En la aldea
16 mayo 2024

Nicolás Corleone

» Ni Coppola imaginó nunca tal dosis de maldad, y menos que una organización mafiosa pudiera controlar momentáneamente todo un Estado y no solo una ciudad como en su saga cinematográfica»

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Zair Mundaray | 29 abril 2024

Con marcado acento italiano y a viva voz el sacerdote va recitando el ritual del bautismo. El niño, un rozagante bebé finamente trajeado de blanco y cuidadosamente sostenido por su madre, espera el agua bendita que pronto le bañará parte del rostro y la cabeza con lo que se consumará el santo sacramento y pasará a formar parte de la Iglesia. El padrino es Michael Corleone, el bautizado es su sobrino. Todos saben quién es quién en esa trama. 

Hombres vestidos de trajes negros, otro disfrazado de policía se dirigen a varios puntos de la ciudad, donde los líderes de las familias rivales han bajado la guardia a su seguridad pues han pactado una pronta conversación con Michael para limar asperezas y, además, saben que está ocupado en un acto de profunda significación como el bautizo. 

El sacerdote interroga al bebé mientras el padrino debe contestar por éste a las acostumbradas preguntas. Se recita el credo con la formalidad del momento acompañado del órgano como fondo, el cual sube el volumen progresivamente. De pronto, pregunta: Michael Francis Fritzi ¿renuncias a Satanás?, a lo que el padrino contesta -Sí, renuncio-, y vuelve el sacerdote ¿y a sus pompas y a sus obras? – Sí, renuncio, dice Corleone sin mucha convicción-; y replica el religioso: ¿y a todas sus seducciones? -Sí, renuncio, sentencia. Finalmente pregunta: Michael Francis Fritzi ¿deseas ser bautizado? y contesta Michael con la mirada perdida, -Sí,  lo deseo. Con esta respuesta se consuma el bautizo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, amén.  

Mientras este sacrosanto diálogo se produce, a cada respuesta de Corleone, sus sicarios bien entrenados van consumando brutales asesinatos de los miembros de las familias rivales. Las imágenes son elocuentes y aterradoras. De las escenas de la pila bautismal, se pasa abruptamente al acecho y disparos con particular saña. 

La indagación sobre la renuncia a Satanás fue la clave que da inicio al siniestro plan. Uno por uno fueron sorprendidos los confiados mafiosos, quienes creían que la trascendencia y significado religioso y familiar del bautismo los mantenía a salvo, al menos, momentáneamente. Los brutales asesinatos acompasados por los acordes del órgano de la catedral y por un Corleone que luce seguro de la ejecución de su venganza, hacen parte de unas de las escenas más memorables y polémicas de la historia del cine. 

Bajo la dirección de Francis Ford Coppola, con la extraordinaria actuación de Al Pacino, El Padrino II se estrenó en diciembre de 1974, y en su momento cumbre, expone en una escena de pocos minutos, a un hombre de familia apegado al catolicismo cumpliendo con el divino sacramento del bautismo, que realmente es un monstruo despiadado capaz de asesinar fríamente para sostener el poder de su imperio criminal. Los valores antagónicos que dibuja ese segmento de la película son de una estética y un  contenido extraordinarios, sin embargo, asesinar mientras se reza el credo es escandaloso.

Entre el 22 y 24 de abril pasado, estuvo en Venezuela el fiscal de la Corte Penal Internacional, Karim Khan, quien fue recibido por Nicolás Maduro en Miraflores. Cada minuto de ese encuentro fue un pedazo de historia del país, además con unos ribetes cinematográficos innegables. 

Khan aprovechó el momento para dejar claro su objetivo de justicia en tan incómodo escenario (la sede de la mafia dominante). Tal vez el momento cumbre, fue cuando le dijo al dictador que ha quedado clara su jurisdicción para conocer sobre los crímenes ocurridos. 

Esta frase es una bofetada a la caterva dictatorial, por una parte, da por cierto que los crímenes de lesa humanidad han ocurrido, es decir, que hay una agresión sistemática y generalizada a la población civil, y además, que estos hechos no están siendo investigados ni procesados legítimamente por el sistema de justicia revolucionaria. En vivo, ante la televisión nacional,  el fiscal conminó a Maduro a honrar su palabra y permitir la apertura de la oficina de la CPI,explicando que hay una oportunidad única para avanzar en la investigación de crímenes de lesa humanidad en Venezuela. Maduro se limitó a asentir, no hizo oposición alguna y no solo permitió la puesta en marcha de la prometida oficina de la CPI, sino que además invitó al Alto Comisionado de DDHH de regresar al país. 

Maduro, como Michael Corleone intentaba presentarse como un demócrata, como un hombre respetuoso de la ley y con voluntad de enmienda.  Mientras tanto, sus secuaces seguían avanzando en la ejecución de su venganza contra sus enemigos mafiosos, pero también contra el país. Samark López, uno de los testaferros favoritos del poder, estaba siendo torturado, a tal punto, que terminó ingresado en el hospital de Fuerte Tiuna, según fue corroborado por varias fuentes. Otro miembro de la familia mafiosa, Néstor Reverol, era sacado del cargo de ministro y todos saben que empieza para él un periodo de incertidumbre por su cercanía a Tareck El Aissami. Otras detenciones e interrogatorios se llevaban a cabo a otros antiguos aliados de fechorías, sin olvidar que tan sólo días antes murió un coronel de apellido Lugo mientras estaba en manos de la tenebrosa DGCIM. 

A la par de ese encuentro, sigue el ensañamiento contra nobles venezolanos cuyo único delito es disentir del poder. Decenas de presos políticos sufren los embates del nuevo campo de concentración construido en el Rodeo I.  Los familiares de las víctimas de Nicolás han denunciado graves condiciones de aislamiento, racionamiento de alimentos y agua, maltratos y una situación de inhumanidad que pretende castigar severamente a quienes siguen detenidos por razones de conciencia. Rocío San Miguel sigue sin acceso a la defensa, al igual que otros presos como Dignora Hernández y Henry Alviárez. Tarek William Saab sigue sembrando pruebas y violando el debido proceso como hizo en el caso de Carlos Julio Rojas. 

Ni Coppola imaginó nunca tal dosis de maldad, y menos que una organización mafiosa pudiera controlar momentáneamente todo un Estado y no solo una ciudad como en su saga cinematográfica. Afortunadamente, Karim Khan no es el despistado sacerdote de la icónica escena- Él sabe que esto ocurre, lo documenta, lo acredita, Maduro también sabe que están tras él y probablemente se prepara para entregar a algún peón mientras intenta salvarse a sí mismo. La trama continúa, pero se dejan ver los signos inequívocos del cierre de un ciclo, del fin de una era criminal que ojalá sea sustituida por una etapa de virtuosismo y civilidad. Eso esperamos todos los venezolanos, menos los mafiosos de siempre. 

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La opinión emitida en este espacio refleja únicamente la de su autor y no compromete la línea editorial de La Gran Aldea.
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