En la aldea
02 diciembre 2024

“Siempre hubo un clima de opresión, pero es que yo no tengo punto de comparación, porque cuando comencé en esto, en 2008, ya el clima político era así”.

Clavel, exiliada, culpable de haber visto demasiado

En octubre cumplirá tres años en Estados Unidos. Llegó huyendo de una de esas demandas que han servido en Venezuela para acallar a los periodistas o perseguirlos o desaparecerlos del mapa mediático vía persecución judicial. Logró la residencia, le han dado acogida por su talento. Clavel Rangel representa lo mejor del periodismo entre las nuevas generaciones, el más valiente ejemplo del sur. Lo que ha sucedido en ese sur venezolano explica el horror del resto del país, ni más ni menos.

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Tras el pulso entre medios de comunicación y poder de facto en Venezuela durante los últimos años, de una vez podría hablarse en términos de heroicidad para describir algunos casos. La Historia, que suele poner las cosas en su sitio, hablará de David Natera Febres y de su particular épica.

Es posible que la palabra épica le suene al lector excesiva, pero eso será porque no le ha tocado levantarse de la cama cada mañana durante casi veinte años teniendo como principal enemigo al general Francisco Rangel Gómez, el elegido de Hugo Chávez, designado presidente de la Corporación Venezolana de Guayana y luego promovido y soportado como gobernador durante trece años. Por muy delicadamente que se le vea, como mínimo su misión fue sustituir técnicos por personal chavista y echar mano de cada negocio, contribuyendo activamente a la destrucción de las empresas básicas.

La periodista Clavel Rangel es hechura del periódico de Natera Febres, Correo del Caroní; hechura de su vocación y del cometido fundamental del Correo, esto es, hacer periodismo con autonomía en una ciudad asediada por el chavismo. El experimentado Damián Prat escribió, tan lejos como 2012, un libro que fue la descripción del saqueo y la destrucción  titulado Guayana: el milagro al revés, editado por Alfa.

“Lo vio todo. Todo excepto el asesinato que los chavistas pensaron que sí vio”

Se habrá quedado corto. Después del 2012 vino lo peor. Hoy en día, Prat se pregunta cómo harán, por poner un caso, las empresas de la zona industrial de Valencia para conseguir laminado de acero, o los productos que antes les proporcionaban Alcasa y Venalum. A continuación exclama: «El año pasado fueron ensamblados diez autobuses en Venezuela, ¡diez autobuses!».

Ciudad Guayana muestra en pequeño lo que ha hecho el chavismo con Venezuela en grande. La barbarie continúa: Prat tenía un programa de radio, se llamaba «Público y Confidencial» y en ese espacio hacía comentarios e informaba. Pues bien: alguien acabó con eso, a mandarriazos. El programa lo emitía la emisora Pentagrama 107.3 FM, propiedad de David Natera Febres. Un día de agosto de 2022 las instalaciones del transmisor, a las afueras de Puerto Ordaz, amanecieron destrozadas. Unos vándalos a sueldo robaron equipos, piezas y materiales que hoy en día son de muy difícil reposición. Fueron a rematar la faena, pues ya un mes antes habían hecho los primeros destrozos. Qué casualidad, ¿no? La emisora ha quedado afónica. Pero si uno va y le pregunta a Natera Febres qué es lo que va a hacer, responderá: «Soy de los que no se va de este país, carajo».

Al menos, eso asegura Damián Prat, quien una vez a la semana lo visita en su oficina y se toma un café con su antiguo jefe, porque Prat también era, en cierta época, columnista del Correo.

