“He ejecutado el mandato que me dio de servir al Ecuador, actuando siempre con justicia y en derecho, con el fin de salvaguardar permanentemente los altos intereses del Estado. Durante estos meses, procuré entregar todas mis capacidades para contribuir al bien común”.
Con esas palabras, Juan Carlos Holguín Maldonado (Quito, 1983) renunció al cargo de ministro de Exteriores del gobierno del presidente ecuatoriano Guillermo Lasso el primero de abril de 2023. Concluía así una etapa que había iniciado con su designación como responsable de la transición entre las administraciones de Lenin Moreno y Lasso, tras el triunfo electoral de este último en febrero de 2021.
Graduado en Comunicación Corporativa y Relaciones Públicas de la Universidad San Francisco de Quito, este político y empresario relacionado con el desarrollo tecnológico y el deporte tiene una Maestría en Políticas Públicas en la Universidad de Georgetown, Estados Unidos, así como posgrados en Management del Deporte de la Universidad Católica de Argentina y la FIFA, y en Liderazgo para Gobierno en el IDE Business School de Guayaquil.
Desde su experiencia en la gestión del presidente Lasso, Holguín Maldonado analiza la realidad que enfrenta Ecuador, nación azotada por la inestabilidad política y una ola de violencia que cobró la vida del candidato presidencial Fernando Villavicencio.
-Tras la década de Rafael Correa en el poder, el gobierno de Lenin Moreno -quien fue vicepresidente de Correa- parecía marcar el camino hacia una transición democrática que prometía completarse con la llegada del presidente Lasso.
–El Ecuador no ha tenido todavía una transición democrática. Hay que entender que Correa llegó al poder en el año 2006 apoyado por el proyecto político de Hugo Chávez, denominado Socialismo del Siglo XXI, un experimento que impulsó el totalitarismo y autoritarismo bajo las reglas de la democracia. Me explico: eran dictaduras con poder popular fruto de elecciones. No obstante, cuando llegaban al poder, todos se apropiaron de los órganos electorales para que jamás existan nuevamente elecciones limpias.
En el caso de Ecuador, es evidente que en 2017 hubo un apagón electoral con el que ganó Moreno, que era la única carta electoral con la que podía jugar el correísmo, ya desgastado por la imposibilidad de que Rafael Correa pudiera participar, y al mismo tiempo, después de que se les acabó el dinero. Eso no impide ver que el de Moreno es un caso de análisis, pues la salida del correísmo provino de sus propias estructuras. Algo inédito, pero al mismo tiempo muy riesgoso, pues las bases aún no sabían a qué líder responder. Vale la pena anotar que el Ecuador está dolarizado desde hace más de 20 años y este fue el mejor escudo para la democracia ecuatoriana. No hay nada más popular en el país que el dólar y ni siquiera Correa, con la fuerza del populismo y su proyecto caudillista, siendo un detractor de la dolarización, pudo contra este elemento. El dólar ha ayudado a detener el deterioro económico que generalmente viene con el socialismo o el populismo cuando tienen la capacidad de imprimir billetes y, al mismo tiempo, ha sido un baluarte de la libertad y la democracia. La crisis de institucionalidad que tiene el país es a causa de la Constitución de 2008, la del Socialismo del Siglo XXI, que cambió los poderes tradicionales por una estructura de cinco poderes. Un experimento que ha causado mucho daño y ni el presidente Moreno ni el presidente Lasso, han podido generar un cambio estructural al respecto. Hay que reconocer que Moreno logró bloquear la reelección indefinida con un referéndum y otros cambios que la historia sabrá reconocer.
-¿Cómo fue su experiencia como líder del equipo de transición del gobierno de Lasso?
-Una experiencia positiva, de la que estoy agradecido con el presidente Lasso al haberme confiado esa responsabilidad. El país venía de un proceso de destrucción institucional después de una década de Correa en el poder. Además, con muchos casos de corrupción de gran escala, que no se hacían públicos por el control total del poder. Estábamos en el peor momento de la pandemia, sin una sola vacuna en el país. Sí reconozco que el gobierno de Moreno tuvo dos muy buenos vicepresidentes y buenos ministros que lucharon contra el correísmo, pero se había ponderado lo político a la gestión, y eso generó que se reciba un país con tres tipos de crisis: una crisis sanitaria en medio del peor momento de la pandemia; una crisis económica, fruto de la misma pandemia; y una crisis moral por la alta corrupción del correísmo. El desafío era poder tener transparencia en la información y creo que eso es lo que recibimos. Fue una transición de altura.
