El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, intentó relanzar la semana pasada a la Unasur, una alianza regional que vuelva a proyectarlo como un líder capaz de lograr acuerdos y cambios. Es notable ‘pero’ su ejercicio de diplomacia residió en el trato diferenciado que le otorgó a Nicolás, como si no se tratara de una persona investigada por la comisión de crímenes de lesa humanidad bajo su mandato, condición que aceptó el día que firmó el acuerdo de cooperación con el fiscal de la Corte Penal Internacional (CPI), Karim Kahn, en marzo de 2022. Un año después, Nicolás acusó a Kahn de “usar la justicia con fines políticos”, y aseguró que presentó ante la CPI “un sólido documento que desvirtúa todas las falacias de la agresión mediática«, una mención que le da coherencia a las recientes palabras de Lula. Los poderosos creen que su versión es la única sobre la mesa.
El régimen como medio
Para blanquear la imagen de Nicolás y reinsertarlo en la escena internacional, Lula dijo el lunes 29 de mayo que no existe el autoritarismo en Venezuela, que eso se trata de una “narrativa que han construido”, indicando luego a su homenajeado que: “Ustedes tienen como medios deconstruir esa narrativa”. En contraprestación, y a pesar de los diarios y prolongados cortes del servicio de electricidad que se sufren en Venezuela, Nicolás le ofreció energía a Brasil. Es probable que Lula no previera la reacción negativa que sus complicidades con Nicolás generaron en el resto de sus invitados, pero las violaciones a los derechos humanos en Venezuela son inocultables, e incluso si quisieran minimizarlas, la emergencia humanitaria y la migración masiva son un par de indicadores que han golpeado duramente a la región. Las víctimas caminan por el continente. Tanto el presidente de Uruguay, Luis Lacalle Pou, como el presidente de Chile, Gabriel Boric, contrariaron las palabras de Lula sobre el autoritarismo y la violación de los DD.HH. en Venezuela. Pocas horas después, unos escoltas de Nicolás agredieron a periodistas en Brasil. Si eso ocurre con cámaras encendidas en el extranjero, cualquiera puede deducir qué ocurre en su país en medio de la censura.
Las palabras de Lula
La misma semana del desagrado generalizado que causó el esfuerzo de Lula a favor de Nicolás, el candidato Henrique Capriles repitió ante el Atlantic Council una idea similar en torno a los relatos al pedirle a EE.UU. (como si estuviese celebrando una videollamada con Joe Biden y no con un think tank), salir «de una retórica que no da para más» para “mover el tablero” político en Venezuela. El medio digital Monitoreamos citó estas palabras en un tuit que logró más de 533.000 vistas. El candidato decidió responder desde su cuenta personal en Twitter a las 3:48am del 31 de mayo acusando al medio de tergiversar sus palabras y además lo comparó con Venezolana de Televisión. VTV es el principal canal de propaganda del Estado, desde su pantalla se ataca a personas y organizaciones que se consideran disidentes políticos. Es tan grave la falsa equivalencia como la reacción desproporcionada ante una cita periodística acompañada de un video en el que puede verificarse que dijo lo que citan. Pudo criticar el tratamiento de su declaración y en consecuencia pedir un derecho a réplica, pudo haberse explicado mejor en lugar de usar metáforas fallidas, pero prefirió agredir a un medio libre.
Opinar no es agredir
Critiqué la similitud de los términos utilizados por Lula y Capriles, narrativa y retórica, que a la par se cotejan con el sempiterno argumento de Nicolás sobre “la agresión mediática”, porque no es coherente demandar a Estados Unidos la dinamización de un tablero trancado porque así lo ha querido el chavismo, bajo las condiciones de sumisión que están exigiendo, y porque no hay forma de probar que ese incentivo promoverá algún cambio en el patrón de ejercicio de poder. En Venezuela el abuso es continuo y aligerar presiones internacionales no garantiza que dejen de abusar. En la negociación, las dos partes no tienen igual poder, mucho menos si la oposición está fracturada en fracciones que han cedido ante las exigencias de Miraflores. Las cosas se hacen como ellos quieran, cuando ellos quieran y hasta que ellos quieran. Por escribir eso, fui agredida por simpatizantes y empleados, pero voy a insistir: la libertad de expresión nos habilita para hablar de lo que queramos, incluso en un sistema cercenado por la censura. Pero eso sí: si tienes que explicar a decenas de cuentas en redes “lo que quiso decir” tu candidato, el error lo cometió él, no quien lo interpretó.
¿Qué les pasa?
