La sociedad venezolana toda, tanto los que están dentro del país como los más de ocho millones que huyeron de la barbarie chavista, han enviado el mismo mensaje en un lapso de cuarenta y dos días. Primero el 22 de octubre, en ese hito político que fue la elección Primaria, y luego el 3 de diciembre, cuando se llevó a cabo el acto propagandístico del régimen de Nicolás Maduro que tenía como excusa la “defensa” de nuestro Esequibo, ese que durante dos décadas han entregado por mandato cubano y apoyo de los países de la CARICOM, a los que les han regalado millones de nuestro dinero.
La forma de enviar ese mensaje fue primero el grito valiente contra el sistema, votando a pesar de las amenazas y los obstáculos, y luego un silencio tan ensordecedor que hubo más de la participación de la directiva de Fedecámaras que de emprendedores venezolanos.
Queda claro que el régimen perdió el control social, por eso ni la abundante y millonaria propaganda (en la que sumaron a artistas y deportistas), ni el miedo, movió a votar en el referéndum. De hecho, desde la última elección de Hugo Chávez (2012) donde consiguieron más de 8 millones de votos, lo único que han hecho es disminuir: 7,5 millones en 2013; 5,6 millones en 2015; 3,5 millones en 2021 y, aunque Elvis Amoroso diga que fueron más de 10 millones este 2023, las imágenes fueron sumamente elocuentes. El chavismo no logró mover ni siquiera el número de personas que votó en la Primaria (2,5 millones).
La nomenklatura chavista sigue teniendo las armas y, aunque puede ser suficiente para mantener durante mucho tiempo el poder, la historia demuestra que los militares (o sea, quienes manejan esas armas), te apoyan hasta que dejan de hacerlo. También queda claro, una vez más, que la sociedad sigue estando por delante de la gran mayoría de la dirigencia “opositora” (así entre comillas), esa que llamó a “participar” y ha vuelto a ser abofeteada, como ocurrió en octubre.
Varios de estos dirigentes que no dirigen, y opositores que no se oponen (¡qué país curioso es Venezuela!), hicieron largos videos y extensos hilos de Twitter (o X) explicando la razón de su participación en un evento evidentemente propagandístico. Al llegar el día y darse cuenta de lo vacío de los centros electorales, publicaron su foto (así, como enviando el mensaje de que cumplieron), pero también hicieron control de daños y decidieron “celebrar” que la gente no cayó en la propaganda oficial, esa de la que ellos fueron partícipes. No se han dado cuenta, o no quieren entender, que el mensaje también fue para ellos: Ya no convocan, ya no representan, ya no movilizan, ya no entusiasman, ya no son creíbles. La ola se los está llevando junto con el régimen al cual evitan llamar dictadura.
Ni polarización ni voto inútil
Desde hace muchos años Venezuela dejó de ser un país polarizado. Lo que ha sucedido durante este 2023 solo confirma aquello. Hay una mayoría irrebatible y aplastante que desea y necesita un cambio urgente, y una minoría poderosa, con algunos colaboradores pequeños, que trata de evitarlo. No existe polarización en una sociedad donde 9 de cada 10 busca alterar el statu quo, y solo un 10% (o menos) quiere mantenerlo.
Pero, así como el deseo de cambio es claro y contundente, el beneficio de las acciones que pueden derivar en ello, también. Es así que los venezolanos votan o no, dependiendo de la utilidad -y legitimidad- de dicho proceso. No puede ser de otra forma, si no hay democracia. No son “abstencionistas” cuando deciden no perder su tiempo ni jugar el juego de una autocracia que ha dividido a sus familias, los ha hecho pasar hambre y viola sus derechos humanos.
Las campañas de miedo ya no funcionan para evitar la participación cuando esta genera entusiasmo y puede servir para lograr el objetivo, ni tampoco para obligar a la gente a sumarse a un parapeto sin sentido. Lo sabe Maduro, los hermanos Rodríguez, Cabello y todos ellos. Saben que, ni con más dinero por alivio de sanciones, podrán volver a tener una sociedad con miedo a perder unas pocas migajas. Han gobernado creyendo que la gallina de Iósif Stalin era una analogía válida, pero aquello solo sirve, a estas alturas, para los serviles dirigentes que le piden peras al horno y no al olmo.
La gente se rebeló contra el sistema opresor en octubre, lo volvió a hacer en diciembre, y esto no va a ser diferente en 2024. Es irreversible, pues la sociedad venezolana ha cambiado dramáticamente. Y es así porque el oscuro período chavista nos demolió como ningún otro en nuestra historia republicana, y de ello solo existe el renacer.
Lo que estamos viendo es, como describió Václav Havel, “el poder de los sin poder”, y solo aquellos dirigentes que lo entiendan tendrán el apoyo de un pueblo que ya no da cheques en blanco. El primer paso es asimilar el mensaje: Anhelamos y necesitamos un cambio, no una jaula más grande.
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*Politólogo de la Universidad Central de Venezuela.
@WalterVMG