Quien piense que voy a escribir sobre el tema geopolítico entre Israel y los palestinos, quién vino primero, quién se estableció después en esa tierra, quién asesina a quien, o quién tiene más derecho, quién ataca y quién se defiende, se equivoca.
Para eso hay muchísimos analistas más y mejor preparados que yo para analizar la historia, las causas, los antes y después. Además, mi corazón, y esto es público y notorio en mis redes, es el corazón de una judía. Así que mis argumentos siempre quedan cobijados orgullosamente de esa realidad. No. No voy a hablar de lo que esperan de mí.
Escribiré hoy sobre una singularidad -entre otras- que hace que este nuevo y sangriento ataque del movimiento terrorista Hamás a Israel se diferencie en gran medida de tantas y tantas embestidas previas: vengo a poner el dedo índice en el que creo es uno de los principales objetivos de esta carnicería: La mujer.
Como nunca antes -ni en las bombas que ponen en autobuses públicos, ni en los ataques diarios con cohetes desde Gaza, ni en los apuñalamientos al azar en las calles de Israel, ni en los episodios en los que algún terrorista se inmola en nombre de Alá con tal de quitarle la vida a unos cuantos, había determinado, al menos yo, algún especial ensañamiento contra la mujer.
En esta ocasión la mujer y sus crías han sido, por mucho, el target principal de la degollina sorpresiva que comenzó hace unos días desde el sur de Israel.
Hay, en este ataque de Hamás un rasgo, ¿novedoso?, que creo simbólico: El blanco fueron, por mucho, mujeres y niños. Chicas jóvenes para violarlas y luego exhibirlas y humillarlas. Madres jóvenes con sus hijos para asesinarlos o secuestrarlos. Ancianas. Todo lo que la mujer perfuma: Libertad, belleza, placer.
Diría que en suma, son víctimas mujeres a las que nunca nadie había sometido como suele ser común y cotidiano entre algunas mujeres del Islam. (Jina Mahsa Amini, la joven iraní que fue arrestada y torturada por la policía de la moral del Gobierno de Irán por no usar su hiyab correctamente, falleció a causa de las golpizas).
“Asimismo, dice el columnista León Palín, por razones políticas, en diferentes países árabes las autoridades religiosas islámicas constantemente establecen nuevas reglas con un marcado carácter misógino que hacen más penosa la existencia de las mujeres; también los gobiernos en los que predominan las ideas y costumbres del Islam fijan leyes discriminatorias para las mujeres; es el caso del Consejo de Ministros de Irak, que el pasado 25 de febrero presentó un proyecto de ley denominado Jaafari, que reafirma el derecho a los hombres de tener varias esposas, e incluso, permitirles el matrimonio con niñas de 9 años y con menores a esta edad con la aprobación de uno de los progenitores”1.
Si bien hasta ahora sabíamos de las restricciones y del carácter segregacionista de muchas disposiciones de la Sharia (Ley Islámica) vigentes para las mujeres, ahora quedamos aún más perplejos al ver el desarrollo de este nuevo atentado en Israel:
de la Fiesta Rave por la Paz que se celebraba al sur de Israel, en la zona limítrofe con Gaza, los terroristas de Hamás persiguieron, violaron, sodomizaron y asesinaron a chicas muy, muy jóvenes, y a las que no mataron en el acto, las secuestraron para llevarlas y exhibirlas en Gaza.
A otra joven, también violada y aparénteme sin vida, la pasearon desnuda y rota por las calles de Gaza mientras un tumulto de hombres celebraba la hazaña con escupitajos al cadáver.
Creo que fue en el kibutz Be’eri2, en donde además de asesinar familias completas -mujeres y niños primero, como en los barcos-, a una joven embarazada le abrieron el abdomen para sacar y asesinar también a la cría que quedó colgando, sin vida claro, del cordón umbilical.
Vi también imágenes de una chica israelí joven, muy joven, a quien introducen en un vehículo rústico, con la entrepierna y el culo bañados en sangre después de haber sido sodomizada y violada.
