Metropolitana (PM) Luis Molina se conocieron en 1998. Ella estaba casada. Él también. Ella sin hijos. Él con dos. Ella se divorció. Él hizo lo mismo. No se casaron y vivieron felices no para siempre, pero sí desde 1999 hasta abril de 2003 cuando detuvieron a Luis por los sucesos en Puente Llaguno el 11 de abril de 2002. Seis años después de su detención, a Luis lo condenaron a 30 años de cárcel por los dos únicos fallecidos del 11 de abril por quienes hubo juicio: Rudy Alfonso Urbano y Erasmo Sánchez. Aquella condena fue y sigue siendo escandalosa para alguien cuya arma de reglamento no fue disparada.
Fueron 265 experticias, 5.700 fotos, 20 videos, 198 declaraciones de testigos, 48 declaraciones de expertos, una carta abierta del exmagistrado del Tribunal Supremo de Justicia Eladio Aponte Aponte y hasta unas disculpas del general del ejército Raúl Isaías Baduel a la familia Molina Pérez desvinculan a Luis del caso, pero no de la condena. Luis es uno de los PM presos, es decir, los primeros presos del chavismo por razones políticas.
En 2013, el comunicado de Laura decía: “Cumplimos 10 años Privados de Libertad!… estamos presos por capricho y orden directa del Ex presidente Hugo Chávez… Ya basta de tanto rencor y odio hacia nosotros, nosotros somos INOCENTES”.
-Han pasado 10 años de ese comunicado y 20 desde la detención de Luis, ¿por qué tanto ensañamiento?
-Creo que es simplemente porque son funcionarios de la policía que Chávez jamás quiso. Ya ni siquiera es por los hechos de Puente Llaguno. También por la misma policía, que ya es otra cosa.
-La vida ya es otra cosa para ustedes, ¿recuerdas cómo les fue cambiando?
-Empezó con el incremento de los gastos, sobre todo de los pasajes: yo iba todas las tardes a la Comandancia [General de la Policía Metropolitana] para llevarle comida Luis. Yo entraba en mi trabajo en la Policlínica Metropolitana a las 7:00am y salía a las 5:00pm, pero la entrada a la Comandancia era antes de las 6:00pm. Hubo días que no llegué a tiempo y no me dejaron pasar, y me puse a llorar de impotencia. Entonces, yo pedí un permiso especial en mi trabajo para salir a las 4:00pm y poder llegar a tiempo. Me tocaba carrito, Metro y subida a pie. De Caurimare a Los Cortijos y de ahí hasta Cotiza… Cuando trasladaron a Luis a los otros centros, era mantener dos casas y después la situación del país nos comió… El cuidado de nuestras dos hijas me tocó a mí. En algún momento, ellas salieron mal en el colegio, contestaban mal y todo era por la detención de Luis. Yo llegaba a mi trabajo en la Clínica y lo que hacía era aprovechar cada momentico para pedirles a los médicos que me orientaran cómo actuar con las niñas y con él, para decirle a él algo más que “Tienes que tratar de calmarte. Si bien es cierto que no eres culpable, tienes que sobrellevar la situación de estar aquí”… Con el tiempo fui aprendiendo a compartir mi tiempo con las niñas de lunes a viernes y con mi marido el fin de semana nada más. Fue un proceso muy lento y no fue fácil para ninguno de los dos. Cuesta mucho acostumbrarse a este estilo de vida. Él tuvo que aprender a hablar con ellas, a tratar y educar a niñas, hembras, cuando podía y como podía… Ahora es que nuestras hijas están empezando a vivir.
-¿Cómo explicaron a las niñas que papá está preso sin ser malo?
-Nuestras hijas muy poco preguntaban. Siempre les hablamos con la verdad. Les dije que papá es un héroe, un hombre muy trabajador, un hombre bueno y que por esa gente mala que hay en la calle, papá está preso. Nuestra hija mayor ha visto el video del 11 de abril y, en su momento, le expliqué todo el proceso, los “puntos buenos” y los “puntos malos” para que ella entendiera y no se dejará joder por nadie. Siempre me criticaron eso, me decían que yo era muy cruda y muy directa, pero es que ya no existía el paraíso que teníamos y yo tenía que criar a dos niñas para que fuesen echadas pa’lante.
-Una vez que trasladaron a Luis al Helicoide, ¿qué hiciste?
