En 2008 se producía en México una guerra entre dos de las organizaciones criminales más grandes de Latinoamérica. Antiguos aliados en el negocio del narcotráfico iniciaron hostilidades de forma abierta, luego de años de pequeños desencuentros y luchas intestinas por el control de los territorios y de las rentas criminales.
Cada uno quería abarcar más y ejercer hegemonía, detentar más poder, cada bando se creía más importante y estimaba que podía aniquilar al otro. Por supuesto, me estoy refiriendo al enfrentamiento entre las organizaciones narcotraficantes de Beltrán Leyva alias “El Mochomo” y el cartel del Chapo Guzmán, conflicto que a la postre acabó con ambos, aunque el narcotráfico permanece intacto sólo que con otros actores.
Tal como lo describe Anabel Hernández en su libro “El Traidor”, los Beltrán Leyva planearon atentar contra El Chapo y El Mayo Zambada, este último, el mayor narcotraficante de todos los tiempos, y que además sigue operando sin haber sido detenido jamás. El cártel de Sinaloa bajo instrucciones de Vicentillo (hijo de Zambada) y Guzmán Rocha (primo de “El Chapo”) establecieron un plan que implicó una alianza por la policía federal para arremeter contra los Beltrán, en el que incluso, sicarios de El Chapo se uniformaron de policías para participar en los operativos. Esta disputa fue debilitando a la organización de Beltrán con el apoyo de los de Sinaloa. Alfredo Beltrán Leyva fue capturado por la DEA y condenado por una corte del Distrito de Columbia a cadena perpetua y a pagar una multa de 529 millones de dólares.
Hernández narra cómo El Chapo ya tenía un historial de colaboración con la DEA, a quien ayudó a perseguir y desmantelar a algunos de sus rivales en el negocio de la cocaína, solo que una vez las autoridades tenían toda la información que aportó, finalmente fueron por él. Fue condenado por 26 cargos relacionados con narcotráfico, lavado de activos, asesinatos, corrupción y armas a cadena perpetua más 30 años, y la incautación de millones en activos.
De ninguna manera la merma de estos cárteles implicó el fin del negocio de la cocaína, pero sí el fin de un ciclo que implicó que otras organizaciones criminales asumieran estos estos espacios.
Pero este enfrentamiento de carteles en México a pesar de sangriento y violento, luce pequeño si se compara con la mítica pugna entre Gilberto Rodríguez Orejuela, líder absoluto del cártel de Cali, contra Pablo Escobar y su cartel de Medellín. El anhelo de poder llevó a estos delincuentes a una guerra genocida que afectó la estabilidad política de Colombia, generó miles de muertos y heridos y puso en entredicho la gobernabilidad. El 11 de enero de 1988, Rodríguez Orejuela ordenó activar un carro lleno de explosivos al frente del edificio Mónaco, residencia de la familia de Pablo Escobar, este acto barbárico desató los demonios.
En respuesta, Pablo Escobar detonó explosivos contra cinco sedes de las droguerías La Rebaja propiedad de Orejuela. Se hicieron frecuentes las explosiones, disparos, asesinatos y amenazas de bomba por todas partes, así como la colaboración de ambos bandos con las autoridades tratando de acabar con su rival. Las disputas por el dominio de las rutas de la droga hacia Centroamérica y de ahí a los Estados Unidos, alimentaron la codicia y el afán de poder de estos capos, quienes optaron por un enfrentamiento que terminó acabando con ambos. Pablo Escobar resultó muerto en diciembre de 1993 en un operativo de las fuerzas policiales colombianas con apoyo de la DEA. Los hermanos Orejuela fueron capturados en 1995 y juzgados en los Estados Unidos, donde se declararon culpables a cambio de una pena de 30 años de prisión. Gilberto Rodríguez Orejuela falleció en prisión en mayo de 2022.
«Todo análisis sobre la realidad política venezolana pasa por comprender que muchas de las dinámicas actuales de disputa por el poder dentro del chavismo, no obedecen a una racionalidad política, sino de una auténtica guerra por el dominio de las rentas criminales»
Una máxima en el análisis de los procesos criminales: las rentas ilegales siempre son codiciadas por otro bando o grupo que aspira a apoderarse de ellas. Así como hay disputas en los espacios corporativos lícitos, los hay de mayor envergadura en los espacios del crimen, de ahí, que crimen organizado y violencia siempre van de la mano pues se requiere apelar a ella de manera efectiva o disuasiva contra los enemigos.
Por desgracia nuestro país fue convertido en una fuente de renta criminal por el socialismo del siglo XXI, no hay modalidad delincuencial que no se haya implementado desde el poder. Minería ilegal, narcotráfico, tráfico de migrantes, trata, tráfico de armas, secuestros, extorsiones, lavado de activos, ciberdelincuencia, corrupción, criminalidad bancaria y financiera, en fin, un territorio diezmado por el crimen ejecutado desde el ejercicio corrupto del poder político revolucionario.
Implantaron un modelo de Estado mafioso con características únicas, en el que predominan los carteles o facciones que pugnan por sacar el mayor provecho posible.
Cada feudo criminal dentro del gobierno tiene un antagonista que quiere ocupar su espacio. Todo análisis sobre la realidad política venezolana pasa por comprender que muchas de las dinámicas actuales de disputa por el poder dentro del chavismo, no obedecen a una racionalidad política, sino de una auténtica guerra por el dominio de las rentas criminales.Son carteles los que se están enfrentando, algunos ya han caído como el de El Aisami y Samark López, y otros están por caer mientras viejos y nuevos actores van ocupando esos espacios.
Las rutas del narcotráfico requieren el control de algunos puertos y aeropuertos, carreteras y vías de comunicación, el oro y otros minerales extraído ilícitamente tiene que ser vendido en el exterior.
Importar alimentos de baja calidad para vender a la población es un nicho de negocios que debe continuar, por eso profundizan el hambre, en todo hay un negocio.
La crisis eléctrica hace surgir a cada rato a mercaderes de soluciones que nunca llegan. La contratación de cualquier obra pública pasa por procesos de corrupción que enriquece a muchos, el petróleo se vende fuera de los mercados lícitos y el dinero va a parar a las cuentas de los funcionarios e intermediarios. Hasta desmantelar obras públicas inconclusas es un nicho de negocios, vender el hierro como chatarra a China y otros países es un negocio corrupto. Cripto, lavado, bienes, propiedades, todo circula en redes criminales.
Sin el elemento “crimen organizado”, nuestro país no se comprende. Lo que actualmente ocurre en la revolución chavista, pasa por prisma de la criminología, no se trata de política, es pura y simplemente el hampa haciendo lo que sabe hacer, sin embargo, todos los carteles tarde o temprano caen.