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Clavel Rangel no solo es hechura de ese periódico y de su empeño tozudo por la verdad de los hechos; lo es del núcleo de la UCAB de Ciudad Guayana y de quien fue su vicerrector por varios años, Arturo Peraza. Seguramente también es hechura de su padre, exsidorista, de quien prefiere resguardar su nombre. Clavel Rangel es hechura de la gente que la ha rodeado y de una época bien nítida en su memoria: su adolescencia temprana -hasta los trece años- en el campamento de Matanzas. Vivían en un tráiler. Algún día escribirá un libro sobre ese campamento. Hace tiempo desapareció. Luego se mudaron a una urbanización, ella tenía un buen colegio gratis.

Ahora va a cumplir tres años en el estado de Florida, ha sido desterrada por haber visto demasiado. El chavismo no quiere que la gente tenga tanta capacidad de ver, tal vez. Vio la corrupción en Ferrominera del Orinoco y la vio también en otras empresas: por los negocios del aluminio publicó una nota en Armando.info con su colega Marcos Valverde y se hicieron acreedores, ambos, de una hermosa demanda. Una maciza demanda dispuesta a desembocar en prohibición de salida del país, querella por difamación en julio de 2020 interpuesta por el empresario Jesús Vergara, quien por cierto después ha estado bastante cuestionado.

Ciudad Guayana tiene muchos empresarios de ese estilo. Como Yamal Mustafá, el que demandó a Natera Febres (ver su CV o prontuario en Poderopedia), quien decidió, en su tiempo libre, fundar un diario llamado Primicia. Mustafá ya no anda por Ciudad Guayana sino en Miami, pero el pasquín sigue apareciendo. Cuánta pasión despierta el periodismo en gente que no es del área del periodismo, ¿verdad? Además, ¡qué capacidad multitasking la de este hombre, gerenciando empresas básicas y a la vez fundando un medio en papel justo cuando los medios en papel están desapareciendo! Hoy está en Miami, por lo que se sabe.

“La periodista Clavel Rangel es hechura del periódico de Natera Febres, ‘Correo del Caroní’, esto es, hacer periodismo con autonomía en una ciudad asediada por el chavismo”

La vida profesional de Clavel Rangel, desde 2008 hasta 2020, fue esto siempre: ir adquiriendo poco a poco todos los boletos de una lotería con la cual habría de ganarse la bonita oportunidad de ser agredida o torturada o desaparecida. También cabía esta otra, pasar una temporada indefinida en una de las mazmorras del régimen, que las hay y bien nutridas. Comprando esos boletos se formó en el oficio y en la tarea cotidiana debe haber desarrollado algún tipo de coraza. Tuvo suerte.

Lo vio todo. Todo excepto el asesinato que los chavistas pensaron que sí vio. Durante su ejercicio en la fuente laboral vio de cerca los tribunales y sus mañas. Conocía al abogado que llevaba a cabo la demanda en su contra: un defensor de malandros, básicamente. Vio jueces muy amigos de los abogados que ventilaban las mismas causas. Puerto Ordaz es una ciudad pequeña. Vio el hostigamiento judicial sobre Natera Febres, las querellas civil y penal para minimizarlo o anularlo o amedrentarlo. Fue condenado a pagar miles de dólares, siguieron las presiones. Justo cuando Clavel estaba saliendo del país, allanaron el periódico y apresaron a varios de sus profesionales. Se llevaron las computadoras. Les quitaron el pasaporte.

-Ataques por todos lados y aun así el periódico se mantiene operativo, en digital. Sobrevive porque hay alianzas regionales -dice ella a través del teléfono.

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Vio el deterioro de las empresas básicas. Desde 2008, cuando entró al Correo como pasante, hasta 2020. Tiene dudas acerca de cuál podría ser la empresa básica que se pervirtió más, la de corrupción más profunda y apestosa. Claro, a fin de cuentas, Ferrominera lleva algunas ventajas en la carrera. Ferrominera se convirtió en un punto estratégico para Chávez pues allí se hacían los Aló Presidente y desde allí se construyó la relación con China a través de la comercialización del hierro. Políticamente, sirvió como teatro de operaciones; además, ¡aquel puerto de salida al Orinoco! Una oportunidad de negocios, ¿verdad? En su momento, fue punto de tránsito de drogas.

