En la novela Alicia en el país de las maravillas, Lewis Carroll introdujo un curioso fenómeno, cuando la Reina Roja le explica a Alicia que, en su mundo, es necesario correr todo lo que se pueda solo para mantenerse en el mismo lugar. Esta idea ha trascendido la literatura y ha sido adoptada en diferentes disciplinas, incluyendo la biología evolutiva y la teoría de juegos, donde se conoce como la «Paradoja de la Reina Roja». La idea describe un sistema en el que los actores deben mejorar constantemente solo para no perder ventaja en un entorno de competencia continua. El concepto de la «Paradoja de la Reina Roja» fue introducido por el biólogo Leigh Van Valen, en 1973 en el contexto de la biología evolutiva. Van Valen, propuso esta idea para explicar la constante competencia entre especies en la evolución, argumentando que, debido a la coevolución, cada especie debe adaptarse continuamente para no ser superada por sus competidores o depredadores.
El guepardo evoluciona para poder atrapar a la gacela, pero también la gacela evoluciona y corre cada vez más rápido para evitar ser atrapada. La dinámica evolutiva entre depredadores y depredados también ocurre con algunos insectos e invertebrados. Más allá de los bichos, el concepto nos ofrece también un marco útil para analizar la dinámica política venezolana, caracterizada por un constante ciclo de adaptación y reacción entre el gobierno y la oposición.
Una lucha de resistencia y adaptación
La política venezolana de las últimas dos décadas ha sido un terreno de confrontación permanente. El gobierno y la oposición han estado atrapados en un ciclo en el que cada uno reacciona a los movimientos del otro, sin que ninguno logre una ventaja definitiva. Como en la Paradoja de la Reina Roja, ambos actores han tenido que acelerar su capacidad de movilización, maniobra y control sin que ello se traduzca en cambios sustanciales en el panorama político.
Tras cada elección o evento de gran impacto, la oposición ha modificado sus estrategias, desde intentos de referendos revocatorios, hasta elecciones primarias para renovar liderazgos. A su vez, el gobierno ha respondido con cambios en el sistema electoral, inhabilitaciones políticas y reformas institucionales para neutralizar cualquier ventaja adquirida por sus adversarios. En este sentido, más que un avance real, lo que vemos es una carrera en la que se corre sin moverse del mismo sitio.
La elección del 28 de Julio, que movilizó, como pocas veces, a la sociedad democrática venezolana, liderada por María Corina Machado, es otro buen ejemplo. Los demócratas aplicaron estrategias distintas y más sofisticadas que las anteriores, defendieron sus votos con un valor y una terquedad democrática admirables, mientras se apoyaban en la tecnología para obtener pruebas irrefutables de la victoria electoral. Maduro quedó al desnudo respecto a su impopularidad, a lo interno y en la esfera internacional; pero lejos de aceptar la derrota, destruyó el sistema electoral tal como lo conocíamos y diseñó nuevos mecanismos de intimidación y represión. No cabe duda de que el #28J cambió el juego electoral en Venezuela y dejó al desnudo a un régimen que aún a sabiendas de su impopularidad, fingía ignorarlo. El árbitro electoral no solo falseó los resultados, sino que nunca los publicó de manera desagregada. Es claro que de ahora en adelante no serán iguales las elecciones por venir. Los nuevos procesos de votación serán más arbitrarios, menos predecibles, más manuales, y con menos posibilidad de auditar las distintas fases.
La Guerra Fría y la carrera armamentista: un ejemplo análogo
El de la Reina Roja no es un fenómeno exclusivo de Venezuela. Un caso histórico emblemático es la carrera armamentista durante la Guerra Fría. Estados Unidos y la Unión Soviética invertían enormes recursos en desarrollar nuevas tecnologías militares, pero la mejora de uno generaba automáticamente una reacción del otro, llevando a una espiral de gastos y tensión sin un desenlace claro. Aunque ambas superpotencias lograron avances significativos en tecnología bélica, la relación de fuerzas se mantuvo en equilibrio hasta la disolución de la URSS, demostrando que en este tipo de competencia el esfuerzo no siempre se traduce en cambios significativos en el balance de poder.
En Venezuela, esta dinámica se refleja en la perpetuación del status quo. Cada vez que la oposición encuentra un mecanismo para desafiar al poder, el gobierno responde ajustando las reglas del juego. De igual manera, cuando el oficialismo enfrenta desafíos económicos o sociales que podrían debilitar su base de apoyo, implementa medidas de control, remesas, subsidios o represión para mantenerse a flote.
