La invisibilidad ciudadana del venezolano es hoy un signo visible del propósito cada vez mayor, de parte del actual régimen, de anular todo acto de voluntad de los sujetos, erradicar toda muestra de determinación y de todo propósito de cambio. ¿Qué implica el sometimiento hoy? ¿Quiénes han entrado en el aro de la banalidad de los actos esenciales, vida, mal, voto?
Uno de los instrumentos que ha servido para la generación de cambios por acuerdo, en democracia, respetando la voluntad popular, es el voto. Ojo, en democracia, el voto es un instrumento válido, potente para resolver las diferencias en libertad. El condicionante básico es la naturaleza del régimen; solo si es democrático, votar es funcional.
El voto se sostiene en la filosofía del acuerdo en libertad, sin coacción, bajo las condiciones del respeto mutuo. En ello, lo básico es reconocer y aceptar la derrota cuando ocurra y gobernar con justicia cuando se produzca el triunfo. Por tanto, el voto democrático elige y respeta la elección.
La filosofía del voto implica un compromiso profundo con la democracia y sus valores fundamentales. En la actualidad, el sufragio a nivel mundial enfrenta desafíos como la desinformación y la apatía, lo que lo convierte en un tema crucial. No obstante, en Venezuela, durante el último acto electoral del 28 de julio de 2024, se lograron superar ambas barreras a pesar de la ausencia de un entorno democrático.
La voluntad de cambio se impuso, las comunidades no solo se informaron, sino que actuaron de modo coordinado, todos a la vez, votaron por un cambio, bajo una participación excepcional. El desafío se asumió y la gente lo superó. Lo dicho: un régimen no democrático frente a una ciudadanía democrática llevó a un triunfo ganado palmo a palmo, programado, participativo, en contracorriente, que puso de relieve la decisión de la mayoría absoluta que el régimen no respetó.
La farsa electoral nos ha acompañado con signos visibles y claros, por lo menos, en más de una década. Siempre se denunció, ese fue un paso en este camino tortuoso; luego se comprobó, para cerrar la Gestalt. La mentira y las farsas electorales tienen un punto de quiebre; por tanto, llega el momento en que se cierra el círculo. Se produce la convicción absoluta de que el otro ni respeta ni da garantías; se impone por la fuerza. Es este momento cuando los pueblos, comunidades y ciudadanos se plantan firmemente en la decisión tomada y avanzan en las exigencias centradas en el reconocimiento de su voluntad.
El camino trazado es la desobediencia activa, en los niveles de incidencia e influencia del ciudadano y sus comunidades. ¿Se puede convocar a quienes se organizaron y lucharon con determinación a participar en un proceso electoral sin primero honrar la previa voluntad mayoritaria del pueblo?
Este es el punto, la instalación de la farsa electoral pasa por la clara estrategia de banalizar el voto. Hoy estamos frente a un voto sin fuerza ni determinación, la voz de la tiranía apaga todo instrumento que nos pueda llevar al cambio, a subvertir el orden opresor e injusto. Un voto banalizado, no tiene sustancia, es trivial, fútil, superficial, insignificante, irrelevante, intrascendente. No genera cambios, por tanto, al ejercerlo se fortalece al sistema que lo impone.
En las comunidades populares venezolanas, hay conciencia de esto, la banalización del voto ha sido un proceso, empezó con las grandes elecciones, falseada, luego pasó a lo comunal hasta llegar al desconocimiento absoluto basado en un acto totalmente arbitrario de parte del sistema de dominación: se dan unos resultados sin comprobación ni evidencias, sin adulterarla, simplemente robada.
La naturaleza represiva del régimen está clara. La determinación popular también, en este momento acompañada por un liderazgo orgánico, empático, con una línea de comunicación y comprensión que nos plantea la realidad de un proyecto común, con la firme determinación de hacer cumplir la voluntad del pueblo y sus comunidades. En el medio tenemos una franja gris, la oposición convencional no comprometida con el cambio, que entraron en la corriente de la banalidad del mal y del voto; la base del exterminio o eliminación del otro como sujeto, está en la relativización de su identidad, trivializando los procesos, desnaturalizando los mecanismos que en condiciones de libertad pueden producir cambios, verbigracia, el voto.
Esta franja gris, son los verdaderos responsables de que las tiranías se sostengan, su naturaleza es tibia, San Juan lo dice con claridad en el libro de Apocalipsis, 3:15-16, “Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente! Así, puesto que eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de Mi boca”.
Lo profético del evangelio, nos acompaña en la argumentación, ahora en la voz de Jesús, Mateo 16:25, “Porque quien quiera salvar su vida, la perderá, pero quien pierda su vida por mí, la encontrará.” Perder la vida, para el tibio, es alinearse con los de convicción firme. Pero esta alineación realmente produce salvación al generar vida y no apoyar decisiones que la eliminen. Si seguimos el camino de la verdad, encontraremos la vida practicando justicia y bien.
El cálido pueblo que ha apostado por la verdad, la vida, la familia, ha venido actuando desde la lógica de la insumisión a los designios de los poderosos, rechazando sus mecanismos fundamentales de sometimiento, por ejemplo, el CLAP, y no participando de las continuas farsas electorales comunales que registran una participación inferior al 8% en cada convocatoria realizada.
La insumisión de las comunidades tiene lugar en cada elección comunal o frente al sometimiento que implican los mecanismos de dominación, mal llamados “beneficios”. Cada cálida acción, como las señaladas, mantiene viva la esperanza, la lucha por la justicia y el reconocimiento de la voluntad de la mayoría.
No somos desobedientes una vez, sino en cada momento, cuando somos capaces de resignificar la abstención, ¿no participar en las elecciones comunales podemos entenderla como una abstención movida fundada en la desobediencia activa? Si nos podemos abstener una y mil veces en elecciones de esta naturaleza, ¿hay algún impedimento para desobedecer grandes convocatorias como las regionales, municipales y/o parlamentarias?
Siendo coherente con la gente, con las comunidades, con el nuevo liderazgo político que ganó una elección y le fue arrebatada, la abstención es un ayuno, una privación consciente, estar en vigilia, en penitencia, contenernos de hacer algo, renunciar temporalmente al voto hasta restablecer su valor. Las comunidades esperan coherencia, firmeza, no tibieza.