Ha pasado un mes. Como personas albergamos emociones de distintos signos, rabia, tristezas, esperanza, todas marcadas por la vida, no por la sinrazón, sino en el reconocimiento de nuestras circunstancias. Conscientes de lo que vivimos y bajo la decisión de marcar un camino distinto.
Ver hacia atrás, a un mes de distancia, nos obliga a hacer una interpretación justa de uno de los eventos políticos más importante de los últimos tiempos venezolanos. El rompecabezas comienza a encajar, aunque no terminemos de armar la figura.
Ese es el 22 de octubre de 2023, una enorme figura bien delineada, pero en proceso, unos dicen: “La libertad comienza a perfilar su silueta”. La prudencia, la decisión, la razón fueron los grandes aliados comunitarios. Como dice un buen amigo: “No todo se dice, no todo se pregunta, no todo se responde”, eso es discreción y así actuó la gente, el pueblo, las comunidades.
Las emociones que se nos presentan como el signo del momento, son movilizadoras, nada efímera, se sostiene en la fuerza de la vivencia. No hay postración, ni resignación en el venezolano. Insistimos en esto porque encontramos una firme decisión de cambio en el trabajo de interpretación de las comunidades, tanto en el monitoreo como en los grupos focales, los invito a seguir nuestro trabajo en el Observatorio Convivium.
Con determinación encontramos afirmaciones como esta:
“… que se terminen de ir, que podamos ser como antes, trabajar con dignidad y que alcance”. Fragmento de una entrevista en el estado Zulia.
Se tiene memoria del trabajo, del esfuerzo, de la dignidad. Lejos de la resignación, lo que encontramos es disconformidad. Se está claro que mientras se esté bajo este sistema no habrá progreso y la familia se seguirá fragmentando.
Insistimos que estos 24 años transcurridos han dejado una profunda huella en el venezolano, han quebrado lo inquebrantable. La familia está fragmentada, aunque no destruida, está afectada, aunque sigue siendo el sentido y propósito, hoy se ha convertido en el gran movilizador porque el sistema tocó la fibra de lo que nunca se debió tocar y no hay marcha atrás.
Estamos frente a un venezolano movilizado de distintas maneras, la migración es una de ellas. El desplazamiento forzoso es doloroso, pero indica movimiento, vivacidad, estar despierto y movilizado, conciencia de haberlo perdido todo y que ese todo se puede reconstruir. Lo mismo acontece en el que se queda, la afirmación citada arriba es ubicación en el esfuerzo, lo ocurrido el 22 de octubre es un enorme paso, una apuesta a la transformación, una lucha por la libertad y la liberación. No nos quedamos en Venezuela de cualquier forma, nos quedamos con la esperanza de poder hacer algo, eso ocurrió en octubre.
Les comparto una experiencia directa, tengo un curso de 35 estudiantes en la Universidad Central de Venezuela (UCV), asistieron 30 el día lunes, aproveché para indagar sobre sus percepciones y participación en la elección primaria, de estos, dijeron haber participado 4 jóvenes, el resto no votó. Estamos hablando del 11% de participación en el salón. Luego tenemos otro dato interesante, solo 6 personas estaban inscritas, el resto no. Hablamos de jóvenes entre 18 y 24 años. O sea, de 6 personas inscritas votaron 4, el problema es que la gran mayoría no se han inscrito en el Registro Electoral.
Sigo preguntando, ¿tienen pensado inscribirse? Casi al unísono dijeron que sí; repregunto, ¿por qué han cambiado de opinión?, llevan 6 años siendo mayores de edad y ahora se lo plantean. Casi al unísono, nuevamente, dijeron:
“Después del 22 de octubre pensamos que sí es posible hacer un cambio”.
“Mi familia me impulsa a votar, dicen que tenemos que hacer algo y es posible lograrlo”.
“El 22 de octubre fue un antes y un después, ganó la firmeza y la constancia, María Corina es la posibilidad que ha marcado mi familia”.
“Por mi familia votaré, ya estoy buscando dónde inscribirme”.
He tratado de ser fiel en la reproducción del diálogo.
Mientras más nos alejamos de octubre, se aclara su importancia, decanta, nos permite ver su implicación. Octubre fue un catalizador, un conductor de energía, no un creador. La insumisión está ahí, se manifestó el 22, contra todo pronóstico se mostró, el silencio de los días previos marcó la jornada. Estamos frente a una política operando al modo materno, determinando la relación comunitaria desde la casa, a la sombra de la dominación sin ser dominada. El poder de los hijos es muy fuerte y se nos ha arrebatado. Los efectos devastadores del arrebato no tienen vuelta atrás. Significativo que los jóvenes coloquen como móvil del voto la familia, recordemos el diálogo precedente.
La familia es afecto, seguridad, pero también memoria, historia. Lo dice una madre zuliana de la siguiente manera:
“Yo voté… al fin y al cabo yo no tengo nada que perder, ya lo perdí todo, mis hijos y mis nietos están fuera del país; mis hijos que están afuera no se quieren venir por la situación que se está viviendo en Venezuela; no me importa que me quiten los bonos, eso no me alcanza. Me siento orgullosa de haber ido a votar en las primarias”.
En la medida que nos alejamos de octubre vemos su fuerza. El sistema de dominación sabe que nosotros sabemos que no tienen el verdadero poder, se lo hemos quitado, dimos un paso que junto a otros transitaremos el camino ya dibujado en el rompecabezas que estamos armando.
Pese a los esfuerzos del régimen en querer bajar el volumen a esta decisión popular, lo que hace es hundirse en su miseria y en las terribles consecuencias que la sociedad ha tenido que vivir. Cuando las raíces del árbol se quiebran es inevitable su muerte. Estamos transitando la agonía de un sistema que declinará. Ahí están los datos.
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*Profesora Titular de la Universidad Central de Venezuela. Investigadora del Centro de Investigaciones Populares.
@mirlamargarita