-Eso sí fue un cambio drastiquísimo para nosotros. Los familiares de los PM sabíamos que ahí existían todo ese tipo de torturas perezjimenistas y que se las hacían a los hermanos Guevara [condenados por el asesinato del fiscal Danilo Anderson]. Sabíamos que ahí sí estaban en peligro y que estábamos más vigilados. Cuando nos dimos cuenta de que capaz pasaban el 24 de diciembre en esa vaina, varios familiares nos fuimos a hablar a la comisaría, con el fiscal, al tribunal en Maracay, porque acuérdate que ahí estaba la causa, para que trasladaran a los PM. Antes de irnos a Maracay, hasta compramos un obsequio para el jefe del distrito. A todos les dijimos que nosotras nos encargábamos del transporte, que pusieran toda la custodia que quisieran, que nada más nos dieran la autorización para sacarlos de ahí y así fue. Salimos de Maracay hacia Caracas como a las diez de la noche con la autorización. Hasta le dimos alguito a la secretaria y la cola a la juez. Éramos seis mujeres en un carro y el chofer… Total que Luis estuvo un mes en el Helicoide nada más.
-Y del Helicoide a Ramo Verde…
-Nadie sabía dónde quedaba Ramo Verde ni cómo era la cosa por allá… El primer fin de semana de visitas íbamos a ir toda la familia, pero Luis pidió colchoneta, sábana y cobija, porque hacía mucho frío y él estaba en el último piso. Entonces, mi papá fue antes de ese fin de semana con todo eso en un carrito de esos para cargar el mercado… Cuando regresó, me dijo: “Ahí la requisa es horrible”, pero no me dijo que la de mujer es diferente.
-¿Cuál es la diferencia?
-A los hombres le hacen un cacheo general, pero a las mujeres les mandan a quitarse la ropa, porque nos podemos meter cosas que los hombres no, en la colita, en un sostén… Pero a nosotras no nos importaba que eso sea una humillación con tal de ver a nuestros familiares.
-¿Le hicieron ese mismo cacheo a tus hijas?
-Le hacían un cacheo simple, no era nada a los coñazos. Pero la esposa de un general que ya salió en libertad nos orientó en ese aspecto. Nos dijo que a los niños no los podían tocar, que eso lo podíamos y lo teníamos que hacer las madres.
-¿Crees que las funcionarias hacían mal este procedimiento con tus niñas por desconocimiento?
-No. Los organismos no desconocen nada, lo que pasa es que no les importa nada.
-Entonces, los fines de semana en Ramo Verde…
-Horrible. Me acuerdo que, al principio, había un boquete, porque unos paramilitares colombianos que estuvieron ahí se querían escapar. Unas paredes estaban pintadas de negro y otras con unos Cristo que pintaron unos evangélicos. Las colchonetas estaban sin forro. Era un desastre. Era como estar en una calle crazy de Nueva York. Luis arregló muy bien todo lo que pudo para que las niñas no vieran eso tan feo, porque al principio las visitas eran en las celdas con todos adentro y cerraban con un candado por fuera. Y las niñas querían jugar, querían correr, querían gritar. Y nosotros teníamos que inventar qué hacer. Aunque lo que a ellas más les molestaba eran las esperas para entrar, las revisiones, todo lo que teníamos que pasar para poder visitar a Luis. Cada vez que iba la esposa de uno de los presos políticos famosos, la visita se paralizaba, porque ella tenía que entrar primero, así nosotras estuviésemos en la fila desde muy temprano con familiares de otros presos. Yo salía a las cinco de la mañana de mi casa con mis dos hijas sin desayunar, agarrábamos dos camioneticas hasta Caracas, Metro con transferencia, otra camionetica hasta Ramo Verde y la subida a pie hasta la cárcel. Estábamos en la cola por horas y, en algún momento, con el bolsero en las manos, porque prohibieron los carritos de mercado después de que trataron de sacar a un recluso en una maleta. Cuando por fin entrábamos, teníamos que subir cinco pisos. Allí había una reja con candado. Al pasar, era una sala pequeña con otra reja y otro candado que daba hacia el pasillo donde estaban las habitaciones, cada una con su puerta con candado.
-Y de vuelta a casa sabiendo que tocaba Ramo Verde el otro fin de semana, otra vez…
-Sí… A veces mis hijas me decían: “¡Pero, mamá, yo quiero ir a la playa!”. Y yo les decía: “Podemos ir otro día. Papá necesita estar con nosotras”. Claro, cuando las invitaban y esas personas eran responsables, yo les decía que fueran, que aprovecharan y se divirtieran, pero yo no iba, porque yo tenía una responsabilidad que cumplir. Ya cuando estaban un poquito más grandes, me decían: “¡Qué fastidio! ¿Por qué yo tengo que ir todo el tiempo a Ramo Verde?”.