La mañana del 1º de junio, Capriles repitió la agresión como ‘método de defensa’, esta vez contra la abogada y escritora Thays Peñalver, lamentando que escribiese sobre una supuesta tergiversación de su declaración. Le recordó que tiene el derecho a decir lo que quiera, pero sometiendo tal derecho a lo que él estima que es verdad. Esto además se inscribe en una secuencia de ataques entre opositores, tal que: hace una semana la presidenta de Primero Justicia (PJ), María Beatriz Martínez, comparó a Yon Goicochea con Diosdado Cabello; Capriles comparó a un Monitoreamos con VTV, y también este viernes Goicoechea comparó a PJ con el chavismo, una práctica que los lesiona a todos ellos, pero también a los votantes y a la elección primaria.
El riesgo de la continuidad
Las falsas equivalencias con el régimen son gravísimas. Es un argumento pobre que va demostrando en público, en redes, que la oposición carece de canales de comunicación interna para dirimir sus conflictos. Entiendo que la oposición ha pasado por todo tipo de vejámenes y persecuciones. Somos testigos y víctimas de la inversión sostenida del régimen por quebrarlos, separarlos y convertirlos en sus peores versiones, y eso sirve para darle contexto a la poca civilidad con la que han enfrentado públicamente sus diferencias y rencores. Pero hay que estar alertas. Nuestro baremo ‘opositor’ hoy también incluye ofertas de políticos prêt-à-porter (a la medida del poder), ambos ladistas (los que reparten la culpa de la crisis entre el régimen y la oposición), y los alacranes, los que traicionaron abiertamente a la causa democrática. Ya es demasiado ruido como para verlos fracturarse más. La legitimidad que pudiera obtener la persona que resulte electa en la primaria (si acaso ocurre la elección), depende de los acuerdos que logren los partidos opositores que quedan. Si no construyen acuerdos, no importará celebrar una primaria ni quién la gane, porque es obvio que no contará con el franco apoyo del resto, facilitándole así la continuidad en el poder a un régimen nefasto.
Las expectativas
Sin medios masivos libres no es posible reconvertir a ciudadanos decepcionados en fieles seguidores de las líneas maestras que decida un político. Tiene que aprender sobre los nuevos espacios digitales en los que la gente se está informando. A diferencia de los antiguos medios, las redes permiten a los ciudadanos enterarse de lo que pasa, pero también abren el compás para opinar, discrepar e interpelar. Cada persona teje su red y allí se incide sin imposiciones. Lo político dejó de ser unidireccional y la relación con el poder y la opinión también, por eso es un error demandar la disciplina cívica que no demuestran cuando se agreden. Si además esperan disciplina sin críticas, mientras pagan publicidad en redes para ser más visibles, entonces quieren a los ciudadanos que los acompañaron en 2012 y 2013. Pero así, estáticos en el tiempo. Como si no hubiese pasado nada. Dejan por fuera a las víctimas de 2014 y a los que fueron asesinados, heridos y arrestados en 2017. Borran a los golpeados por la crisis económica, los rotos por la migración y los que perdieron la democracia. No hay narrativa que desmienta la miseria. Somos un país distinto, con otras demandas.
2024 es ya
Quieren lo que no construyen, porque no están tendiendo puentes con una circunstancia distinta, marcada por la pobreza, la desigualdad, la decepción y la desesperanza. Porque no hay una oferta que puedan hacer hoy que no hayan hecho antes, para incumplirla y luego no rendir cuentas. La existencia de la crítica en redes no la van a resolver usando el mismo razonamiento y las formas de quienes reprimen para imponer silencios. Eso es absurdo. Si no le dan contexto a lo que vivimos, si no son capaces de ponerse de acuerdo, sólo nos demostrarán que en su imaginario la democracia es accesoria y que los millones de venezolanos urgidos de cambios estructurales no están en su razón para concursar y tratar de ganar.
Porque sí
Los ciudadanos tenemos el derecho a ser beligerantes, a oponernos a la mediocridad y a demandar transparencia. Este régimen es calificado como una dictadura porque existen estándares para denominarlo así, revisen los datos sistematizados por la Misión de Determinación de los Hechos y la CPI. Una dictadura no se acaba por un cambio de relato, un reenfoque o una limpieza reputacional, cuando sigue sin haber separación de poderes ni Estado de Derecho. Los crímenes de lesa humanidad lamentablemente se miden en vidas, vidas que nos arrancaron, vidas que huyeron, vidas marcadas, vidas truncadas… ¿y quienes aspiran al poder se van a esforzar por lastimarse en lugar de construir acuerdos?, ¿así pretenden crear el clima para celebrar una primaria que legitime a una persona como representante de todos los factores de la oposición que queda?, ¿o es que no quieren que se celebre la primaria y esperan imponer a alguien por “consenso” aunque se estén desguazando en redes sociales?
Hablen claro, ya saben, por la narrativa.