Jesús Piñero, la historia viste de jean y franela
La más reciente colaboración de Jesús Piñero para La Gran Aldea es una entrevista al historiador Rafael Arráiz Lucca a propósito de su recién publicado libro “Caracas, historia de una ciudad”. Cualquiera que haya estado atento a los medios digitales -y a la agenda cultural- al menos en los últimos cuatro años, sabe que Piñero sigue el curso que le impuso a su carrera desde muy temprano: ocuparse en distintas formas y formatos de divulgar la historia de su país y estar siempre atento al trabajo de sus colegas.
Es, claro, la combinación de su doble oficio. Piñero es historiador y comunicador social, ambas carreras culminadas durante un paso brillante por la Universidad Central de Venezuela (UCV).
-Mi primera opción fue Comunicación Social, pero quedé en Historia. Es decir, la OPSU me asignó Historia. Y como no teníamos recursos para pagar una universidad privada, empecé a estudiar Historia. También porque no me gusta perder el tiempo, para mí el tiempo es valioso.
En tercer año de bachillerato ya tenía claro que quería estudiar Comunicación: “Sabía que lo mío era algo que involucrara la lectura, la creación y la escritura”. Pero el sistema decidió otra cosa. Culminado el primer semestre, la UCV permite optar por una segunda carrera. Y eso hizo porque tampoco le gusta dejar las cosas a medias.
-Metí los papeles, pero ya estaba enamorado de Historia porque era como hacer periodismo pero en el pasado. Saqué las dos carreras. Me gradué summa cum laude en Comunicación en julio de 2019, fui el mayor promedio de la facultad, cosa que me llenó de mucho orgullo. En Historia me gradué en mayo de 2017, con especialización en Historia de Estados Unidos, y gané medalla al mérito estudiantil, es decir, fui el mejor promedio de la Escuela. Me dieron beca…
Y quedó enganchado por esa universidad en la que pasaba desde las 7 de la mañana hasta las 8:40 de la noche, cuando terminaba la última clase en la Escuela de Historia: “La UCV representa muchísimo para mí. Fui consejero de escuela, fui representante estudiantil en el centro de estudiantes, fundé una plancha… Uno en la UCV no se queda mirando para el techo, siempre te terminas involucrando en algún movimiento político”.
Agradecido, pronto empezó a dar clases. Recién graduado en 2017, con seminarios y materias electivas en Historia. Y desde 2019, como profesor contratado en la Escuela de Comunicación Social: “Actualmente doy clases en la UCV como una forma de retribuirle a la Universidad esa formación en dos carreras que me dio casi gratuitamente”.
Obviamente, su sustento no proviene de la UCV. Piñero es consciente de la importancia de que se mantenga y se eleve siempre la calidad de la educación pública, porque él mismo es un ejemplo de que es una vía para la superación.
“Soy petareño de nacimiento”, dice con un orgullo en el tono de voz similar al que se le escucha al hablar de la UCV. Pero también hay una cierta inflexión, que uno puede suponer es el “ya te imaginarás” que hay detrás de la oración y que, en realidad, ha contado a través de notas periodísticas publicadas en momentos convulsos de su barrio con el inigualable aporte de la mirada de quien está ahí, en medio del fuego cruzado. Y en su relato de vida, vuelve a asomarse el oficio:
-Nací en 1993. En una época en la que por primera vez un historiador era presidente de Venezuela: agosto de 1993, Ramón J. Velásquez. Carlos Andrés Pérez había dejado el poder en mayo y Ramón J. asumió hasta febrero de 1994, cuando lo entregó a Caldera. Siempre digo que nací en un momento excepcional de la historia de Venezuela: no solamente teníamos el primer presidente historiador, sino que por primera vez un mandatario era sacado de la presidencia por un procedimiento institucional, en un país de tradición autocrática.
La madre de Piñero apenas pudo estudiar hasta tercer año de bachillerato y su padre solo llegó a sexto grado. La familia que recibía a su cuarto hijo en 1993 era -como él mismo la describe- “muy humilde, con muchas carencias, por supuesto. Pero nunca me faltó nada. Todo lo que me hizo falta lo tuve: ni tanto, pero ni tan poco”.
El ruido, los robos, los asesinatos, el sonido de las balas, la carencia de servicios públicos: todo eso le acompañó, con eso creció. Pero también le acompañó esa especie de burbuja construida por su madre para mantenerlos a salvo y bien encaminados.
-Toda mi vida estudié en educación pública: desde preescolar hasta bachillerato y la universidad. Soy un absoluto defensor de la educación pública porque creo, sin querer sonar jactancioso, que yo y muchos como yo podemos ser la demostración de que la educación pública es vital y es capaz de abrir oportunidades en un país con altos índices de desigualdad como Venezuela.
