Mi dos de mayo fue así: Me detuvo muy amablemente, todo hay que decirlo, un policía -PNB- en horas de la mañana cuando pasaba yo tranquilamente por una alcabala móvil. (Tengo la sospecha de que todas las alcabalas móviles están siempre esperando por mí. No pelo una. Me recuerdan a aquella cuña de un telecajero que perseguía al cliente). El agente me solicitó ver mis documentos. Con gusto se los muestro, y todos están en regla. Pero la planilla del seguro de responsabilidad civil de mi autito la tenía justamente escaneada en el teléfono móvil porque no había tenido tiempo de buscar la original recién renovada ni tampoco me la habían enviado aún a casa.
–Ah, pero así no sirve, -me dice el agente-. Tiene que ser el original en papel, no virtual. En su teléfono no vale. Así que la multa por no tener la planilla son 36 dólares, y súmele a eso que se le debe retener el carro también y la grúa cuesta bla, bla, bla.
Según me parece recordar, me mostró el ordinal creo que número 8 de la Ley de Tránsito y así siguió. Dándome explicaciones que ni entendí sobre su deber y las normas y mi incumplimiento ciudadano.
–Pero la ley no dice que la planilla del seguro debe ser en papel. Solo exige que deba estar vigente y la mía lo está -le replico, con el aburrimiento que significa repetir una especie de discurso estándar para casos de matraqueo cotidiano.
Pero es inútil, el hombre insiste con la máxima educación en que la copia virtual no aplica y que esto y lo otro. No se da por vencido, a pesar de que le releo la palabra “vigente”. El porfía. Tanto, que al final de su discurso se le comienza a quebrar casi imperceptiblemente la voz y se le hace imperante tener que explicarme -como a modo de disculpa- que su salario es miserable, que no tuvo mejora alguna el primero de mayo, o sea el Día del Trabajador, que no le aumentaron el sueldo sino que ofrecieron unos bonos que nada significan a la hora de calcular las prestaciones sociales, y que, como obviamente no le alcanzan cinco dólares al mes, está en la obligación y la necesidad de redondearse porque tiene familia.
¿Y qué hace uno? Una no puede uno sino compadecerse.
Esa misma tarde fui a la farmacia y cuando estoy en la fila para pagar unos analgésicos y una chuchería que se me antojó, la señora de cierta edad que va delante de mí llega a la taquilla de pago y se pone a sollozar cuando le dicen el monto que adeuda por una caja de pastillas para la hipertensión arterial, una de anticoagulantes y otra de atorvastatina (para el colesterol).
Me dice entre mocos que no puede vivir sin su medicación, que es operada del corazón. Que ha sido maestra toda la vida y que ya no le alcanza su sueldo ni para su tratamiento cardíaco básico. Y que de paso ni se lo aumentaron este 1 de Mayo. Esto me desarma a mí el corazón, el alma, la cabeza, y mi sensibilidad cada vez más endeble y maltrecha supongo que a causa del país y la edad. No puede uno sino compadecerse.
No lo pienso mucho. Le ofrezco a la pobre mujer completarle el dinero para sus medicamentos. La señora se niega con lo poca voluntad que puede y con la dignidad que le queda en sus circunstancias, y finalmente, segundos después, acepta y me dice gracias. Así que le completo la cantidad que le falta y de paso exorcizo mi culpa por tener para pagar unas galletas y también le regalo las galletas.
El día anterior fue Primero de Mayo, Día del Trabajador. Día de reivindicaciones sin reivindicaciones. Y esto es historia conocida, pero hago la referencia como una pildorita de memoria antes de una sugerencia: El Día del Trabajo, también conocido como Día Internacional de los Trabajadores, se celebra el 1 de Mayo en casi todo el mundo. Es una fiesta del movimiento obrero mundial en conmemoración de sus luchas sociales y laborales.
El Primero de Mayo, como también se lo denomina, es considerado como un día para exigir reivindicaciones laborales o realizar mejoras a las condiciones de los trabajadores. Fue declarado como fecha conmemorativa en el Congreso Obrero de la Segunda Internacional Socialista, celebrado en París en 1889, en reconocimiento a los mártires de Chicago.
“Los mártires de Chicago” son los protagonistas y el punto de origen de la celebración, y fueron unos obreros, líderes sindicalistas, que movilizaron a los trabajadores para exigir la reducción de la jornada laboral a ocho horas, por supuesto en la ciudad de Chicago. En Estados Unidos, en aquellos últimos años del siglo XIX, las jornadas de trabajo se podían extender hasta a 18 horas continuas, siendo que la empresa o patrón eran multados apenas cuando se pasaban de ese límite sin causa justificada.
Los trabajadores, sin embargo, consideraban que esto era injusto, y pedían la reducción a una jornada de ocho horas, en la que el empleado pudiera utilizar el resto de su tiempo en descanso (ocho horas) y en familia, quehaceres y ocio (ocho horas). (Si quiere saber más sobre los mártires de Chicago, recomiendo buscar la historia detallada en Google. No me extenderé en ese punto en esta nota para no entristecer más a los lectores).
En la actualidad, este día es conmemorado en casi todo el mundo, aunque, paradójicamente, en Estados Unidos, donde se originó, su festejo equivalente, el Labor Day, se celebra, en cambio, el primer lunes de septiembre. Tampoco es festivo en los Países Bajos, por ejemplo. El movimiento sindical holandés, uno de los más antiguos del mundo, nunca reconoció el Día de la Internacional Socialista. El desencuentro entre la filosofía rusa de la sociedad y la spinozista, es tan insalvable como fue la de Roma y Utrecht.
Y bueno, como en Venezuela también es costumbre conmemorar, como medio mundo, el Día del Trabajador, con desfiles y discursos y proclamas que reafirman que tenemos nuestra fuerza laboral sana y el músculo de la clase trabajadora fortalecido en nuestros propios desfiles reivindicativos, como dicen los libros que corresponde a la fecha, yo recomendaría hacer unos pocos retoques al día y al nombre de la celebración. Nuestros trabajadores apenas si llegan a considerarse trabajadores. El salario mínimo equivale a menos de 10 dólares al mes.
¿Cuál mejora habría que solicitar?, ¿cuál reivindicación?, ¿ante cuál patrón? Más bien nuestro 1 de Mayo ameritaría un desfile otro día, incluso podría ser hasta el mismo día de la Cruz de Mayo. Sería un desfile sin duda menos victorioso y un poco más triste, un “parade” -de personajes e historias- que dibujen mejor y más fielmente las condiciones del universo obrero venezolano. Es decir, podríamos sincerarnos al conmemorar el Día de pasar trabajo en lugar del Día del Trabajador.
A fin de cuentas, esa realidad se parece más a nosotros y a nuestra circunstancia.