Desde el momento en que la oposición se decantó por una elección primaria como forma de escoger a su candidato presidencial unitario, hubo temores para nada descabellados de que el Gobierno bloquearía el proceso de una forma u otra. Por ejemplo, una proclama del Consejo Nacional Electoral (CNE) atribuyéndose competencia exclusiva para llevar a cabo cualquier proceso comicial en el país (aunque ninguna ley diga tal cosa), justo después de que la Comisión Nacional de Primaria (CNP) confirmara que prescindiría de ese “servicio”, fue ampliamente interpretada como señal de que Miraflores no estaba dispuesta a permitir que la elección interna opositora se llevara a cabo.
Esos temores parecieron quedar sin fundamento luego del llamado “Acuerdo de Barbados”. No tanto por lo que dice su texto como por el “clima político” que pudo generar, apenas unos días antes de la Primaria. Un clima en el que, en aras de por lo menos aparentar conciliación y buena fe ante el Gobierno de Estados Unidos y su flexibilización temporal de sanciones, el gobierno de Nicolás Maduro se abstendría en el corto plazo de tomar las medidas punitivas injustas contra la oposición que siempre lo han caracterizado. El resultado más que probable de la Primaria, un triunfo de la inhabilitada dirigente antisistema María Corina Machado, sería harina de otro costal. Era como si el chavismo estuviera diciendo “Ok, hagan su cuestión. No vamos a ceder con respecto a los vetos a candidatos específicos para las presidenciales, pero hagan su cuestión. Después será su problema ver qué hacen si gana un inhabilitado”.
Efectivamente, la Primaria se dio. Con trabas arbitrarias como el bloqueo del sitio web de la CNP para que los interesados pudieran ubicar sus respectivos centros y una campaña sucia de bulos para desacreditar el proceso, pero se dio al fin. Y entonces… No pasaron ni 24 horas para que la elite chavista cambiara su tono de indiferencia y sosiego por uno de ira incontenible. De las bocas de Maduro, Jorge Rodríguez, Diosdado Cabello, Tarek William Saab e incluso una Cilia Flores que lleva años con bajo perfil, salieron catilinarias llenas de invectivas y acusaciones. Pero no tanto hacia Machado, sin duda la máxima estrella del momento, como hacia la Comisión Nacional de Primaria. El estallido retórico dio paso a consecuencias más fácticas y severas. En primer lugar, la citación al Ministerio Público, como investigados por “delitos”, de varios miembros de la Comisión. En segundo lugar, un fallo del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) que “anuló todos los efectos” de la Primaria y exigió a la CNP entregar varios de sus materiales.
La reacción opositora, hasta ahora afortunadamente de repudio unánime, no se hizo esperar. Pero más importante aún fue la reacción del Gobierno de Estados Unidos, que de momento es el único actor capacitado para presionar para que el chavismo cumpla con el Acuerdo de Barbados, como expliqué en la última emisión de esta columna. Tras la sentencia del TSJ, autoridades de Washington advirtieron que “tomarían medidas” si el pacto es incumplido. Aunque no especificaron a qué se refieren, pudiera estar relacionado con una advertencia previa. A saber, la del Departamento de Estado anticipando una reversión del levantamiento de sanciones si antes del fin de noviembre no había cambios en Venezuela con miras a asegurar la participación de todos los aspirantes a la Presidencia.
¿Qué pasó, entonces?, ¿por qué el chavismo, un actor político racional que suele tomar decisiones que optimicen su estabilidad en el poder (por favor no me nieguen que lo es; van para 25 años gobernándonos) se arriesgaría a perder su gran logro en Barbados sin ninguna necesidad?, ¿por qué no mejor dejar en paz a los miembros de la Comisión, y al pleno de la dirigencia opositora, si nadie, hasta ahora, ha convocado a acciones que puedan ser lesivas para el statu quo, como protestas masivas exigiendo la habilitación de la ganadora de la Primaria?, ¿por qué no mejor esperar a ver si el fenómeno Machado se desinfla solo y rápido, por falta de un plan para presionar para que la habiliten, con el presunto desenlace de que la oposición designe un candidato sustituto que no incomode?, ¿por qué no abstenerse de precipitar las cosas y ver si, sin alguna nueva oleada de atropellos que lo estimulen a actuar, Washington prefiere mantener las sanciones levantadas y así de paso tener una fuente de petróleo barato?