Dice, y tiene razón. Jesús Piñero, historiador, periodista, que colabora o ha colaborado en medios como Prodavinci, Clímax, El Estímulo, La Gran Aldea; a quien un día lo escuchas en la radio hablando con Arráiz Lucca y al otro es el presentador de una nueva investigación histórica; que hace un doctorado en la UCAB y es autor de cuatro libros. Y tiene apenas 30 años.
-Recuerdo una frase que me dijo mi profesor en 4to. grado: “Más pesa un saco de arena que un lápiz”. Y eso lo decía, obviamente, por los trabajos que tiene que hacer la gente en el barrio. No digo que estén mal, pero prefiero hacer lo que hago ahora.
Como había que ganarse la vida, en 2018 comenzó a dar clases en un colegio privado a alumnos de bachillerato. Para él, lo más importante que trata de enseñar es el pensamiento crítico: “El cuestionamiento de lo que se les dice y lo que se les cuenta. Es importante formar a ciudadanos críticos. Siempre trato de estimular a los alumnos para que cuestionen, para que debatan las ideas que les planteo en clase. Que no caletreen, que no repitan como loros narraciones que no son fieles o que son interesadas. Si mis clases tienen algún sesgo, que sea el sesgo de la democracia”.
De esa intención nació su primer libro: “Venezuela: documentos para su estudio (1498-1999)”, publicado en 2021 por Luis Felipe Capriles Editor. “Surgió como alternativa de texto escolar para los alumnos del colegio. Es una historia global de Venezuela desde la llegada de Colón hasta el comienzo de la presidencia de Chávez. La idea del libro con los documentos es que ellos puedan leer directo de las fuentes y no se vayan por el relato de otro. Y esto lo digo porque vivimos en un país en el que la historia se ha convertido en un dibujo libre para el uso político. Y no sólo ahora, sino a lo largo del pasado, han hecho de la historia una herramienta de propaganda y de control”.
Ese mismo año también publicó “Miradas reversas. 15 historiadores cuentan su historia”, con el que materializó dos sueños: ser autor en la editorial Alfa y reunir en un solo tomo un grupo de entrevistas hechas a historiadores para El Estímulo -donde publicó su primer texto en mayo de 2018- y que fueron corregidas y editadas por el periodista Víctor Amaya: “Es un libro de periodismo sobre historiadores, bajo la premisa de que para poder entender la historia también tienes que entender quién la cuenta”.
Entre esos entrevistados están, por supuesto, tres de sus grandes referentes a quienes, además, les agradece las muchas maneras en las que le han ayudado a lo largo de su camino: Inés Quintero, Elías Pino Iturrieta y Rafael Arráiz Lucca.
Su tercer libro, presentado ese mismo año, es “José Rafael Pocaterra, periodista en Nueva York”. Se trata de su tesis de pregrado en Comunicación Social, que obtuvo el segundo lugar en el Premio de Historia Rafael María Baralt y que fue editado por Bancaribe y la Academia Nacional de la Historia: “Es una tesis sobre Pocaterra y la campaña de desprestigio que armaba contra Gómez a través de un periódico hispano en Nueva York y cómo esas denuncias influyeron en la dictadura de Gómez y en las relaciones de Venezuela con Estados Unidos”.
Sobre Pocaterra sigue profundizando ahora mismo con la preparación de su tesis doctoral sobre la primera mitad del siglo XX, a través de la figura del escritor, periodista y diplomático venezolano; una labor que lo tiene buceando en archivos inéditos de Brasil y Canadá.
Piñero tiene un cuarto libro titulado “Activismo en viñetas”, hecho en colaboración con la ilustradora Shari Avendaño y que reúne perfiles de defensores de derechos humanos en forma de cómics. Y vienen más en camino: un libro enfocado en las mujeres de la etnia pemón en Canaima -con la Editorial Dahbar- y otro, en colaboración con Diego Arroyo Gil, sobre el Teatro Teresa Carreño.
El listado de sus publicaciones muestra la coherencia de su línea de trabajo: la combinación de periodismo e historia.
-La función de la historia y la razón por la cual debemos conocerla es para entender el presente. Construimos nuestro futuro viendo el presente, no viendo el pasado. El pasado no está para buscar claves ni instrucciones, porque toda situación histórica es inédita, por eso no se repite el pasado. La historia se debe estudiar para saber cómo llegamos hasta acá. Y que en función de nuestras acciones, de nuestro pensamiento, podamos construir un futuro o al menos echar las bases. La historia me da la profundidad, la comprensión de sus complejidades y contradicciones, y el periodismo me ayuda a entender el presente y me ayuda a comunicarlo.
En paralelo con su revisión sobre la figura de Pocaterra, hay algo que Piñero reivindica como aporte. Y ese algo salta a la vista: “Creo que le he dado un rostro un poco más juvenil a la historiografía, que hasta ahora estaba acostumbrada a verse como un oficio de señores mayores vestidos de toga y birrete y súper académicos. Yo soy de los que defiende que la historia debe estar contada para la gente, y trato de innovar en diferentes formas y formatos para narrar el pasado”.