-¿Cuál es su balance de aquel proceso? Como señalaba anteriormente, el ascenso de Lasso parecía completar una transición democrática en Ecuador. Sin embargo, Lasso ha tenido que convocar elecciones anticipadas.
-Faltarán algunos gobiernos y varios años para transicionar a una democracia plena, o al menos, que siendo imperfecta, pueda funcionar dentro de un marco esperado. El daño hecho por el correísmo es muy grande y su principio de depredación política para desestabilizar a cualquier gobierno, con el afán de generar golpes blandos hasta volver al poder y conseguir la impunidad, no permitirá que los gobiernos futuros se desarrollen con normalidad. Es el problema de una comunidad internacional cómplice con estos líderes, que se venden como proyectos ideológicos de causas justas, cuando realmente son dictaduras llenas de corrupción y pactos con las estructuras criminales.
-¿Por qué Lasso no pudo resistir en el gobierno?
-No puedo dar una opinión sobre un gobierno del que fui parte. El tiempo permitirá hacer balances de lo que se hizo bien, de lo que se pudo hacer mejor, pero sobre todo, corregir los errores, que fueron varios, para que nadie que tenga principios democráticos los repita en su momento.
-Como la mayoría de países de la región, Ecuador ha enfrentado momentos de inestabilidad política; sin embargo, ahora sufre una inusitada ola de violencia que se expresa en los motines carcelarios y hasta el asesinato de líderes políticos. ¿Por qué se ha desatado esta ola de violencia?
-El líder de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) fallecido en Angostura, Raúl Reyes, declaró en un video allá por el año 2008, que habían financiado la campaña de Correa. No quiero juzgar la infancia de Correa, cuyo padre estuvo detenido por tráfico de drogas en Estados Unidos, al ser este un tema personal, pero es un elemento para entender la relación política de Correa y las drogas. El Socialismo del Siglo XXI tiene a las estructuras criminales como aliado fundamental en todos los países. En la época de Correa no se incautaban ni 50 toneladas de cocaína al año. El presidente Lasso ha incautado 500 toneladas en 24 meses. El gobierno de Moreno inició ese proceso con una muy buena ministra de gobierno. Desde allí, el país tuvo dos intentos de golpes de Estado vestidos de “marchas indígenas”, en los que las estructuras criminales y el correísmo intentaron derrocar gobiernos. Se permitió por años la operación de las estructuras criminales no solo en la droga, sino también en minería ilegal y tráfico de personas. La violencia que vemos hoy es fruto de los intentos de los últimos dos gobiernos de luchar contra esta realidad.
-¿El Estado ecuatoriano ha perdido la capacidad de enfrentar a los grupos criminales?
-Hubo una década donde estos grupos se fortalecieron, mientras deliberadamente se debilitaron las Fuerzas Armadas, la Policía, la estructura de inteligencia, y casi todas las instituciones del país. Las capacidades de armamento de las estructuras criminales en Ecuador son casi siete veces mayores frente a las del Estado. Esto va cambiando de a poco, con el apoyo internacional. Pero tomará su tiempo.
-¿Hasta qué punto el crimen y la política se mezclan en Ecuador?
-Lo he mencionado antes: son lo mismo. Es la narcopolítica. El Socialismo del Siglo XXI generó narcoestados, pues no solamente había financiamiento de las economías ilegales, sino que muchos altos cargos en estos gobiernos han estado vinculados con las estructuras criminales.
-Tomando en cuenta su experiencia, ¿cómo puede avanzarse en la recuperación de la democracia y, a la vez, combatir a los grupos criminales que se enquistan en el Estado?
-Continuar con la formación de nuevas generaciones que tengan la claridad de que hay que buscar los espacios de poder para ejecutar proyectos con principios democráticos, luchando por la libertad y la paz. La única vía es hacer política, llegar al poder y continuar la lucha por esos valores. El cambio y la paz llegarán. Hay que tener fuerza, ánimo y fe.
—
*Este contenido fue publicado originalmente en la revista digital Democratización No.25 del Instituto de Estudios Sociales y Políticos FORMA, y fue cedido para su publicación gracias a la alianza con La Gran Aldea.