No basta mantenernos vivos, ese es solo un paso en el largo camino de la resistencia. Otro paso, un poco más complejo, es el de la no resignación que se deriva del primero, pero implica conciencia del punto en el que nos encontramos, aquí se une la comprensión de lo que vivimos y el conocimiento que vamos produciendo en el comprender.
Sabernos vivientes de una situación, encontrarnos con los límites, tener la intención de seguir adelante, pero hallarnos atrapados en los problemas económicos, sociales, existenciales. La noción del límite nos impulsa a encontrarnos con el otro, diseñar alternativas en el vivir comunitario en solidaridad. Resistimos ahí, aunque no implique de por sí un movimiento liberador.
Todos estamos conmovidos por la dura cotidianidad del venezolano en Venezuela. No hay sosiego. Los problemas se multiplican. Son muchas las historias que se viven y se cruzan en ese mismo sentido. A continuación, planteo un fragmento de la reflexión de una maestra que hasta ahora había sido incondicional al chavismo. Cito:
“Habría que preguntar sobre el impacto que causa en la sociedad el estancamiento del salario mínimo y ¿si está de acuerdo con los bonos?, ¿si la gente está de acuerdo en esperar que llegue un bono para poder comprar comida? Porque mucha gente recibe bonos y llega a reunir sin trabajar la misma cantidad de bolívares que una persona empleada de algún ministerio, ¡que trabaja!”.
Este dilema se le presenta a una militante incondicional, maestra rural, madre de una hija profesional de 24 años que quiere emigrar del país porque no encuentra alternativas de desarrollo personal, no logra diseñar un proyecto de vida en Venezuela. La práctica impuesta del bono hace crisis en su precaria vida económica. ¿Cuántos militantes del chavismo, incondicionales, fieles al sistema, como Carmen, tenemos hoy? Están inconformes, molestos, saben que las alternativas ofrecidas por el régimen los lanza irremediablemente a la pobreza y a la dependencia. Premian la flojera, castigan el trabajo. ¿Para qué trabajar?
Esta dependencia del bono y del CLAP genera rechazo, la gente prefiere trabajar, pero se encuentra sin alternativa frente a un aparato productivo destruido. En consecuencia, el sistema se mantiene no por la libre adhesión de sus “militantes” sino por el sometimiento. Parece una conclusión obvia, pero no lo es. Si estuviésemos como sociedad convencidos de ello, la política no sería únicamente un espacio para el proselitismo y no se actuaría bajo el argumento de quitar base al chavismo a partir de un proceso de concienciación.
El sometimiento es físico, coercitivo, obliga, doblega la voluntad por la fuerza, luego ideologiza, este segundo movimiento busca la permanencia en el poder a partir de un mínimo de seguidores, la nomenklatura en la que se comunica la élite del sistema y sus bases.
Así, pues, la dominación no se la contrarresta con argumentación o persuasión dirigida al dominado. El dominado lo es no por voluntad sino por coacción. Es imperativo conocer qué sucede, cómo, qué lo sostiene, desde dónde se piensa, qué lo anima, cuáles son las estructuras y las redes de poder que hacen que un sistema de vocación totalitaria como el chavismo permanezca, domina, para poder actuar en consecuencia.
No tenemos más respuestas que aquellas que podemos ir construyendo a partir del conocimiento y la comprensión de la realidad, esto da solidez, nos ubica en el aquí y el ahora, por eso es importante saber que estamos en un territorio fragmentado, que más temprano que tarde estarán excluidos del sistema educativo la mayoría de niños y adolescentes.
El horario mosaico es la más absurda estrategia que lleva a los maestros a la calle, los expulsa de las escuelas, es el sálvese quien pueda, el grito de dominación que se lleva por delante a millones de niños que formaron parte de la educación pública y que hoy están excluidos.
