Debe aclararse que el chavismo no faltó a su palabra. Quienes afirmaban que vendría un aumento del salario mínimo fueron personas ligadas al sector empresarial y “analistas”, que parecían estar allanando el camino para un anuncio que, a todas luces, sería decepcionante.
Se entendía que estos voceros “alternativos” tenían información privilegiada por sus contactos con el Gobierno y que habían asumido la tarea de ir preparando a la opinión pública sobre el aumento. Pero, al final, el prometido incremento no llegó. ¿Qué pasó? Sería interesante conocer las versiones de los portavoces oficiosos.
Algunos de estos voceros “alternativos” se distinguen por su pugnacidad al cuestionar a la oposición. Fustigan, acusan, lanzan “retos” públicos. Y no faltan motivos, hay que decirlo. Por eso mismo, llama la atención que en este momento destaquen por el silencio, la sobriedad y la excesiva prudencia. El tono sosegado para abordar el “no” aumento, dista mucho del empleado para abordar las cuitas opositoras.
Recientemente un dirigente gremial aseguraba que no habría más controles de precios, declaración que antes estaba reservada al Ejecutivo. Quizá todo anuncie un avance hacia la “normalización”, en el marco del diálogo que debe estar en desarrollo, aunque no se tengan mayores detalles del mismo.
Ciertamente, en los países civilizados -y otros que no lo son tanto- gobierno y empresarios tienen más coincidencias que diferencias. Claro, contra ese principio se levantó el chavismo hace 31 años.
Nicolás Maduro proyectó una imagen de impotencia en el discurso del Primero de Mayo. “Más temprano que tarde”, repetía, mientras pedía confianza. La gente clamaba por aumento y él daba como gran noticia que el Inces cambiaría de ministerio. Desolador. No obstante, un experto asevera que Maduro tiene dinero, que solo está acumulando para inundar las calles de plata en 2024, antes de las elecciones. ¿Será suficiente?
Citan el famoso Dakazo, pero eso ocurrió hace 10 años. Luego, se han realizado elecciones de todo tipo, incluidas presidenciales, mas la fórmula parece desgastada. Barinas fue un buen ejemplo, con el intento de crear una burbuja que estalló por la indignación popular.
A no dudar que el chavismo botará la casa -o los escombros de ella- por la ventana, pero tal vez la zanahoria no es la clave de su plan electoral. Desde hace tiempo se afinca en usar el garrote. Están los errores “no forzados” de la oposición, producto de su torpeza e incapacidad, que facilitan el juego de su rival. Pero también están las inhabilitaciones, intervenciones de partidos, persecuciones, chantajes, censura, ventajismo y todos los abusos ampliamente conocidos.
Es larga la mano del chavismo y la puede usar para sacar hasta la última moneda que quede en sus bolsillos. También para extenderla y estrechar la de ciertos sectores, para pasarla por el hombro de algunos y para ponerla alrededor del cuello de todo aquel que ose alzarle la voz. Máximas opciones, aunque el sueldo es mínimo.