Me parece que la clave para desentrañar el enigma no es la elevación de Machado, la más antisistema de los dirigentes opositores prominentes, a una posición de protagonismo y potencial liderazgo de masas del que nunca había gozado antes (aunque, como veremos más adelante, tal factor es un agravante). Ese era un resultado previsible de la Primaria desde hace muchos meses y es imposible que en Miraflores lo descartaran. Creo que tiene más que ver con el volumen de participación ciudadana en la Primaria, que superó todas las expectativas. No en balde los señalamientos del chavismo contra la Comisión se han enfocado en esa cuestión, alegando que el caudal de votantes es falso y que por lo tanto hubo un “fraude”.
Hablamos de más de dos millones de ciudadanos que acudieron a las urnas para un evento que, debido a la censura en medios tradicionales, fue promovido únicamente por canales digitales en un país con rezago tecnológico severo. Un evento que, al no contar con la logística del Estado, dispuso de muchos menos centros de votación, lo que supone que para muchos votantes, en una nación donde la gasolina escasea de manera crónica, hubo que recorrer mayores distancias que las que median entre sus hogares y centros de votación para comicios organizados por el CNE. De manera que hay una motivación fuerte para movilizarse a favor de un proceso cuyo objetivo final es el cambio de gobierno. Agréguese a ello que sin los obstáculos aludidos la participación muy probablemente habría sido incluso mayor. También el hecho de que, en todo el mundo, el voto en elecciones primarias suele ser mucho menor que en elecciones definitivas, por lo que cabe esperar que sus ganadores luego obtengan muchos más apoyos. Hay, en conclusión, y pese a la desmovilización de las masas en el último lustro, un deseo latente pero inmenso de cambio.
Pero, un momento. ¿Acaso eso no es obvio?, ¿no es algo que sabe el país entero, incluyendo a la elite chavista (aunque ella desde luego simule lo contrario)?, ¿qué importa, si dicha elite está más que dispuesta a seguir gobernando mediante la coacción y en contra de la voluntad ciudadana? Ah, pero resulta que esta vez el deseo de cambio se está canalizando mediante María Corina Machado y las tesis antisistema que ella encarna. No diré que es seguro, pero ello pudiera significar que, al votar por una dirigente “radical” y de paso inhabilitada, esos ciudadanos comprenden que casi seguramente habrá que presionar al Gobierno por vías no electorales, así sea para hacer valer un voto como el del 22 de octubre. Creo que la imagen de millones de personas movilizadas en tal sentido es lo que tiene a los poderosos tan alterados.
Alterados y descolocados. Porque aunque, al momento de escribir estas líneas, la arremetida contra la Comisión Nacional de Primaria ya es muy preocupante y meritoria de todo repudio, no ha sido tan severa como otros casos de persecución. No se han librado órdenes de aprehensión contra ninguno de los señalados. Posiblemente el Gobierno no sabe aún cómo proceder. A lo que quiero llegar es esto: aunque el régimen chavista ha sido muy hábil manteniéndose en el poder, y no se le debe subestimar nunca, tampoco es un genio maligno infalible. Se le puede poner en situaciones de las que no saldrá sin dificultades. Me parece que está en una de ellas justo ahora. De manera que, como modestamente fue sugerido hace meses en esta columna, la decisión de elegir en primarias al candidato unitario de la oposición fue la correcta (y vaya que hubo esfuerzos por sugerir lo contrario). Esperemos que la oposición pueda repetir esos aprietos.