¿Son violentas estas imágenes que relato? Lo son. ¿Por qué lo describo?, ¿por qué lo narro? Porque omitirlo, obviarlo, es negarle justicia a esas víctimas y allanar el camino del negacionismo, que puedo jurar que viene en breve, de la mano de la más putrefacta “hiprogresía” mundial. Esa izquierda farsante en la que las “feministas” a la carta desdeñan la violación, el rapto y el asesinato de mujeres si son judías. Mujeres judías, madres judías.
Las doctoras en psicología Esperanza Bosch y Victoria A. Ferrer proponen llamar a este tipo de eventos terrorismo misógino puesto que la misoginia es el deprecio a las mujeres, cuya ideología mantiene y justifica la forma de ejercer el poder y el control sobre ellas:
“La violencia ejercida contra las mujeres es una forma de terrorismo misógino que funciona para definir y delimitar las líneas de género, para promulgar y reforzar el dominio masculino y para volver a todas las mujeres crónica y profundamente inseguras. Esta denominación hace referencia al clima de terror como arma de control hacia las mujeres, siendo la base en la que se sustenta este control la misoginia -como el racismo lo es para el fascismo-; por lo que es importante que quede claro en este concepto de terrorismo misógino que para ejercer la violencia contra las mujeres, es necesario tener una relación directa con el cuerpo de las creencias misóginas o de desprecio hacia las mujeres”3.
Entiéndase por misoginia la diversidad de modos de represión a la mujer y defensa plena del modelo patriarcal. O concretamente, la misoginia como parte del fundamentalismo islámico.
¿Pero qué tienen que ver la misoginia, el terrorismo islámico y el antijudaísmo?, ¿qué los une? Y he aquí una posible respuesta: La venganza contra un esclavo que se libera, como el pueblo judío, como la mujer occidental, y el odio por quien alguna vez fue cautivo, y hoy prevalece libre.
Y eso es la mujer occidental, esa misma que vemos en los noticieros, masacradas hace tres días sin piedad. O las desaparecidas en los atentados terroristas, esas chicas inocentes que buscan a través de carteles con sus retratos: mujeres libres, que deciden cómo y qué visten, cómo quieren lucir, de qué forma desean disfrutar la vida.
“Fue la connotada escritora Jessica Valenti en su muy recomendable artículo ‘When Misogynist Become Terrorists’, publicado por The New York Times en el año 2018, la que en sustitución al relativamente inocente concepto de incels4 acuñó el término terrorismo misógino. (…) Esta expresión de odio se da característicamente vía redes sociales y su célula más radical es responsable de un número incalculable de feminicidios y actos terroristas en todo el mundo”5.
¿Me pregunto si los homosexuales ejecutados en Irán pueden contarse también en esta categoría?
La mujer, eso sí, va acompañada de su prole: Dan cuenta reporteros del mundo en el lugar de los hechos, que en el kibutz Kfar Aza hallaron 40 bebés asesinados, algunos decapitados, otros quemados. (Huelga decir que en un kibutz, mientras los padres salen a trabajar, los niños quedan a cargo de cuidadoras expertas, en un maternal -para bebés- o en las escuelas para los niños mayores).
Lo doloroso, de entre lo más doloroso de esta masacre, ocurre por exceso y por defecto: Hieren aquellos que aún apoyan públicamente la carnicería del terrorismo y hieren aquellos que se quedan mudos, que callan.
Estas dimensiones de inhumanidad no admiten ni un “pero” que valga.
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(1)León Palin para @Enlacejudío.com
(2)Kibutz: Comunidades agrícolas.
(3)Bosch, Esperanza; Ferrer, Victoria A.: La voz de las invisibles. Las víctimas de un mal amor que mata, Ediciones Cátedra, Universitat de València, Instituto de la Mujer, Madrid, 2002, p. 35.
(4)Incels: acrónimo de la expresión inglesa involuntary celibate, ‘celibato involuntario’, es una subcultura que se manifiesta como comunidades virtuales de hombres que dicen ser incapaces de tener relaciones románticas y relaciones sexuales con mujeres, como sería su deseo.2 Las discusiones que se producen en los foros inceles se caracterizan por el resentimiento, la misantropía, la misoginia y la apología de la violencia contra las mujeres. Wikipedia.
(5)Arturo Valdez, “Terrorismo Misógino”, www.mejoreshombres.com