El alcance político y económico de Ferrominera era estratégico para el Gobierno. Clavel Rangel criticaba o exponía las razones por las cuales podía considerarse a las empresas básicas como brazos políticos a la orden del chavismo: se utilizaban como caja chica del PSUV. Sentía que a los del Correo (o a los de TV Guayana, que también era y sigue siendo de Natera Febres) los veían como enemigos. En las ruedas de prensa, en la Gobernación, le gritaban a ella o a cualquier compañero «¡digan la verdad!» y cosas así. Pero hasta cierto punto, ella entendía ese clima como natural:

-Siempre hubo un clima de opresión, pero es que yo no tengo punto de comparación, porque cuando comencé en esto, en 2008, ya el clima político era así. Desde cuentas anónimas, en Twitter, para mí, cuando entro en el Correo, bueno, era como una Globovisión de Puerto Ordaz…

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En 2011 la cosa se pone fea. Ese es el año en que matan a un trabajador en el portón de Ferrominera. Nosotros habíamos cubierto [denunciado] cómo el PSUV armaba a sectores de la construcción para que fueran a las empresas básicas a romper las protestas. Ese fue un año de mucha conflictividad. Nosotros nos íbamos a las seis de la mañana a los portones de las empresas, asistíamos a las asambleas de trabajadores; eso incomodaba al oficialismo porque ahí ocurrían muchas cosas fuera del teatro de una rueda de prensa. En los meses de junio y julio de 2011 todos los portones estaban tomados por los trabajadores en huelga, presionando por la discusión de contratos colectivos, y el Gobierno ideó aliarse con ciertos grupos de la construcción».

Estaba aquella mañana del asesinato con el fotógrafo William Urdaneta, quien tomó fotos del presidente de Venalum acompañado por civiles armados. Urdaneta logró fotos donde se ven las armas. Damián Prat refiere que los reclutados del sector construcción eran solicitados por su carácter malandro, más nada, para que se encargaran de tareas de choque. Un día les cayeron a golpes a los huelguistas dirigentes. Allí estaba una joven periodista, testigo. Viéndolo todo.

“Ciudad Guayana muestra en pequeño lo que ha hecho el chavismo con Venezuela en grande”

El dirigente sindical Rubén González, secretario general de Ferrominera, había sido liberado en 2011, luego de las protestas nacionales y la presión de la Organización Internacional del Trabajo: Fue anulado el juicio, comenzó uno nuevo pero ya con el dirigente en libertad condicional. Cuenta Clavel Rangel:

-El PSUV había perdido elecciones sindicales y estaba a punto de perder también las de Ferrominera. Había mucha presión. Se generó un tiroteo en el portón, murió un trabajador. No vi lo que sucedió pero ellos [los oficialistas] creyeron que sí, porque estábamos en medio de la trifulca. Corrimos cuando empezaron los tiros, la gente gritaba contra los del PSUV pero también contra los del sindicato, acusaban a un tipo llamado Héctor Maicán de haber sacado el arma… A las horas, no sé cuánto tiempo estuvimos ahí, sacamos la memoria de la cámara, porque tampoco sabíamos si teníamos la foto. William había lanzado como ráfagas, ¿no?, los del CICPC creían que habíamos visto [el momento del tiro, o a la persona que disparó]. Recuerdo ese día como de mucha presión porque el presidente de Ferrominera hizo un pase en vivo con Maripili Hernández y dijo que hubo una periodista allí y que ella sabía lo que había pasado».

No, no había visto nada pero por todas partes decían o le gritaban «Clavel di la verdad, Clavel estás encubriendo a alguien». Uno de los grupos de choque acosó a una de sus compañeras del diario, en tribunales, donde comparecían varios trabajadores detenidos. Empezaron a golpear el carro del periódico, a la chica la halaron por los cabellos (seguramente la confundieron con Clavel).