Así, la política venezolana se convierte en una carrera sin meta clara, donde la estabilidad del sistema depende de que ambas fuerzas continúen corriendo. En este sentido, es claro que participar en las elecciones regionales no cambiará el juego político, pero podría tener sentido estratégico seguir el agotador consejo de la Reina de Corazones: correr vigorosamente solo para hacer que las fuerzas democráticas no queden tan atrás…
La curva de aprendizaje de los dictadores y la evolución del chavismo
El análisis de esta dinámica no estaría completo sin considerar la curva de aprendizaje de los regímenes autoritarios, tal como la describe, Scott Dobson. Según este enfoque, las dictaduras también evolucionan y aprenden de sus errores para mantenerse en el poder. En el caso venezolano, el gobierno de Nicolás Maduro ha demostrado una notable capacidad de adaptación a lo largo de los años, tomando lecciones tanto de su propia experiencia como de otros regímenes autoritarios.
En sus primeros años, el chavismo enfrentó desafíos que lo llevaron a cometer errores estratégicos, como la sobredependencia del poder del líder y la subestimación de la organización opositora. Sin embargo, con el tiempo, ha desarrollado un repertorio de tácticas que incluyen la cooptación de sectores de la sociedad, el uso de instituciones controladas para debilitar adversarios y la manipulación del sistema electoral para evitar perder el control. Esta evolución es una manifestación clara de la Paradoja de la Reina Roja: mientras la oposición intenta mejorar su capacidad de respuesta, el gobierno también aprende y refina sus estrategias para mantenerse en el poder.
La curva de aprendizaje de los dictadores sugiere que los regímenes no se estancan en un conjunto fijo de tácticas, sino que innovan en la represión y en el control del aparato estatal. En Venezuela, hemos visto cómo el gobierno ha integrado herramientas digitales para la vigilancia, ha desarrollado estrategias económicas para sortear sanciones internacionales y ha perfeccionado su capacidad de desarticular movimientos opositores antes de que lleguen a representar una amenaza real. Esta evolución hace que cualquier intento de cambio democrático enfrente una resistencia cada vez más sofisticada.
¿Quién encontrará el verdadero game changer?
Para salir de esta carrera sin fin, el equipo de los demócratas necesita encontrar un verdadero game changer ,antes de que lo haga Maduro. Es claro que las elecciones regionales no lo serán. La historia muestra que los regímenes autoritarios, cuando no pueden sostenerse con sus tácticas tradicionales, buscan reformular el marco institucional a su favor. En este sentido, la reciente propuesta de reforma constitucional impulsada por el parlamento controlado por la nomenclatura podría representar un nuevo punto de inflexión en la carrera evolutiva del chavismo, tal como lo acaba de hacer Daniel Ortega en Nicaragua.
Si esta reforma logra consolidar aún más el poder del gobierno, la oposición se verá obligada a encontrar estrategias inéditas para desafiar la estructura del régimen.
En este contexto, la oposición no solo debe reaccionar a los movimientos del gobierno, sino sorprenderle: anticiparse con una transformación estructural que altere el tablero de juego. Ya sea a través de una reorganización del liderazgo, una nueva narrativa movilizadora o un cambio en la estrategia internacional, la clave estará en encontrar una acción que rompa el ciclo de la Paradoja de la Reina Roja, antes de que el oficialismo imponga su propio nuevo equilibrio.
A primera vista, la demencial paradoja de esa Reina de Corazones, nos ofrece una clave para entender por qué, pese a los enormes esfuerzos de ambos bandos, el tablero político venezolano sigue sin grandes cambios estructurales. Mientras el juego siga siendo de reacción constante en lugar de la transformación profunda, la dinámica de competencia se mantendrá estancada.
¿Existe una salida a esta paradoja? La historia muestra que los ciclos de competencia perpetua suelen romperse cuando una de las partes introduce un cambio radical en la estructura del conflicto. En la Guerra Fría, esto ocurrió con la desintegración de la URSS, que alteró completamente las reglas del juego. En el caso venezolano, la pregunta clave es qué tipo de transformación podría desatar un cambio real: ¿la sociedad democrática abrazando en consenso a la Constitución chavista de 1998? ¿Una ruptura del estamento oficialista y un cambio aupado desde adentro? ¿Un colapso económico en una poli-crisis al llegar? Quizás todas a la vez. Las preguntas están abiertas…