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05 mayo 2024

Henrique Capriles Radonski, la victoria por KO

“¿Está preparado para ser candidato presidencial de la oposición, ganarle a Nicolás Maduro y, cual Sísifo, comenzar la tarea de llevar a Venezuela de nuevo al tope de la montaña? Estoy completamente convencido de que sí y votaría por él con toda confianza (de hecho ya lo hice en dos oportunidades). En estos duros años de ejercicio, Henrique ha desarrollado y pulido su talento para la política y cuenta con las herramientas necesarias (experiencia, conocimiento, paciencia y tolerancia) para ser el candidato de la oposición”.

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Francisco Suniaga | 19 abril 2023

Henrique Capriles Radonski es otro de los nombres que apareció en el universo político venezolano en el momento en que la democracia perdía la brújula. Fue electo diputado en 1998, tenía 26 años, y, por esos tira y encoge propios del mundo parlamentario, ascendió a la presidencia de la Cámara de Diputados del extinto Congreso de la República.

En aquella ocasión, las elecciones parlamentarias habían antecedido a las presidenciales, y la dirección política de Acción Democrática (AD), Copei y Proyecto Venezuela, decidieron darle la oportunidad a una “cara nueva” de la política. Había saltado así del anonimato a una posición cimera en la Venezuela de entonces. Algo que sólo puede ocurrir cuando, como era el caso, un sistema político está en crisis terminal. Muestra de ella, fue que en AD, con Henry Ramos Allup a la cabeza, habían defenestrado a Luis Alfaro Ucero, su jefe y candidato presidencial, y apoyado a Henrique Salas Römer pocos días antes de las elecciones. Copei, que estaba en conteo de protección, desde que Caldera lo había demolido en 1993, implosionaba al mismo ritmo que su candidata Irene Sáez.

“Él mismo lo dijo, hay que ganar por nocaut, y es posible”

En realidad, el mandato de Capriles en Diputados fue corto; el tiempo que tardó Hugo Chávez en desaparecer la institucionalidad democrática en pie con su Constituyente. En los casi veinticinco años transcurridos desde entonces, sin embargo, Capriles ha tenido más protagonismo y experiencias políticas importantes, que muchos colegas suyos en toda su vida: alcalde de Baruta, gobernador de Miranda (derrotó a Diosdado por paliza) y candidato de la oposición en dos oportunidades. En 2012, después de ganar con comodidad las primarias, y en 2013, porque era lo lógico y nadie más quiso asumir el reto de enfrentar al chavismo. Fue perseguido, ha estado preso y, como casi todos los líderes opositores, sean o no candidatos, tiene de manera permanente sobre su cabeza, pendiendo de un pelo de crin de caballo, la espada de la inhabilitación.

La interrogante con Capriles es la misma que me he planteado con respecto a los dos precandidatos en mis notas anteriores: ¿Está preparado para ser candidato presidencial de la oposición, ganarle a Nicolás Maduro y, cual Sísifo, comenzar la tarea de llevar a Venezuela de nuevo al tope de la montaña? Estoy completamente convencido de que sí y votaría por él con toda confianza (de hecho ya lo hice en dos oportunidades). Es obvio que en estos duros años de ejercicio, Henrique ha desarrollado y pulido su talento para la política y cuenta con las herramientas necesarias (experiencia, conocimiento, paciencia y tolerancia) para ser el candidato de la oposición.

Cada paso en ese camino será un problema, pero el primero es fundamental porque se trata de aquel que determina el curso a tomar en la cuesta. Sería fatal para Capriles, y consecuencialmente para Venezuela, equivocar ese paso. Por ejemplo, en su última declaración en las redes sociales insiste en afirmar que su decisión de no convocar una masacre en abril de 2013 era correcta y, además, explica, se tomó en consulta con los demás líderes. Claro que era correcta, lo otro era una aventura que no tenía por qué tener resultados distintos a las movilizaciones opositoras de abril de 2002, las de febrero de 2014, las de casi todo el año 2017 y las subsiguientes hasta ahora. Si hubiera tomado esa otra decisión, las críticas sobre él ahora serían que había “sacado el pueblo a la calle a que lo masacraran”.

Pero ese no es el punto. A estas alturas Capriles no tiene que convencer a nadie sobre lo que decidió en ese momento. La importante es que, acertada o no, esa decisión forma parte del pasivo colectivo de toda la dirigencia política opositora, responsable en términos de proporción, de todas las decisiones que nos han puesto a vagar por el desierto durante un cuarto de siglo. En una lucha tan larga y asimétrica contra la banda chavista se cometen errores y se falla en alcanzar objetivos. Esos desaciertos, dicho en términos tomados de las finanzas, forman parte de una deuda consolidada y negociable de un grupo. Lo que la empresa necesita, porque capital sigue teniendo, no es que los socios mayoritarios caigan en el interminable “que fuiste tú, que si yo, que no, que si tú” del alcaraván de Simón Díaz. Lo que requiere es un plan político para ganarle a la competencia. Ese es y debería ser el foco de todos.

Ese es precisamente el tema de cada uno de los tres artículos, incluyendo este, exaltando las cualidades de nuestros precandidatos, que he escrito en las últimas semanas. Candidatos buenos y confiables tenemos, lo que necesitamos es un buen plan político para derrotar a Nicolás Maduro, y llevarlo a cabo. Llegar a ese plan es ese primer paso aludido en el camino de la refundación democrática. Si el plan es bueno y es de todos, no importa quién va a jefaturar su ejecución. Al final eso va a depender de muchos factores inciertos, algunos clave, que ni siquiera están en manos opositoras. No soy quién para sugerirle a un político curtido, como es Henrique Capriles, qué debe hacer. Él debe tener un equipo que lo asesore en esa y otras materias. Aunque es obvio que su credibilidad se iría a las nubes si, hipotéticamente hablando, lograra sentarse en la misma mesa con los otros fundadores de Primero Justicia. Qué tal si se reúnen y, con la dosis de pragmatismo necesario, olvidando viejos juramentos juveniles, liquidan sus odios mellizales. Qué tal si Capriles logra que comiencen a cooperar con él en el tejido de la gran alianza que pueda arrollar al chavismo (a mi modo de ver, ahora más débil que nunca, aunque no lo parezca). Él mismo lo dijo, hay que ganar por nocaut, y es posible. Cuando eso ocurra no habrá que sentarse a discutir si se saca o no el pueblo a la calle. Sale solo a reclamar su triunfo.

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La opinión emitida en este espacio refleja únicamente la de su autor y no compromete la línea editorial de La Gran Aldea.
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