Estamos quedando sin futuro, nuestros niños y jóvenes de los barrios no saben leer ni escribir. El enorme esfuerzo de la democracia por la masificación de la educación está quedando como un gran cascarón vacío. Se van los maestros, los niños y adolescente quedan fueran y, ahora, comenzamos a ser testigos del cierre inevitable de la escuela pública. Nos quedamos sin educación, sin igualdad de oportunidades, sin justicia, sin salario. Somos una sociedad despojada de derechos. Eso, lo sabemos todos, lo sabemos las madres, los profesionales, los educadores, los empresarios. Todos. Chavistas y no chavistas, de eso no hay duda, ¿qué hacer?
Las referencias históricas son inevitables, me gusta echar mano de la experiencia vivida, de la realidad comprendida, buscar alguna ventana que nos permita ver el cielo azul, que nos permita ver la esperanza, por eso Hannah Arendt (1953) es clave, no dice lo que queremos oír sino lo que ha sucedido y los peligros a los que nos enfrentamos:
“Si bien no podemos esperar que la comprensión nos proporcione resultados que sean especialmente útiles o iluminadores en la lucha contra el totalitarismo, ésta debe acompañarnos en la batalla si queremos que sea algo más que una mera lucha por la supervivencia. En la medida en que los movimientos totalitarios han brotado en el mundo no totalitario (cristalizando elementos ya presentes en ese mundo, puesto que los gobiernos totalitarios no han caído del cielo), el proceso de comprensión es, claramente, y quizás, ante todo, un proceso de autocomprensión, pues, aunque conocemos meramente lo que estamos combatiendo, pero sin comprenderlo todavía, conocemos y comprendemos aún menos para qué estamos luchando”.
A veces siento que estamos en un callejón sin salida, el sometimiento es tal que no van quedando opciones, eso nos lleva a la sobrevivencia, de hecho, la palabra más común, la más dicha, la que más significado tiene hoy en Venezuela es sobrevivir, “aquí estoy… ¡sobreviviendo!”, lo escuchas en el barrio, en la universidad, en el ministerio, en la empresa, en la escuela, donde te encuentres. No hemos dado el paso que nos lleve de la sobrevivencia a la libertad. ¡Es agotador! La vida se vive con gran angustia.
En el fragmentado país, también está la fragmentada política, no trascender la sobrevivencia es quedarnos en la hibernación, estado ideal de todo sistema totalitario. La maquinaria del sometimiento funciona: no hay salarios, el ingreso es mínimo controlado por los bonos, cajas CLAP, jefes de calles o delatores comunales, inmovilidad por falta de combustible, etc., eso nos obliga a sobrevivir. Solo podrá surgir un movimiento más allá de la sobrevivencia si entendemos e interpretamos la verdadera naturaleza del chavismo. Ese camino es posible, pero demanda mucho de nosotros.
Cerrando, en el mismo sentido de lo dicho, cito a Arendt, 1953, en Comprensión y Política:
“Aunque el conocimiento y la comprensión no son lo mismo, están relacionados. La comprensión se basa en el conocimiento, y éste no puede proceder sin una comprensión preliminar y todavía no articulada. Esta comprensión preliminar denuncia el totalitarismo como una forma de tiranía y determina que nuestra lucha contra él es una lucha por la libertad”.
Estamos frente a una forma de tiranía, ni gobierno ni democracia, aquí el manejo de la esperanza es un desafío que nos enfrenta a las medias verdades, a las realidades banalizadas, a las luchas planteadas desde las reglas de juego que impone el dominador, la cohabitación con quien no quiere ni necesita cohabitar.
La esperanza es un desafío que hay que vivir con la verdad, la fuerza, el riesgo, el rigor, sin imposturas. Hay que calcular, plantar cara, en este sistema de relaciones de dominación y su aparato comunal que nadie sigue libremente, ¿qué hacemos para que caiga como un castillo de naipes?
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*Profesora Titular de la Universidad Central de Venezuela. Investigadora del Centro de Investigaciones Populares.
@mirlamargarita