-¿Tenían derecho a visitas conyugales?
-No había un día de visita conyugal. Entonces, entre ellos acordaban. Generalmente eran los jueves y los viernes, mientras los chamos estuvieran en clases… Para mí, esas visitas fueron fatales, porque no es lo mismo tener tu momento conyugal cuando a ti te da la gana a que tengas un día, una obligación todas las semanas.
-¿Quisieras hablar sobre eso?
-Por más que haya amor, que planees una sorpresa, es un sacrificio ya premeditado. Era muy difícil. Eran varios presos en una celda. Entonces, no podíamos ir todas las mujeres el mismo día, porque si, por ejemplo, yo estaba con Luis en la celda, los otros presos no podían salir de la celda con su mujer. Pero como sí podían salir los presos solos, se hicieron turnos: “Dile a tu mujer que no venga mañana” o “Yo me salgo mañana para que tú estés con tu mujer”… Perdimos el pudor y hubo mucha confianza, y mucho respeto entre todos nosotros. Nada de burlas. Entendimos que es parte de lo que necesita el ser humano. Pero no dejaba de ser difícil, porque teníamos que fluir, aunque nos encerraran con un candado, sonara la cama y el de al lado escuchara. Y esto no es fluir.
-Murió Chávez y llegó Maduro, ¿qué cambió?
-Nada. Chávez decidió la detención, pero, antes de irse para el otro mundo, había tomado la decisión de darles libertad a los PM, pero nadie la ha cumplido.
-Unos salieron, otros no, ¿qué sintieron entonces?
-Luis y yo siempre pensamos que a los que tenían poder les iban a dar la libertad primero, aunque a nosotros nos correspondiera igual a que ellos. No nos equivocamos al creer eso.
-Finalmente, tú y Luis se separan…
-Sí, por infidelidad mutua.
-¿Mutua?
-Claro… Recuerda que las visitas las decide y las organiza el preso, no los familiares… Ella y yo nunca nos cruzamos en Ramo Verde.
-Pero aún sigues siendo quien habla del caso de Luis…
-Correcto. Él es el padre de mis hijas y yo lo amo por eso. Hablo de él y de los otros dos también: Erasmo Bolívar, que no tiene pareja y de Héctor Rovain, que está solo porque su familia está fuera del país. Claro, al principio, los familiares nos callamos por miedo a represalias hacia ellos y por recomendación de los abogados, pero, con los años, nos dimos cuenta de que independientemente de si hablas o no hablas, no pasa nada. Así que yo sigo enfocada en la defensa de ellos tres, que son los PM que quedan presos… A mí me duele mucho todavía. Pareciera que mientras menos PM presos fueron quedando, menos voces que hablen de ellos… Me molesta que se hable de los presos políticos de 2014 para acá, que de nosotros solo se acuerden en la fecha icónica y ya, y que sean más importantes los militares… Siento que ya somos los presos políticos más olvidados.
-En 2021, trasladaron a Luis a la cárcel Fénix en el estado Lara…
-Esa separación fue muy difícil, prácticamente se perdió el contacto y me da miedo, porque está rodeado de presos comunes. Yo fui sola a Barquisimeto una vez, pero no lo pude ver. Me dijeron que llegué en una hora que no era de visita, que para entrar tenía que ser la esposa legal y que las normas allá se cumplen. Desde que a mi hija y a mí se nos dañó el teléfono hace como tres meses, no sabemos nada de Luis. Él debe estar desesperado, porque no sabe de las niñas, ni de nuestro nieto, ni de nadie… Pero sí sabe que nosotros todavía somos una familia como sea.
-¿Qué falta por decir de estos 20 años?
-Se ha dicho todo y se ha pedido todo lo que les corresponde por ley… Si bien es cierto que las leyes aquí no sirven para nada, lamentablemente esas leyes son las que los sentenciaron. Pero también son las leyes que dan los beneficios procesales. Entonces, en todos estos años, nos enfocamos en eso: pagamos los costos procesales del juicio, o sea, las resmas de papel, carpetas, grapas, bolígrafos, tintas de impresión de actas. Como a ellos les correspondía redenciones, están trabajando desde que los detuvieron y también hicieron horas de estudio. Pero nada de todo esto funcionó. Lamentablemente, para que ellos puedan salir en libertad es por decisión directa del presidente a cargo, como la mayoría de los presos políticos.
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*La fotografía de Laura Pérez fue facilitada por la autora, Kaoru Yonekura, al editor de La Gran Aldea.