-¿Qué pasaba por tu cabeza, qué pensabas?

-La idea era que tuviésemos miedo de andar en la calle. Después, cuando bajó la presión, más o menos a las tres semanas, volví a los portones y a las ruedas de prensa. Un dirigente de Ferrominera me dijo que así era la política, y que todo eso era parte del juego político. Que yo era cómplice.

-Por supuesto, desde mucho antes de entrar a trabajar allí, los chavistas ya decían a voz en cuello que ese periódico había que demolerlo, ¿no?

-Cuando entré, ya era motivo de ataque; pero al mismo tiempo había mucho respeto porque cada quien cultivaba muy bien su fuente y yo heredé esa idea. Especialmente durante las protestas de los sidoristas, aquel conflicto de Sutiss, a pesar de que Ternium  [grupo siderúrgico con sede en Luxemburgo y filiales en Iberoamérica, se hizo con Sidor durante el segundo gobierno de Rafael Caldera, en 1997, tras su privatización] anunciaba allí, el periódico llegó a ofrecer páginas gratuitas al Sindicato para que pudiese defenderse de la patronal, que decía cualquier tipo de cosas… El periódico tenía esa historia, la cobertura de la intervención de Sutiss. Había coherencia: siempre había defendido a los trabajadores de Guayana o al menos buscaba que fuese equitativa la cobertura. Cuando yo comenzaba a ejercer, hubo momentos en que los sindicatos eran casi todos chavistas, o todos. Había presión, tensión, pero nunca agresión física. Luego, no sé qué nombre ponerle a eso, presión judicial… Muy fuerte, muy fuerte.

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Aquí no hay sino fragmentos de su historia. Ahora está a buen resguardo en el estado de Florida y ha conseguido una visa que llaman «de habilidades extraordinarias». Eso se lo debe a su talento y nada más que a su talento. Ha querido, por otro lado, agradecer al consulado general de la República Dominicana en Venezuela, donde le expidieron una especie de salvoconducto para que pudiera irse de su tierra querida donde unos desalmados decidieron que había visto demasiado. Y desde este destierro habla con afecto del Padre Arturo Peraza, también de otras personas que contribuyeron con su consejo, guía o apoyo en sus horas difíciles.

Peraza dice que, cuando él asumió como vicerrector en la Extensión Guayana de la UCAB, ya conocía lo que hacía la periodista. Las empresas básicas todavía representaban una fuerza considerable y ella logró, piensa, meterse en el alma de las vicisitudes sindicales, haciendo evidentes los abusos contra los sindicatos libres. Alude a sus trabajos sobre la gestión de funcionarios que generaban dudas sobre su probidad y transparencia, y cómo eso le valió una demanda al dueño del periódico. «Ella estuvo en el núcleo de la UCAB dando cursos sobre periodismo de investigación junto a Oscar Murillo, que fue nombrado director de la Escuela. Hicieron una buena llave».

Antes habían trabajado juntos, Murillo fue jefe de Redacción del Correo. Ambos sabían que había que desarrollar ese periodismo que precisamente hurga en las cosas que el poder quiere ocultar. Cuando finalmente ella fue demandada por las denuncias sobre Ferrominera del Orinoco, Peraza intentó mediar. «Uno saber que la Prensa tiene que ser abierta y libre, y que la parte afectada tiene derecho a réplica», dice. Pero finalmente, a la periodista no le quedó sino emigrar y lo que hizo Peraza fue, en sus propias palabras, brindarle elementos de fortaleza, ayudarla a buscar medios de ubicarse en el exterior. «Para uno fue una pérdida, porque ella venía haciendo un excelente trabajo en UCAB Guayana», comentó el sacerdote.

Hoy en día es imposible ser periodista de investigación en Venezuela. A menos que la investigación sea acerca de todo lo maluca que es la oposición.


@sdelanuez
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